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‘Conversaciones sobre Paz Total’: la importancia de las instancias para la implementación de la paz y su significado para las mujeres

En el tercer capítulo del podcast ‘Voces de Mujeres: Conversaciones sobre Paz total’, analizan el papel de la Comisión de la Verdad y (UBPD).

En el marco del Acuerdo de Paz en Colombia se han creado diversas instancias con el objetivo de contribuir a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Entre estas instancias destacan la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, las cuales desempeñan un papel crucial en el proceso de paz y reconciliación del país. Estas entidades no solo buscan esclarecer los hechos ocurridos durante el conflicto, sino también garantizar la reparación y dignificación de las víctimas con un enfoque especial en las mujeres, quienes han sido significativamente afectadas.

Para comprender mejor el significado y la importancia de estas entidades, especialmente para las mujeres, en el tercer episodio del podcast ‘Conversaciones sobre Paz Total’ enfocado sobre “la importancia de las instancias para la implementación de la paz y su significado para las mujeres”, participó Salome Gómez Corrales, coordinadora del Grupo de Trabajo de Género de la Comisión de la Verdad; Esmeralda Díaz, referente de Género de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas; y Marina Gallego, presidenta del Comité de Seguimiento y Monitoreo a las Recomendaciones de la Comisión de la Verdad, quien además forma parte de la Plataforma de Mujeres y Feministas Cumbre Nacional de Mujeres y Paz. Ellas compartieron sus perspectivas y experiencias.

Aquí están algunos extractos del podcast presentado por PUBLIMETRO COLOMBIA, espacio en el cual estas protagonistas reflexionaron sobre La importancia de las instancias para la implementación de la paz y su significado para las mujeres.

María Andrea Parra (moderadora): Empecemos contextualizando a los oyentes, contándoles qué es la Comisión de la Verdad y cuál es la misión de esta instancia.

Salomé Gómez Corrales: La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad es una instancia del Sistema Integral para la Paz, derivada del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FARC. Nació en 2018 y cumplió su mandato en 2022, entregando su informe final. Ya estamos cumpliendo dos años de esa entrega. La Comisión tuvo como objetivo esclarecer los hechos y las causas estructurales que originaron el conflicto armado, explicando el por qué, el cómo, el cuándo y el dónde de este largo conflicto.

Aunque la Comisión ya no está vigente, su legado perdura a través de las recomendaciones de no repetición. Durante más de tres años, trabajamos escuchando a víctimas y responsables, y esta fue la primera Comisión de la Verdad en el mundo que tuvo la obligación de garantizar el enfoque de género, es decir, asegurar la participación de mujeres víctimas del conflicto armado y de personas con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diverso, incluyendo a personas LGBTIQ+. Ha sido un trabajo arduo y esperamos que su legado cobre cada vez más relevancia.

María Andrea Parra (moderadora): Ahora, Esmeralda, podrías contar, ¿qué es la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas y cuál es la misión de esta instancia?

Esmeralda Díaz: La Unidad de Búsqueda tiene un contexto similar al de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad. Somos fruto del reclamo histórico de las víctimas en la mesa de negociación de La Habana para conformar un mecanismo institucional que garantizara la búsqueda de personas dadas por desaparecidas. Nuestra responsabilidad es dirigir, coordinar y contribuir a la búsqueda de personas desaparecidas en el territorio nacional, con un mandato que cubre hasta el primero de diciembre de 2016. Esta búsqueda está enmarcada en cualquier hecho de desaparición relacionado con el conflicto armado.

Al igual que la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, tenemos la responsabilidad de garantizar la incorporación de todos los enfoques diferenciales, con especial énfasis en el enfoque de género y en los derechos humanos, para la búsqueda, investigación y participación de las personas involucradas.

María Andrea Parra (moderadora): Marina, tú que formas parte del Comité de Seguimiento y Monitoreo de las Recomendaciones, ¿podrías contarnos en qué va cada una de estas instancias y cuál es el estado actual?

Marina Gallego: El Comité se deriva de la Comisión de la Verdad y también proviene del Acuerdo de Paz, ya que el decreto que creó la Comisión de la Verdad, el 588 de 2017, estableció la creación de un Comité de Seguimiento. En análisis comparado, se ha visto que en las Comisiones de la Verdad a nivel mundial, los Comités de Seguimiento son muy escasos y suelen tener una duración corta, lo que dificulta verificar si las recomendaciones de la Comisión se están aplicando.

