A propósito de la Feria del Libro de Bogotá que tendrá su cierre este 2 de mayo, la fundación Paz y Reconciliación lanzó el libro ‘Parapolítica, historia del mayor asalto a la democracia en Colombia’. Allí reconstruye uno de los escándalos más relevantes de la historia reciente, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) lograron infiltrar una parte importante del Congreso.
La primera publicación de este trabajo investigativo fue adelantada por León Valencia, politólogo, analista y uno de los mayores expertos en parapolítica del país.
En entrevista con PUBLIMETRO COLOMBIA, Valencia reflexiona sobre las repercusiones de sus investigaciones, los efectos políticos que trajeron y las amenazas que sufrieron él y otros investigadores, como el senador Ariel Ávila y la exalcaldesa de Bogotá Claudia López.
¿Por qué cree que sea importante que el país siga reflexionando sobre las implicaciones de la parapolítica?
Es que la parapolítica transformó la institucionalidad colombiana. Eso fue un hecho único en el mundo, que 86 parlamentarios hayan sido condenados por parapolítica y 50 más fueron investigados. A algunos se les vencieron los términos, pero realmente investigados fueron 136. Eso es un hecho insólito porque eso significa que la mitad del Congreso colombiano fue investigado por parapolítica.
Fíjese que hasta ahora en la coyuntura el juicio al expresidente Álvaro Uribe también tiene que ver con la parapolítica. Se deriva de eso, porque el senador Iván Cepeda llegó a los debates sobre la parapolítica en Antioquia y en el Congreso. Fue la reacción de Uribe de denunciarlo en ese momento lo que hoy lo tiene en el llamado a juicio, porque luego se volteó la cosa y el que terminó investigado fue Uribe. Es por el mismo hecho de los debates sobre la parapolítica.
¿Qué tanta impunidad considera que hubo en este escándalo de la parapolítica?
Pues en el Congreso creo que la tarea la hizo bien la Corte Suprema de Justicia. Vencer en juicio a parlamentarios, a gente con tanto poder, siempre es una tarea muy difícil y muy riesgosa. Pero ellos vencieron en juicio a esos parlamentarios, lo cual es una proeza.
La impunidad se presentó en dos cosas. En el caso regional, porque no se investigó la parapolítica a nivel regional. Hubo 12 gobernadores condenados y unos 20 alcaldes condenados. Pero eso es muy poco porque la documentación académica que nosotros recogimos en ese tiempo daba 251 alcaldes solo en las elecciones de 2003. Y también participaron de ese fenómeno varios candidatos a las gobernaciones. Entonces, ahí las fiscalías regionales, locales y la justicia en el plano local no hizo la tarea o no pudo hacerla, pero ahí hubo un caso de impunidad grande.
Y también se investigó poco la influencia en las elecciones presidenciales de 2002 y 2006.
El exjefe paramilitar Salvatore Mancuso se ha convertido en un invitado frecuente de distintos tribunales en Colombia después de su regreso al país. ¿Qué tiene Mancuso por decir de nuevo?
Mancuso lo ha dicho todo. El primero que mencionó que tenían el 35 por ciento del Congreso en sus manos fue él. Y luego Vicente Castaño vino a corroborar todo a principios de siglo cuando estaban en las negociaciones de paz. Ahí empezó. Luego, él ha venido diciendo en público muchas cosas. Pero ya de nuevo, le falta poco. Lo que cambió fue el rol de él. Lo que decía antes tenía menos peso porque lo decía como acusaciones que eran refutadas porque decían que era una venganza de él con Uribe y con los políticos que habían ayudado en su extradición. Pero ahora ya pagó la cárcel en Estados Unidos y llego al país para enfrentarse a la justicia local. Se había podido ir para Italia o para otra parte y decidió venir a Colombia y meterse en la JEP. Al meterse en la JEP, él adquiere una condición distinta y el presidente Gustavo Petro lo nombró gestor de paz. Puede decir las mismas cosas, pero las dice desde un lugar distinto hoy, desde una tribuna distinta y con una legitimidad distinta.
