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“La cultura pone a hablar las contradicciones”: Juan David Correa, Ministro de Cultura

El Ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes habló con nuestro director Alejandro Pino del enfoque de su cartera en la búsqueda de la paz, de su papel en la COP 16 de Cali y de la gran apuesta por recuperar escenarios y territorios que incluye el naciente FIAV (Festival Internacional de las Artes Vivas.

Ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes
Juan David Correa (Helber Vargas Vargas)

Juan David Correa fue muchos años un periodista cultural muy reconocido. Después pasó de estar mirando la cultura desde afuera a ser parte de la cultura en una gran industria que es la industria editorial. Ahora, encabeza el ejercicio de las políticas culturales. ¿Cómo se siente con esa transformación?

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Me siento muy afortunado, realmente. Cuando uno no prepara el camino, sino que el camino lo va llevando a uno a donde probablemente lo requieren, lo buscan o en todo caso tiene la fortuna de caer y de alguna manera da cuenta de esa trayectoria y ese recorrido que usted señala. Yo lo que siento hoy es, primero, una gratitud inmensa de que hayan pensado que alguien como yo podía estar en este lugar. No gratitud por el poder, sino gratitud por la oportunidad de quizás imaginar que el poder puede ser otra cosa. Y como yo estuve el otro lado y como yo fui periodista cultural y como yo dirigí y edité una revista que de alguna manera le hacía control al poder cultural, y como yo fui de alguna manera también editor y viví el tema de que eso financieramente fuera viable, cuando a mí me llamaron, yo lo que dije fue, primero, ¿seré yo, maestro? Y lo segundo que me pregunté fue, bueno, pues ahora llegó la el momento de probar si todo lo que usted se la pasó quejándose en la vida y protestando y gritando y es verdad, por lo menos es capaz de imaginar, proponer y cumplir algo de lo que se va a comprometer a hacer. Y pues me le medí porque al final creo que este país necesita de personas, no como yo en lo personal, sino de personas que estén dispuestas a comprometerse. ¿Se puede fracasar? Por supuesto. ¿Los compromisos pueden fallar? Por supuesto. ¿Depende solo de una persona? Por supuesto que no, pero creo que tenemos que hacer un nuevo pacto de confianza y creo que uno tiene que tomar responsabilidades en algún momento de su vida cuando la vida lo llama tomarlas y pues eso fue lo que me pasó. Así que la sensación obviamente es de gratitud, de ser muy afortunado, de tener un doctorado en este país, de realmente asomarme a algo que creo que es maravilloso y es que uno va a este país, a un barrio popular de una ciudad, a un municipio, a un caserío, a un río, a una montaña y lo que encuentra de verdad es una cosa que le llena a uno el alma y el corazón. Y se pregunta uno por qué si este alimento que está ahí, que es la vida, que es la expresión, que es la cultura, que es la belleza, ¿por qué si eso está ahí, se ha impuesto lo otro? Es como una pregunta muy complicada y bueno, vivimos en una época de paradojas. Vivimos en una época de contradicciones. No las vamos a poder resolver. Pero yo creo que la cultura sí tiene como poner a hablar esas contradicciones.

Hablamos entonces de cómo las culturas son un camino para la paz...

Yo he tenido una vida de alguien que se ha pensado y se ha sentido de izquierda y se ha sentido progresista, pero yo no tenía una militancia real, de un movimiento o ese tipo de cosas, pero yo me empecé a politizar cuando el plebiscito fracasó. Ese día yo sentí que lo que estaba haciendo no era suficiente, que había llegado el momento de dar un paso adelante, que había llegado el momento de decir otra cosa. Yo en ese momento dirigía Arcadia. Y en ese momento yo me lancé a hacer acciones políticas, culturales por la paz. Conformamos un grupo que se llamaba “Acciones por el acuerdo”. Vinimos a la Plaza de Bolívar a hacer muchas acciones artísticas, leímos libros, proyectamos películas, hicimos un concierto con un entusiasmo que evidentemente siempre es complejo en lo cultural, porque la gente tiene la idea de que esto moviliza a mucha gente y pues no, los grandes espectáculos movilizan mucha gente, pero las culturas no necesariamente movilizan mucha gente, movilizan otras cosas, cosas que permanecen. Entonces desde ese momento yo sí pensé con mucha claridad y vi con mucha claridad que el terreno de las culturas, de la interculturalidad, de verdad proponer un diálogo desde ahí, era de alguna forma la oportunidad que teníamos como país de empezar a encontrar, no un consenso, no ponernos todos de acuerdo, sino quizás la idea de que podemos ser diferentes, podemos pensar diferente, podemos sentir diferente. Pero sí podemos de alguna manera vivir pacíficamente, a veces ni siquiera necesitamos hablarnos. No vamos a ser felices todos. La paz no es eso. La paz es que podamos hacer unos acuerdos sociales y las culturas permiten eso, porque de una u otra manera el reconocer al otro al decir: usted tiene el mismo derecho que yo, usted es negro, usted tiene el mismo derecho que yo, usted es indígena, pero usted tiene el mismo derecho que yo, incluso el derecho cultural a tener su propio idioma y a que ese idioma se promueva de la misma manera que se promueve el otro y así sucesivamente, pues la gente entiende que es igual, que no hay una injusticia epistémica, que no hay una injusticia cultural. ¿Y eso se transforma rápidamente? No Son generaciones pensando que se puede, transformando cosas tan complejas como la educación. Si uno se educa con gente igual a uno, pues esto no va a ocurrir. Si uno no conoce otras sensibilidades, si en la casa jamás le muestran otras cosas distintas a las de uno, si no hay esa suerte de fuerza interior en los padres, en las madres, para que sus niños, en vez de protegerlos pensando que se tienen que parecer a uno alentarlos a que sean curiosos y a que conozcan otras realidades, creo que no vamos a transformar. En este momento hay una estrategia que se llama “Cultura de paz” y busca eso, y estamos tratando de abrir espacios en la ONU, tratando de alguna manera dignificar el trabajo que han hecho los artistas en este país alrededor de eso. A donde uno va en territorios asolados por la violencia, lo que encuentras son resistencias culturales a través de la gastronomía, a través de la música, a través de los símbolos, a través de un montón de cosas. Así como somos una potencia biodiversa, yo creo que somos una potencia cultural, no en un sentido, insisto, del de los eventos, sino de verdad de lo que somos.