La Comisión de la Verdad emitió 220 recomendaciones distribuidas en nueve capítulos, derivadas de los 10 tomos del informe. Estas recomendaciones buscan superar el conflicto armado y evitar su repetición en el futuro. La idea es que, en un plazo de 10 a 15 años, se desarrollen cambios centrales para que Colombia pueda hablar de un país sin conflicto armado. No todos los países viven en conflicto armado; América Latina, en general, no lo hace, aunque sí enfrenta criminalidad. Superar el conflicto armado es fundamental para nuestro país.

María Andrea Parra (moderadora): Ahora que hemos contextualizado las instancias y su estado actual, ¿Cuáles son las principales preocupaciones que han expresado las mujeres que fueron escuchadas al momento de recoger sus testimonios?

Esmeralda Díaz: para la Unidad de Búsqueda, el proceso es un poco distinto al que siguió la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, porque nosotros estamos en un proceso de investigación de un hecho, un crimen: la desaparición. Nosotros recogemos información que aporte a la investigación para esclarecer y, fundamentalmente, para ubicar los lugares de disposición de los cuerpos en caso de que las personas estén fallecidas, o la ubicación de las personas encontradas con vida. Lo que hacemos a través de la conversación y los diálogos con las mujeres en el proceso de investigación es recoger toda la información de miles de mujeres que en Colombia llevan buscando más de 40 años. La principal preocupación de ellas es, por supuesto, encontrar a las personas dadas por desaparecidas. Sin embargo, una preocupación subsidiaria es que podamos dar cuenta de lo sucedido en el marco de la desaparición, que también es parte de nuestra misión: poder decirle a la gente qué pasó, cómo pasó y cuáles son las garantías que podemos entregar en términos de recomendaciones al país, una vez termine nuestro mandato, para evitar que las desapariciones sigan ocurriendo. Aunque nuestro mandato tiene una fecha límite para la investigación, en Colombia hoy siguen desapareciendo personas. Para nosotros es muy importante contribuir a la conversación nacional y, sobre todo, para las mujeres es crucial aportar a la discusión para que, como sociedad, podamos decir que la desaparición no es un destino que se merece nadie en ninguna circunstancia. Esta es una preocupación constante de las mujeres en los territorios, porque finalmente ellas son quienes han sostenido la paz en este país y están viviendo las principales consecuencias de la desaparición y del conflicto en los territorios. Por eso, para ellas es de gran interés no solo encontrar, sino también asegurarnos como sociedad de que esto no le vuelva a ocurrir a nadie.

Salomé Gómez Corrales: En el marco de la Comisión de la Verdad las mujeres participaron desde su incidencia para la creación de la comisión. Su influencia fue crucial para que en el mandato se estableciera la necesidad de crear un grupo de trabajo de género, el cual estuve liderando. La participación de las mujeres en estuvo presente durante todo el proceso, desde su planificación metodológica. Esto es muy relevante porque, a menudo, los enfoques de género se entienden como acciones de transversalización o afirmativas, pero muchas veces quedan como un añadido. Que esto estuviera establecido desde el inicio permitió que, después de años de trabajo, pudiéramos entregar un informe específico que reflejara lo que les había pasado a las mujeres en el marco del conflicto armado. Hablo del volumen “Mi Cuerpo es la Verdad”. Aunque empezamos con acciones de transversalización, las voces de las mujeres están presentes en todo el informe de la Comisión de la Verdad, ya que vivieron todos los hechos y narraron sus impactos. En este capítulo específico, pudimos documentar los hechos y circunstancias particulares que vivieron las mujeres.

