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“Necesitamos a las tías del mundo para que muevan estos temas también”: Li Cuéllar

Li Cuéllar, Directore y cofundadore en Fundación Sentiido, nos explica la importancia de divulgar los temas LGBTIQ+ para construir puentes y educar a una sociedad en la que el machismo está “muy enraizado”.

Li Cuéllar: Directora y cofundadora en Fundación Sentiido
Li Cuéllar: Directora y cofundadora en Fundación Sentiido (Juan Pablo Pino)

Con un rulo enrollado sobre la frente y el acento más bogotano del planeta, Li Cuéllar a veces personifica a La tía Nora, un personaje que caricaturiza los segmentos más tradicionales de la sociedad colombiana y que nos invita a reflexionar sobre la inclusión de la población LGBTIQ+. Es una de sus muchas formas de tender puentes, educar y tratar de hacer de este mundo un lugar mejor para todos, como elle misme dice. Li, con un doctorado en Historia y una larga carrera en el activismo y la docencia, es una de las confundadoras de la Fundación Sentiido, un think tank que trabaja por la disminución de prejuicios, estereotipos y violencias contra las personas LGBTIQ y las mujeres, por medio de la investigación, el periodismo con enfoque de diversidad sexual y de género y las consultorías y entrenamientos a empresas y organizaciones de la sociedad civil, y se identifica como una persona no binaria, algo que elle explica como “esa persona que simplemente no se siente que puede encasillarse entre ser un hombre y ser una mujer, independientemente de los genitales que tenga”.

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Lo invitamos a conocer Sentiido y su trabajo contra estereotipos, prejuicios y violencias

En un diálogo franco y abierto con PUBLIMETRO, Li Cuéllar nos habló sobre el papel de la comunicación y la representación en la consolidación de derechos individuales, y cómo la transformación no está llegando por leyes sino a través de la sociedad civil.

¿Cómo nació Sentiido?

Sentiido nació en 2011 como un blog que se llamaba Sentido Contrario, en el que escribíamos columnitas de la vida cotidiana de personas LGBTIQ+. En 2011 el cubrimiento de temas LGBTIQ+ era muy distinto al panorama que es ahora, y precisamente surgió como una angustia: no estamos en ninguna parte, ¿no? Como que siempre estamos y salimos en la esquinita, por allá al fondo de la última página de la revista. Entonces dijimos hagamos una. María Mercedes Acosta, que es la cofundadora, estaba trabajado en grandes casas editoriales, entonces tiene una escuela de periodismo de casa editorial y nos dijimos: inventémonos un medio que hable sobre temas LGBTI. En esa época el recibimiento de esto fue bastante bueno y muy pronto, porque nosotros lo hacíamos desde otra perspectiva, desde la vida cotidiana, desde el humor, desde contar historias de personas. Y entonces en al año siguiente decidimos convertir a Sentido Contrario en Sentiido, un medio de comunicación. Y así nos empezamos a proyectar.

Pero digamos que en 2013-14 el panorama de los medios en el cubrimiento de temas LGBT cambió radicalmente. Ya salían El Tiempo, El Espectador, Semana como con cosas grandes, bien hechas, y pues obviamente son plataformas de 120 años o más que decíamos: ¿dónde está nuestra relevancia? Entonces esto ha sido un proceso muy lindo de entender que nosotros hacemos además más cosas que solo periodismo y que nuestro periodismo tiene un valor agregado, que es un periodismo con enfoque de diversidad sexual y de género, un enfoque de derechos humanos que es un periodismo súper riguroso. Le apostamos a lecturas largas, le apostamos a temas con muchas fuentes, videos largos, porque ya entendimos que no podemos controlar las prácticas de lectura de la gente. Cada cual decide si lee un título, si lee el texto completo, pero también lo hacemos con humor, con creatividad, trabajamos con ilustradores, porque también nos hemos dado cuenta de que tenemos como diferentes audiencias y que hay unos que leen y otros que no leen, o hay unos que ven videos y otros que no.