Vea la entrevista completa con Juan David Correa, Ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes

Ahora, la Constitución del 91 propende por la multiculturalidad, pero desde el 91 nos hemos encontrado con diferentes visiones de lo que es la cultura o las culturas. Pasamos de la visión monolítica, muy estática, de una cultura clásica culturalista, pasamos por toda la dinámica de las industrias culturales y la monetización y la industrialización de esas culturas, y me parece que estamos en este momento precisamente de muchas voces y como lo dice el nombre mismo, por ejemplo del FIAV, de Artes Vivas. ¿Cómo ha sido este camino y qué es lo que sigue para nosotros?

Yo creo que la peor idea en el mundo hoy sería seguir oponiendo todos esos momentos del desarrollo de las políticas culturales en gracia a discusión que en nuestra era y en nuestro horizonte, digamos, de Occidente, comenzaron con el Ministerio de Cultura francés de André Malraux, que de alguna manera fue quien abrió el tema y empezó a institucionalizarlo. No quiero decir que en otros lugares no haya habido otras cosas, porque después se malentiende, pero digamos que Malraux significa un punto de inflexión en la manera de enfocar la acción estatal sobre lo que llamaríamos las culturas, las artes. ¿No habría que entonces desdeñar nada de lo que se ha trabajado desde entonces? Porque yo sí tengo la convicción de que los las personas, incluida la burocracia cultural en lo que se ha empeñado durante 60 o 70 años, partiendo de lo que estoy diciendo, es en crear sistemas de protección, de cuidado, de que esto funcione, de que esto pueda preservar, mantener ciertas cosas. Y yo creo que eso evidentemente nos muestra que hay un conocimiento generacional, intergeneracional y un saber que no debemos perder. Yo sí fui absolutamente y radicalmente contradictorio a la idea de la economía naranja. Me parecía que esa ya era la extremización, si se quiere, de lo que llamaron las industrias culturales durante los 90 y comienzos. Yo propendo obviamente por olvidarme de ese momento, pero de ahí para atrás de imaginar que muchas buenas cosas de las industrias culturales. Usted habla del FIAV, de las ciudades, de los sistemas de convocatoria, de los centros urbanos. Se han hecho miles de cosas. Bogotá es un modelo: tiene festivales al parque desde hace 30 años. Hay escenarios, hay bibliotecas. Nosotros que quizás crecimos en una ciudad anterior como niños, pues no había tanto, la verdad. O sea, aquí hay unas cosas que se han hecho que son muy virtuosas y esa es la fuerza de la gente, de los gobiernos, de la gente que ha querido que esto suceda. Entonces yo no quiero entrar en una oposición. Yo lo que quiero imaginar más bien es que holísticamente las culturas contienen todas esas cosas y todas esas oportunidades. Si uno puede de alguna manera tener industrias culturales que generen recursos, que vayan a alimentar, cuidar y nutrir otros sectores, como por ejemplo los sectores teatrales o los músicos que no van a llegar a tocar allá, pero merecen una vida pública tocando en restaurantes o en teatros. Y con esa Pulep (Ley de espectáculos públicos) ayudarles. Yo creo que Patricia Ariza (su antecesora) tuvo un acierto muy grande porque nos puso a pensar en cómo va a convivir el saber ancestral de la partería, el viche, la lengua palenquera, con el arte, que es un poco en lo que se enfocó más la gestión pública cultural en los últimos 15 o 20 años en las industrias culturales y la cultura. Yo creo que como el gran organizador del tiempo, de la imaginación, del espacio, yo estoy convencido de que un país avanza el día que entienda que tiene que tener una transformación cultural, no una transformación de hacer más shows, no, una transformación cultural profunda que entienda que para transformar cualquier territorio en el tema del agua, del trabajo, de la economía, de la alimentación, usted tiene que conocer culturalmente cómo está conectado ese territorio, cuáles son las personas que viven allí, cómo viven, cuál es el conflicto del río, que pasa aquí, la mina de oro que está aquí. Ese conocimiento cultural nos ayudaría a intervenir todo. Porque el oro en sí mismo no tiene la culpa. La coca no tiene la culpa. Las plantas sagradas no tienen la culpa. Es la idea de lo que hemos convertido esas materiales o esos vegetales, sometiéndolos a unos sistemas de transformación, pues que nos han conducido realmente a un sistema muy loco.

