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5 cosas que sabemos y que aún ignoramos sobre el COVID, 5 años después de su aparición

Hace cinco años, un grupo de personas en Wuhan, China, enfermó con un virus nunca antes visto en el mundo.

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ARCHIVO – Un trabajador sanitario toma una muestra de hisopo de un trabajador de la empresa China Star Optoelectronics Technology (CSOT) durante una ronda de pruebas para detectar el COVID-19 en Wuhan, en la provincia de Hubei, centro de China, el 5 de AP (AP)

El germen no tenía nombre, ni tampoco la enfermedad que causaría. Terminó desencadenando una pandemia que expuso las profundas desigualdades en el sistema de salud global y reformuló la opinión pública sobre cómo controlar los virus emergentes mortales.

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El virus todavía está con nosotros, aunque la humanidad ha desarrollado inmunidad a través de vacunas e infecciones. Es menos mortal que en los primeros días de la pandemia y ya no encabeza la lista de las principales causas de muerte. Pero el virus evoluciona, lo que significa que los científicos deben mantenerlo bajo una atenta observación.

¿De dónde provino el virus SARS-CoV-2?

No lo sabemos. Los científicos piensan que lo más probable es que haya circulado entre murciélagos, como muchos coronavirus. Posteriormente, creen que infectó a otra especie, probablemente perros mapache, civetas o ratas de bambú, que a su vez infectaron a personas que manejaban o despiezaban esos animales en un mercado de Wuhan, donde aparecieron los primeros casos en humanos, a finales de noviembre de 2019.

Esa es una vía conocida para la transmisión de enfermedades, y probablemente desencadenó la primera epidemia de un virus similar, conocido como SARS. Pero esta teoría no ha sido probada en el caso del virus que causa el COVID-19. Wuhan alberga varios laboratorios de investigación que participan en la recolección y estudio de coronavirus, alimentando el debate sobre si el virus pudo haberse filtrado de uno de ellos.

Es un rompecabezas científico difícil de resolver, aun en las mejores circunstancias. El esfuerzo se ha vuelto aún más desafiante por las disputas políticas en torno al origen del virus y por las que, según los investigadores internacionales, son medidas tomadas por China para ocultar pruebas que podrían resultar útiles.

Es posible que el verdadero origen de la pandemia no se conozca durante muchos años, si es que alguna vez se revela.

¿Cuántas personas murieron por COVID-19?

Probablemente más de 20 millones. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que los países miembros reportaron más de 7 millones de muertes por COVID-19, pero se calcula que el verdadero número de fallecimientos es al menos tres veces mayor.

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En Estados Unidos, en promedio, unas 900 personas a la semana murieron de COVID-19 durante el último año, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

El coronavirus sigue afectando más a los adultos mayores. El invierno pasado en Estados Unidos, las personas de 75 años o más representaron aproximadamente la mitad de las hospitalizaciones y muertes en hospitales por COVID-19 del país, según los CDC.

“No podemos hablar de COVID en pasado, ya que todavía está con nosotros”, dijo el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

¿Qué vacunas estuvieron disponibles?

Los científicos y fabricantes de vacunas rompieron récords de velocidad en el desarrollo de vacunas contra el COVID-19, las cuales han salvado decenas de millones de vidas en todo el mundo, y fueron el paso crítico para volver a la normalidad.

Menos de un año después de que China identificara el virus, las autoridades sanitarias de Estados Unidos y Gran Bretaña autorizaron vacunas fabricadas por Pfizer y Moderna. Años de investigaciones previas, en los que se produjeron descubrimientos galardonados con el Premio Nobel que fueron clave para hacer funcionar la nueva tecnología, dieron una ventaja a las llamadas vacunas de ARNm.

Actualmente, también hay una vacuna más tradicional hecha por Novavax, y algunos países han probado opciones adicionales. El despliegue en los países más pobres fue lento, pero la OMS calcula que se han administrado más de 13.000 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 en todo el mundo desde 2021.

Las vacunas no son perfectas. Son eficaces para prevenir la enfermedad grave, las hospitalizaciones y las muertes, y han demostrado ser muy seguras, pues muy pocas veces producen efectos secundarios graves. Pero la protección contra infecciones más leves comienza a disminuir después de unos meses.

Al igual que las vacunas contra la influenza, las vacunas contra el COVID-19 deben actualizarse regularmente para igualar al virus, que evoluciona constantemente, lo que alimenta la frustración del público por la necesidad de vacunarse repetidamente. Ya se realizan esfuerzos para desarrollar vacunas de próxima generación, como las vacunas nasales que, según los investigadores, podrían bloquear mejor la infección.

¿Cuál es la variante dominante actual?

A medida que los virus hacen copias de sí mismos, ocurren cambios genéticos llamados mutaciones. Y este virus ha demostrado no ser diferente.

Los científicos nombraron estas variantes con letras griegas: alfa, beta, gamma, delta y ómicron. Delta, que se convirtió en la dominante en Estados Unidos en junio de 2021, generó muchas preocupaciones porque tenía dos veces más probabilidades de provocar hospitalizaciones que la primera versión del virus.

Luego, a finales de noviembre de 2021, apareció una nueva variante: ómicron.

“Se propagó muy rápidamente”, dominando en cuestión de semanas, dijo el doctor Wesley Long, patólogo del hospital Houston Methodist en Texas. “Provocó un enorme aumento en el número de casos, en comparación con cualquier cosa que hayamos visto anteriormente”.

Pero en promedio, según la OMS, causó una enfermedad menos grave que la variante delta. Los científicos creen que eso puede deberse, en parte, a que la inmunidad había aumentado debido a la vacunación y las infecciones.

“Desde entonces, simplemente seguimos viendo estas diferentes subvariantes de ómicron acumulando más mutaciones diferentes”, dijo Long. “En este momento, todo parece estar bloqueado en esta rama de ómicron”.

La variante de ómicron que domina actualmente en Estados Unidos se llama XEC, que representó 45% de las variantes que circulan a escala nacional en el período de dos semanas que terminó el 21 de diciembre, dijeron los CDC. Los medicamentos existentes contra el COVID-19 y el refuerzo más reciente de la vacuna deberían ser efectivos contra ella, dijo Long, ya que “en realidad es una especie de remezcla de variantes que ya están circulando”.

¿Qué sabemos sobre el COVID presistente?

Millones de personas permanecen en el limbo con un legado de la pandemia a veces incapacitante, y a menudo invisible, llamado COVID persistente.

La recuperación de un episodio de COVID-19 puede llevar varias semanas, pero algunas personas desarrollan problemas más persistentes. Los síntomas que duran al menos tres meses, a veces durante años, incluyen fatiga, problemas cognitivos conocidos como “niebla cerebral”, dolor y problemas cardiovasculares, entre otros.

Los médicos no saben por qué solo algunas personas contraen COVID persistente. Puede ocurrir incluso después de un caso leve y a cualquier edad, aunque las tasas han disminuido desde los primeros años de la pandemia. Los estudios muestran que la vacunación puede reducir el riesgo.

Tampoco está claro qué causa el COVID persistente, lo que complica la búsqueda de tratamientos. Una pista importante: los investigadores descubren cada vez con mayor frecuencia que los restos del coronavirus pueden persistir en el cuerpo de algunos pacientes mucho tiempo después de su infección inicial, aunque eso no puede explicar todos los casos.

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