En ese punto crítico nos dimos cuenta de que hacíamos, además de periodismo, otras cosas. En este momento se define como un ecosistema narrativo que tiene tres líneas que todas buscan la reducción de los prejuicios y las violencias contra las personas LGBTI y las mujeres. La primera línea es el periodismo con enfoque de derechos humanos. La segunda línea es las investigaciones y producción de conocimiento, como la reciente Encuesta de Educación Sexual que hicimos con el Centro de Derechos Reproductivos y Poderosas. Y la tercera línea son consultorías a empresas. Somos una organización en este momento, que es una organización interdisciplinaria. Es decir, trabajamos con personas de muchas áreas. Hemos tenido filósofas, matemáticas, abogadas trabajando en ese sentido, y creo que Sentiido en este momento su lugar es prestar un servicio a la sociedad general, educativo, informativo, de producción, de conocimiento y de capacitación para que otras personas se vuelvan multiplicadoras de la reducción de las violencias y los prejuicios. Somos una organización LGBTIQ+ y feminista.

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¿Cómo se ha visto el impacto de políticas públicas y la transformación social con respecto a la población LGBTIQ+?

Yo creo que en los últimos diez años ha habido una transformación impresionante. Colombia tiene una particularidad con respecto a los otros países de la región y es que tiene un nivel de protección de derechos LGBT muy altos. Sí, a diferencia de Paraguay, Bolivia, Perú y Centroamérica, y no por el Legislativo. Claramente ningún derecho LGBT ha pasado por el Congreso, todos por Corte Constitucional o sentencias o decretos. Cuando uno va y mira, uno dice: se pueden. Las parejas del mismo sexo se pueden casar, pueden adoptar, las personas trans pueden hacer la corrección de su componente sexo y nombre en el documento, pero la parte cultural y la parte social es muy lenta. Colombia tiene un machismo muy enraizado, prácticas homofóbicas, muy fuertes, una historia de violencia muy profunda que también evidentemente impacta a las personas LGBT. Entonces, yo creo que ha habido un cambio muy importante, por ejemplo, en la multiplicación de organizaciones LGBT, o de organizaciones que hablan sobre temas LGBT y cómo eso ha ayudado a impulsar conversaciones en otros espacios en los medios de comunicación, en las universidades, en el gobierno. Yo soy una gran creyente de la sociedad civil. Para mí es como los que mueven todo, los que cambian el mundo y nosotros necesitamos ayudarle a estas personas que son los políticos, los periodistas, los educadores, los artistas a que tengan más y mejor información.

Por eso en Sentiido nos definimos como una “organización ñoña-cool”, porque somos una parranda de nerds diciendo: ¡ey! Hagamos una encuesta para ver si es verdad o no, pero también hablamos con ilustradores súper jóvenes, hacemos un personaje que se llama La tía Nora... O sea, como que también tratamos de encontrar diferentes framings para los diferentes públicos que tenemos y entendemos que esas necesidades son muy específicas y que no podemos hablar con un lenguaje activista a las tías, pero necesitamos a las tías del mundo para que muevan estos temas también en sus círculos. Entonces para nosotros también es muy importante y es una apuesta que tenemos, que es la construcción de puentes. Por ejemplo, uno de los proyectos más largos que hemos tenido es “Religión más diversidad”, que el nombre largo es “Tendiendo puentes entre religión y diversidad”. Surgió a partir de 2016 con la polémica sobre “la ideología de género”, toda esta gente hablando de “las cartillas homosexualizadoras”, y lo que hicimos en Sentiido fue al contrario. Nosotros dijimos: hay gente LGBT que es religiosa, hablemos dónde está, hablemos con ellos a ver a dónde van. Entonces empezamos a tener alianzas con iglesias evangélicas incluyentes. Hacemos alianzas con pastores e iglesias metodistas, anglicanas, mormona y la Iglesia de las Américas. De hecho, vamos a ir a la OEA con la coalición de religiones. Nosotros hemos tenido un papel fundamental en poner esta conversación sobre la mesa, y es que esto no es una pelea, esto no es una guerra por allá. Hay gente que dice que sí, porque la gente no tiene por qué tener que escoger entre su espiritualidad y su identidad, porque muchas veces son la misma cosa. Entonces creo que ese cambio, por ejemplo, tiene un lugar muy importante en la transformación de esa conversación sobre la religión y la diversidad sexual, porque mucha gente LGBT le daba pena decir que era evangélica o católica, porque tenía que ser liberal, porque la Iglesia te ha jodido la vida y porque es el colmo que tú reces. Y eso no es tan sencillo. Entonces creo que es clave esa manera de crear otras conversaciones, no solamente desde los derechos, sino lo nuestro, que es el cambio cultural. Nuestro advocacy es el cambio cultural.