Pudimos escuchar a casi más de 10.000 mujeres de manera directa, muchas de las cuales nunca habían contado estos hechos a ninguna instancia de justicia ordinaria, como las violencias sexuales que sufrieron hace muchos años. También entregamos un capítulo específico sobre las causas estructurales y los hechos particulares que vivieron las personas LGBTIQ+. La participación de las mujeres fue posible gracias a los procesos organizativos que ya existían en el país. No solo escuchamos de manera individual, sino que recibimos más de 70 informes desde los territorios que hablaban de los hechos, los impactos y las resistencias. Este informe no solo recoge el dolor, sino también la esperanza y la resistencia de las mujeres para que el conflicto no haya sido peor de lo que ya ha sido. La participación de las mujeres fue fundamental para la Comisión de la Verdad, y esto se logró gracias a la creación de un grupo que recogiera sus voces y diversidades. Es importante hablar de las mujeres en plural: mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas, rurales, con diversidades sexuales y con formaciones distintas. Eso hizo muy particular a esta Comisión de la Verdad.

Marina Gallego: Creo que los 10 tomos son sumamente importantes porque relatan al país lo que hemos vivido durante más de 50 años, casi 60 de conflicto armado. Lo que recogen esos tomos, incluyendo el de “Mi Cuerpo es la Verdad”, refleja precisamente lo que ha padecido este país: relatos muy espeluznantes, difíciles y complejos que la sociedad tiene que asimilar como su historia para evitar la repetición. Cuando logramos entender lo que nos dice la Comisión de la Verdad, a partir de las investigaciones, testimonios y el trabajo territorial, vemos que se ha hecho un esfuerzo por ir a la profundidad de los territorios y recoger voces no solo de las víctimas, sino también de otros actores, como excombatientes, paramilitares, expresidentes, empresarios, etc.

Lo que expresa Salomé sobre “Mi Cuerpo y la Verdad” se profundiza en los aspectos y territorios donde la guerra se ensañó más. En el caso de las mujeres, la Comisión de la Verdad documentó que fue mayor con mujeres rurales, campesinas, indígenas y afrodescendientes. Las mujeres sufrieron diversos tipos de violencia: desaparición forzada, violencias físicas, asesinato de hijos e hijas y esposos, violencia sexual, amenazas constantes, desplazamiento, despojo. Muchas mencionan haber experimentado hasta cinco o seis actos de violencia durante el conflicto armado, y aún seguimos produciendo víctimas, por lo que estas violencias se siguen expresando en los territorios.

María Andrea Parra (moderadora): ¿Qué significan entonces las recomendaciones?

Marina Gallego: Significan que, para abordar todas estas persistencias y estos asuntos tan arraigados, ya que llevamos 60 años de conflicto armado y esto ha afectado a varias generaciones, se requiere remover los obstáculos mediante los cambios propuestos. Uno de estos cambios es la aplicación del acuerdo de paz. El acuerdo de paz no es solo un acuerdo entre las FARC y el gobierno; aunque lo firmaron, es necesario para satisfacer las necesidades del país. Una reforma agraria, por ejemplo, es crucial, ya que la cuestión de la tierra es central en el conflicto armado, como también lo indicó la Comisión de la Verdad, que lo está develando con el proceso judicial. La reforma agraria, que tiene muchos componentes, es fundamental para superar el conflicto armado. Además, los otros puntos del acuerdo, como la participación, han avanzado muy poco en ocho años desde la firma del acuerdo.

Esto es porque todo pasa por el Congreso, y el Congreso no ha hecho las reformas en participación que se requieren. El conflicto armado también produjo exclusiones económicas, políticas y sociales, que han dejado territorios fuera del alcance del Estado Social de Derecho y de la Constitución, lo que tiene consecuencias actuales. Por lo tanto, es muy importante realizar reformas que mejoren la participación política y la protesta social. La falta de estas reformas contribuyó a los eventos del 21, ya que son asuntos represados que desembocan en movilizaciones. Además, la falta de un tratamiento adecuado del conflicto armado ha llevado al resurgimiento de grupos después del acuerdo de paz. Es necesario desactivar estos grupos, como menciona el punto tres del acuerdo. El gobierno está intentando hacerlo con la paz total, aunque no sabemos si tendrá éxito. El problema de las drogas y el tema de las víctimas también son cuestiones importantes.

En resumen, todo esto se relaciona con las mujeres. Cualquier reforma política debe considerar la paridad y otros aspectos importantes. En la desactivación del conflicto armado, nadie está más interesado en que cese la guerra en los territorios que las mismas mujeres. Ellas dicen que una forma de reparación es que no haya más violencia. La violencia en el conflicto armado es un continuo que afecta tanto el ámbito doméstico como los espacios sociales, políticos y comunitarios. Las recomendaciones abordan no solo el acuerdo de paz, que representa el 52% de las recomendaciones, sino que también afectan nuestras vidas y cuerpos. Por lo tanto, debemos asegurarnos de que se cumplan.