¿Cuál ha sido el impacto y cuál es su balance en este primer FIAV?

Yo creo, Alejandro, que usted, yo y quizás la gente mayor de 40 años entiende la trascendencia que tuvo en nuestras vidas que cada Semana Santa de cada dos años, desde nuestra adolescencia hasta nuestra adultez, en esta ciudad hubiera un carnaval de teatro que nos iluminaba el alma por dentro. Para la gente que no tenía como irse de vacaciones, era la oportunidad de no necesariamente pagar en sala porque había espectáculos de calle, pero la ciudad se reunía, entendía que había un espacio público común. Cuando yo llegué a este despacho, esa idea venía cocinándose por parte de Fabio Rubiano, Octavio Arbeláez, de grupos teatrales de la ciudad. Y la verdad, yo pues apoyaba el asunto y dije listo, hagámoslo, ¿pero cómo se hace eso? Yo lo que dije es vamos a ponerlo en práctica, pero bajo varias decisiones. La primera, el ministerio no es el dueño del festival. No, vamos a convencer a la alcaldía y vamos a convencer a los privados. Y vamos a hacer tres partes que vamos a sostener, por lo menos en sus primeros años este festival, porque si lo sometemos a la lógica de la taquilla, pues el festival no es sostenible. Yo lo que quiero en el fondo es que nos convenzamos de que nos merecemos la belleza, de que nosotros no estamos condenados a todos los días enfrentarnos a la violencia, a la rabia, a la intransigencia. No estoy diciendo que esto vaya a acabar los problemas. Yo no soy un ingenuo, yo no soy un naíf. Yo no soy un tonto que cree que un libro salva la vida. Eso también son discursos que no están bien. La gente tiene que entender la dureza de este país y que no depende además hoy de nosotros solos. Es un país que hace parte del mundo y hay unas organizaciones del mundo que están en este país y esto es un ese diálogo cultural, de la ambición, del mal, de la rabia, es un diálogo mundial. Pero como sociedad yo sí creo que podemos organizarnos en torno a otros proyectos y este es uno de ellos, el Festival Internacional de las Artes Vivas, que tendrá un modelo de gobernanza que tiene unos acuerdos firmados entre la Alcaldía, la Cámara de Comercio de Bogotá, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, y que yo lo que quisiera hoy reivindicar por sobre todas las cosas, es que esto no se lo inventó un ministro, un secretario, un alcalde, un presidente, esto se lo inventó una sociedad y lo que yo quería era recuperar la idea de esa sociedad y que vuelva a la sociedad y que la sociedad se lo apropie.

¿Cuál va a ser la actuación del Ministerio en la COP16?

Así como hay una cultura de paz, una de formación artística y cultural, hay otras dos que tienen que ver con el tema de lo que se ha llamado el medio ambiente tradicionalmente. Y es que al imaginar que los territorios son bioculturales, lo que empezamos a imaginar es que somos una especie viva más. Nosotros no tenemos que cuidar las cosas o dañarlas, sino en todo caso comprender que nuestro desequilibrio o nuestro equilibrio nos va a afectar a nosotros mismos. Somos una especie más. Deberíamos empezar a pensar que así como en algún momento la extinción de un ave, de un insecto produce unos cambios en ese lugar realmente visibles, cualificables científicamente comprobables, lo que nosotros estamos haciendo hace exactamente lo mismo. Para nosotros es muy importante hoy entender que las culturas son las que de alguna u otra manera han transformado para bien los territorios o para mal, porque hay culturas también brutales como las que hemos vivido en el país, una cultura del dinero fácil, la cultura del narcotráfico. Eso ha acabado con muchas cosas. O aquellas que lo han preservado. ¿Quiénes lo han preservado? Bueno, pues vaya usted y mire desde hace 100 años cómo, sin idealizarlos ni romantizarlos, los pueblos ancestrales todavía han podido cuidar sus territorios, sus idiomas, a pesar de vivir en los lugares de mayor arrasamiento. La cultura es capaz de detener ciertas cosas que parecen inexorables, como la extinción de ciertos pueblos.

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