¿Y cómo le explicamos a la tía o el tío qué es una persona no binaria?

Yo lo que diría es: ¿tu te acuerdas como era yo a los 12 años? Eso es una persona no binaria. Es decir, es como mirar las fotos familiares. Es decir, ser una persona no binaria no es solamente todos los tecnicismos de si utiliza la E o no, si se cambia el nombre o no, si un día se viste de hombre y otro de mujer, sino que es esa persona que simplemente no se siente que puede encasillarse entre ser un hombre y ser una mujer, independientemente de los genitales que tenga. No estamos hablando de genitales, estamos hablando de identidad. Para la mayoría de personas es súper fácil: yo nací y me dijeron niña y yo toda la vida me construí como tal, pero hay personas que se cuestionan eso y ni siquiera saben que se lo están cuestionando. Y por eso vuelvo a la foto de familia de cuando yo tenía 12 años y es: ve y mira las fotos de la Navidad a ver cómo me veía yo. Seguramente mi familia se acostumbró a verme así, pero si lo mira con este filtro van a decir: ¡es que estaba ahí desde siempre! Siempre fue así, como que uno no sabía si era un niño o una niña. O en la calle cuando lo miran a uno con esos ojos de: ¿es un hombre o una mujer? Creo que no es solamente una cosa de generarle confusión a la gente, sino que es para uno. Para mí, que me nombré como persona no binaria a los 40 años, es encontrar una palabra que pudiera explicar todo lo que yo he sido toda la vida. Y es que yo no solamente no me siento que encajo en el rol de la mujer que se me estaba asignando la sociedad, pero yo no quiero ser un hombre. Y cuando yo me veo así, neutra, me siento feliz y me siento tranquila y me siento en mi piel.

En medio de estas construcciones discursivas del género y de la identidad, uno de los grandes problemas es la construcción de las nuevas masculinidades, y en esta crisis de nuevas masculinidades es donde se está engendrando todo el gravísimo problema de violencia contra la mujer y contra la diferencia. ¿Cómo lo ves tú?

AA mí el tema de las nuevas masculinidades me parece un desafío enorme, porque siento que las personas que estamos en el activismo, en los movimientos de derechos humanos, tenemos que repensarnos también. ¿Cómo volver a involucrar a los hombres en esta conversación? Porque es una realidad que los hombres están súper confundidos y no saben qué hacer, no saben cómo tener la conversación. Entonces uno les dice converse con sus amigos sobre esto, ¿pero qué converso si ni siquiera sé cómo?

Nunca nos educaron para tener esas conversaciones...

¡No! Yo sé que muchas personas dicen: “no me uses para enseñarte, edúcate por internet o no sé qué”, pero yo sí tengo una postura en la vida y siento que parte de mi misión en la vida es “úsame para educarte”. Si tú tienes preguntas, pregúntame. Yo no tengo la verdad, pero creo que puedo tener alguna información que te pueda servir. Entonces creo que la conversación sobre las masculinidades de la primera manera como se manifiesta, es con la resistencia, ¿no? Cosa del tipo: “ya no se puede hacer nada porque todo es acoso, ya no se puede decir nada porque entonces las feminazis”, y yo le pongo el ejemplo a la gente, pensemos esto cuando hablamos de racismo. Cuando a uno le dicen “oye, qué comentario tan racista”, uno se pone súper a la defensiva: “es que ya no se puede decir nada, es que era solo un chiste”. Es básicamente lo mismo que nos pasa a las personas blancas cuando empezamos a darnos cuenta el nivel de racismo en el que hemos sido educados y las prácticas racistas que tenemos y cómo simplemente tener la actitud de pues mira, si esta es mi piel es blanca, me abre las puertas de toda la ciudad y todo el país y América Latina completa, ¿entonces qué puedo hacer yo para utilizar esto para que la sociedad sea un lugar mejor para otras personas que no les pasa eso? Entonces es casi que ponerse en la misma posición cuando los hombres están sintiéndose tan incómodos y creo que hay una ansiedad social súper fuerte. Porque te lo iba a decir antes también con lo de las identidades no binarias, para que haya claridad: ¿tú qué eres? Dame una definición. ¿Eres un hombre sin definición, gay o lesbiana? Tú eres heterosexual. Y creo que también hay que celebrar la confusión y decir: ¡yo quiero ser una persona! Yo no quiero ser racista, pero sé que en mi cultura y en mi formación hay una cantidad de prácticas sociales que están súper arraigadas. Igual, que se den cuenta y digan: “yo no quiero ser un machista de mierda, no quiero, pero sé que tengo prácticas de que son difíciles de desmontar para mí porque he estado siempre en un lugar de privilegio”. Lo importante ahí es darle derecho a esa confusión, pero que esa confusión también sea una puerta para que cada persona pueda empezar a cuestionar qué puede cambiar en sus prácticas cotidianas, cómo puede abrir mejores conversaciones y cómo puede ser un aliado.