Salomé Gómez Corrales: Creo que Marina ha proporcionado un gran contexto. Agregaría que la participación, como señala Marina, es fundamental en el marco del proceso de justicia transicional. Las mujeres han planteado las necesidades de reforma, por ejemplo, en la justicia ordinaria, debido al alto nivel de impunidad frente a hechos de violencia de género y sexual. La Comisión de la Verdad, como mecanismo oficial, es muy importante porque le dice al país lo que nos pasó y que esto no puede volver a ocurrir. Las mujeres han vivido todos los horrores del conflicto armado, no solo las violencias sexuales, sino también desplazamiento, tortura, exilio y amenazas, a menudo acompañados de violencias sexuales como despojo de tierras.

La Comisión también abordó, por primera vez, las violencias reproductivas, como abortos o embarazos forzados, y los impactos en los hijos e hijas que presenciaron violaciones. Las mujeres, a pesar del dolor, han dejado al país recomendaciones muy específicas. En el capítulo correspondiente, se recogieron más de 400 recomendaciones de mujeres y personas LGBTIQ+, consolidadas en el informe final. Estas recomendaciones buscan asegurar que lo vivido no se repita. La Comisión, como órgano extrajudicial, no buscaba responsabilizar a individuos, sino determinar patrones y explicar. Muchas mujeres hablaron por primera vez para que sus historias y dolores fueran conocidos y para evitar que otros sufran lo mismo.

Marina Gallego: Además, hablar en una instancia segura como la Comisión también tiene un efecto sanador para las mujeres. No se trata solo de contarle a una psicóloga, sino de sentir que una Comisión oficial recoge y valida sus experiencias. Esto también tiene un elemento sanador.

Esmeralda Díaz: Me parece muy importante lo que han mencionado sobre la diversidad de las mujeres y las múltiples necesidades en medio de la difícil tarea de hablar sobre el conflicto armado. A menudo, al investigar hechos de violencia, nos centramos en el hecho mismo y sus repercusiones físicas. Sin embargo, la Comisión nos ha enseñado a entender la diversidad de las mujeres y el impacto diverso del conflicto armado, no solo emocional y físico, sino también económico y en el tejido social y cultural.

El trabajo de la Comisión de la Verdad ha abordado aspectos como la pérdida del arraigo cultural en comunidades negras e indígenas debido al desplazamiento. Por ejemplo, las tradiciones como los peinados ancestrales se pierden en el traslado a comunidades urbanas. Además, el impacto de trabajar con violencia todo el tiempo también afecta a quienes trabajamos en estas instituciones.

Salomé Gómez Corrales: Sí, yo creo que es muy importante destacar este ejercicio de por qué las mujeres también hemos abanderado la lucha por la paz. Las mujeres han sido víctimas, pero también hemos sido las grandes defensoras de la paz. Por eso mencionaba cómo participaron las mujeres en la comisión; desde antes de la comisión, la existencia de la misma se debe también a la incidencia de las mujeres, a las luchas de las mujeres que decían que no podía haber un acuerdo sin nosotras. Si somos las víctimas, ¿cómo no íbamos a estar allí? La resistencia de las mujeres ha sido en su mayoría de manera pacífica.

Es crucial señalar esto, pero también es importante reconocer el ejercicio de confiar a otra mujer la historia. ¿Por qué siento esa empatía? Porque somos las mujeres las que regularmente estamos haciendo este ejercicio desde la mirada social: esa escucha para sanar, esa escucha para acercarnos un poco al dolor del otro. Claro, no voy a llegar a tu dolor, pero puedo dimensionarlo. Ahora, empezamos a evidenciar también esos impactos en quienes documentamos. Creo que es fundamental rescatar los distintos lenguajes que usamos en la Comisión de la Verdad para recoger los relatos y contárselos al país. No es lo mismo hacer una encuesta; no se trataba de una encuesta, sino realmente de recoger un relato. Eran relatos de horas y no es lo mismo escucharlo en una oficina que en la cocina. Llegamos a la cocina, a la escuela y a muchos otros espacios. Esos otros lenguajes, a través de un poema, una canción, una obra de arte, un video o historias narradas, también permiten hacer pedagogía y sanar. Eso es lo que se busca con todo este relato tan doloroso que tiene el informe de la Comisión de la Verdad.