Sin embargo, las etiquetas se mantienen e incluso ha divisiones al interior del movimiento, si es que podemos llamarlo así: hay unas feministas TERF, existe el empoderamiento de los hombres gay que tienen unas facilidades y unos accesos precisamente por ser hombres que tal vez el resto de la población LGBTIQ+ no tiene...

Claro, pero es que yo creo que las etiquetas son súper importantes para uno encontrar un lugar en el mundo. Sí, hay gente que siempre dice yo no creo en eso y está bien. Yo las defiendo mucho porque siento que a mí me han dado lugar en el mundo. A pesar de que no las lleve todo el tiempo, pero creo que ahí también hay algo importante y es entender el tema de oportunidades en la vida y eso es una realidad. Hay gente que tiene más oportunidades que otras y eso no lo podemos negar. Por mi color de piel tengo más oportunidades que otras, un hombre tiene más oportunidades que yo y creo que eso no es simplemente una etiqueta, es entender una complejidad social. Creo que hay otra cosa, y es que hay una realidad también con que la gente cree que los movimientos sociales, los LGBT, son iguales y pues no porque somos seres sociales, y eso marca definitivamente nuestra realidad y nuestras oportunidades. Ahora, el tema de las de las feministas TERF a mí me parece una contradicción. En realidad creo que simplemente son personas que no reconocen las identidades y las experiencias de vida de las personas trans y las personas no binarias, y eso me parece como una manera súper conservadora de entender el mundo. Y creo que también es un tema de que no se quieren incomodar en el privilegio, en las oportunidades que han tenido. Yo quiero tener conversaciones con gente que esté abierta a hablar y creo que hay un tema de entender la humanidad, la complejidad de la humanidad, y desacreditar la experiencia de vida de ciertas personas… para mí cuando ya llegan a ese nivel tan extremo es: no, su interlocutor está en otro lado.

En Bogotá es mucho más visible esa transformación social, ¿se está haciendo algo institucional o no institucionalmente para darle acceso, inclusión y demás a la población que no está en las grandes ciudades?

Yo creo que hay organizaciones que cumplen unas funciones súper importantes de conectoras. La primera que se me viene a la mente es Caribe Afirmativo. ¿Qué es lo que ha hecho Caribe? Pues que hace una cantidad de redes. Las casas afirmativas expanden este mensaje también, pero no es solamente como darles esa oportunidad, sino que uno va y mira y hay una cantidad de gente haciendo cosas en otros territorios que uno no se entera, y que digamos que uno no cree que porque está en Bogotá o en Medellín. Uno sabe que tiene que llevar estas cosas a las regiones y creo que de pronto sí, pero ya hay gente haciendo cosas. Lo que pasa es que no estamos buscando bien, por temas de comunicación, de acceso a la a la red o lo que sea, pero cuando se empieza a investigar, por ejemplo, esa investigación tan triste y tan hermosa que sacó el Centro de Memoria Histórica del río Tuluní, ¡estas personas estaban haciendo un reinado trans en el Tolima hace cuánto tiempo! Nadie se entera. Muchas de ellas terminaron desplazadas, asesinadas, torturadas, pero ellos ya tenían y era su gesto de resistencia. Y ninguna organización bogotana, ni paisa, ni caleña, ni el Caribe, había llegado allá. Entonces también creo que es descentralizar esa conversación, es no solamente entender que las personas de Bogotá tenemos mucha más seguridad, por ejemplo, que otras personas, pero que hay una cantidad de gente haciendo otras cosas que uno después se viene a enterar mucho tiempo después o se entera cuando ya están avanzando. Y creo que lo importante ahí también es ayudar a abrir estas puertas que uno ya tiene abiertas.

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