Marina Gallego: Y como dice Salomé, hablando de precedentes, creo que lo que permitió que quedáramos en la Comisión de la Verdad fue el movimiento que se generó mucho antes. Los operadores del acuerdo de paz no lo hubieran tenido en cuenta si no hubiese habido un movimiento que movilizó a las mujeres como actoras políticas, no solo como víctimas, sino como actoras políticas. Por eso pudimos llegar a la mesa de negociación entre el gobierno y las FARC, y que el acuerdo tuviera esa perspectiva. El capítulo final del informe relata muy bien todo lo que hicieron las mujeres como movimiento social, como actoras políticas y sociales en torno a la terminación del conflicto. Aún seguimos trabajando, pero negociar con las FARC fue un punto muy central en el país. Aunque hoy parezca que no, era una fuerza bastante presente en la vida de los colombianos y las colombianas. Negociar con ellos bajó muchas situaciones, aunque ahora enfrentamos otros problemas. Con este acuerdo, las mujeres también incidimos desde mucho antes y, por supuesto, lo que quedó en el sistema integral, que no solo fue la Comisión. La Comisión tuvo casi la mitad de sus comisionadas como mujeres y la JEP también, con la mitad de las magistradas siendo mujeres, lo cual fue fruto de nuestra incidencia con el comité de escogencia. También en la Unidad de Búsqueda, insistimos para que una mujer fuera la directora, y afortunadamente, una mujer ocupó ese cargo. Tenemos mucho que aportar al país en la construcción de paz, y esto viene desde antes.

Quisiera que revisáramos en qué estado se encuentran las recomendaciones, porque no se quedaron quietas. Si quieres, introduzco el tema. No sé si las compañeras quieren hablar sobre la ley que acaba de aprobarse, que es una recomendación: la Ley de Mujeres Buscadoras. Esto es sumamente importante, ya que era una reivindicación. En los años ochenta, se empezó a hablar de la desaparición en Colombia y de la desaparición política, que tiene una especificidad en el conflicto armado. Las mujeres, como Fabiola Lalinde y otras, representaron esta búsqueda. También se expresa en España y México con las buscadoras allí.

En la Comisión, con todos los relatos, quedó esta recomendación para que se cumpliera. Las mujeres buscadoras empezaron a sentirse como sujetas activas en la búsqueda, no solo como la madre, prima o hermana que busca, sino como un cuerpo sólido que impulsa la búsqueda de sus familiares e influye en el trabajo familiar y comunitario. También se reflejan los costos personales de la búsqueda para ellas, y creo que esto está reflejado en la ley. Ya es una recomendación cumplida, aunque siempre hay que seguir trabajando en los detalles.

María Andrea Parra (presentadora): Me parece muy interesante que hayas mencionado la Ley de Mujeres Buscadoras. Quería preguntar sobre cómo ven la participación activa de las mujeres, tanto de quienes trabajan en la unidad como de las que son escuchadas.

Esmeralda Díaz: Creo que lo que decía Salomé y Marina es fundamental. La participación de las mujeres en la unidad de búsqueda y en la búsqueda de personas desaparecidas es crucial. Cualquier tema relacionado con la paz no comienza con la justicia transicional ni con el acuerdo de paz. La participación de las mujeres por la paz es un asunto desde la creación de la república. Hemos sido nosotras quienes hemos facilitado la construcción de escenarios para garantizar una vida digna en los territorios más afectados por la violencia. La Unidad de Búsqueda es resultado de las luchas de mujeres organizadas en diferentes asociaciones y colectivos, como Asfades, Movice, y muchas otras, que han enfrentado la institucionalidad y han desarrollado metodologías de investigación sorprendentes.

La participación de las mujeres en la búsqueda y en el trabajo de recolección de información es fundamental. El trabajo de la Fundación de Erika Bautista, por ejemplo, ha sido crucial para lograr el reconocimiento de las mujeres buscadoras y los impactos económicos, psicosociales y familiares de la desaparición. La ley de mujeres buscadoras refleja este trabajo y reconoce la participación de las mujeres en la búsqueda y en las garantías de no repetición. Las mujeres buscadoras están empujando todos los días para garantizar que la paz sea un propósito colectivo.

María Andrea Parra (moderadora): Yo quisiera ahondar un poquito en ese tema de las garantías de la no repetición, que además es bien complejo, especialmente para ustedes que trabajan en eso. Escuchan a las mujeres, recogen sus testimonios, los ponen sobre la mesa y los traducen en recomendaciones. ¿Cómo garantizar la no repetición cuando tú estás escuchando a una persona en territorio que ha sufrido violencia? ¿Cómo llevar a cabo ese proceso a nivel país, que es súper complejo? Vale la pena discutirlo un poco más a fondo.

Salomé Gómez Corrales: Creo que ese es uno de los retos más complejos que tenemos. Implica una comprensión clara de lo que significa la no repetición. Recogiendo un poco lo que plantea Esmeralda, es evidente el reconocimiento a la participación de las mujeres en todos los procesos. Pero eso no debe eximir al estado de su deber. El estado tiene la responsabilidad de hacer la búsqueda; si bien existe la unidad de búsqueda, debe reconocer lo que han hecho las mujeres, sin que esto implique que ellas asuman una responsabilidad que no les corresponde.

Las recomendaciones de la comisión, que han estado en tres líneas, abordan las responsabilidades de la sociedad civil, los actores armados y las recomendaciones para la sociedad en general. Las recomendaciones para la sociedad civil apuntan a la reflexión sobre la omisión y la falta de acción en el pasado. Las recomendaciones para los actores armados se centran en asegurar que quienes firmaron la paz se mantengan en el proceso y no regresen al conflicto.

En clave de género, romper el círculo de violencias contra las mujeres es fundamental. En el marco de la comisión, se pudo documentar que las mujeres no solo sufrieron violencias en el contexto del conflicto armado, sino que también han sido víctimas de violencia en sus vidas personales y en su entorno cotidiano. La no repetición debe incluir una reparación integral: económica, social y política. El informe de la comisión revela cómo las mujeres fueron expulsadas de la democracia y enfrentaron obstáculos en su participación política.

El reto de la no repetición es enorme y debe ser asumido como una responsabilidad colectiva. Cada sector de la sociedad tiene un papel en esta tarea. Las personas que dejaron las armas tienen un compromiso específico, y la sociedad civil debe seguir exigiendo garantías para todos, incluidos los grupos históricamente marginados como la comunidad LGBTIQ+. La discriminación persistente y la violencia contra las mujeres y otros grupos reflejan la necesidad de un cambio cultural profundo.

Marina Gallego: Agregaría que la no repetición es una tarea a corto, mediano y largo plazo. El país está en transición, y aunque a veces parezca que no avanzamos, sí hemos hecho progresos. Por ejemplo, la movilización social en 2021 mostró una fuerza que se había acumulado por décadas de reclamos no cumplidos. Las movilizaciones, como la del estallido social, reflejan una demanda por un cambio real.

En términos de representación política, aunque se han hecho avances, como el aumento en la cuota de mujeres en el congreso, aún enfrentamos desafíos. La necesidad de una reforma que permita una representación más equitativa es crucial. La pluralidad en el congreso debería reflejar la diversidad de la sociedad.

En cuanto a las recomendaciones, hemos avanzado en la implementación de la ley de mujeres buscadoras, y se está trabajando en un plan nacional y un estatuto de igualdad que aborden las demandas sociales, económicas, culturales y reproductivas. Sin embargo, la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema grave, con altos índices de feminicidios. El objetivo es que la paz también incluya la seguridad y el bienestar de las mujeres.

Esmeralda Díaz: Me parece importante comenzar por algo que dijo Salomé: el conflicto armado no inventó el machismo, el racismo o las formas de discriminación. Estos problemas existían antes del conflicto y el conflicto los exacerbó. La no repetición debe abordar estas formas estructurales de discriminación y garantizar que las mujeres no solo reciban justicia por los crímenes del conflicto, sino que también se eliminen las formas de violencia y discriminación persistentes en la sociedad.

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