¿Cuáles cree que fueron los efectos que tuvieron las investigaciones de la parapolítica en la fuerza electoral del uribismo?
Realmente los parapolíticos que llegaron al Congreso en las elecciones del 2002 en los hombros de los paramilitares le pusieron (a Uribe) 1,8 millones de votos y por eso le ganó a Horacio Serpa en primera vuelta. Eso desequilibró todo el panorama político. Si no hubiera ganado en primera vuelta, no se sabe qué hubiera ocurrido en segunda vuelta, porque la mayoría de las fuerzas que concurrieron a la primera vuelta tenían más posibilidades de haberse ido con Serpa. Pero tuvo la fortuna de que todos esos votos tan abundantes le ayudaron a ganar en primera vuelta y eso significó mucho.
Luego, en 2006 barrió electoralmente. Sacó más votos que en la primera elección y ya tenía en sus manos la negociación con los paramilitares. De manera que ahí hay cosas que no se han investigado, pero que nosotros las documentamos y las publicamos en ese momento.
Pero Uribe era una persona intocable porque tenía una opinión (favorable) muy alta en ese momento y tenía el mayor poder en el país. Nadie ha tenido el poder que él tuvo en Colombia. Ahora se ha ido deteriorando eso. Primero, porque han surgido nuevas cosas. La parapolítica es un problema que tiene Uribe, pero ese ni siquiera es el mayor. El gran problema que tiene Uribe encima y que le ha venido quitando mucha legitimidad fueron los hechos de los falsos positivos. Son 6.402 muertos atribuibles a las acciones de la Fuerza Pública. La mayoría de esos falsos positivos fueron hechos durante los mandatos de Uribe, de manera que ese es un tema que le ha caído muy encima y le ha restado mucha legitimidad.
Ante el recrudecimiento del conflicto en los últimos años, ¿considera que un fenómeno como la parapolítica se pueda repetir en el futuro con otros actores armados?
No, yo creo que eso ya no vuelve a ocurrir en Colombia. Pero lo triste es que ellos cambiaron mucho la institucionalidad y la manera de hacer política en Colombia.
Lo segundo es que, bajo otras modalidades, se presentan ahora cosas parecidas. Los paramilitares juntaron violencia sobre los electores, masacres, control del territorio, muertes y despojo de tierras. Presionaron y obligaban a los electores en una dirección y a favor de algunos candidatos. Eso no ocurre ahora, pero hay mucha influencia armada. Cada elección tiene unos debates sobre dineros de la mafia en los políticos. Incluso en el Gobierno de Petro. Ya vemos cómo hay acusaciones. El hijo de Gustavo Petro está metido en un lío por haberle recibido presuntamente dineros a mafiosos. De manera que la mafia en Colombia sigue influyendo en las elecciones y los armados bajo otras modalidades, como herederos de ese mundo paramilitar, pero ya no en la proporción y en la manera como se dio antes que permitió controlar el Congreso y los gobierno locales.
Una arista del escándalo de la parapolítica fueron las amenazas que recibieron los investigadores que siguieron el hilo de estos hechos. ¿Cómo cambió su vida después de adelantar esas investigaciones?
Yo he tenido tres exilios después de eso. Hubo momentos de amenazas muy graves. Algunas personas también. Lo mismo le ocurrió a Claudia López. La que más sufrió fue Laura Bonilla, que estaba muy joven. Ella se fue cinco años al exilio en España.
Ese lado fue muy negativo, pero el lado positivo es que eso fue lo que lanzó a la política a Claudia López. Se hizo muy conocida en la investigación de la parapolítica, ella era una académica, y luego se metió con ese prestigio adquirido en esa cancha de la democracia. Fue senadora, alcaldesa de Bogotá y ahora podría ser candidata presidencial.
A Ariel Ávila también lo perjudicaron las amenazas, era muy joven, pero ahora es un senador de una votación muy alta.
Ese hecho también tuvo una repercusión en mucha gente de clase media que vio la valentía de estas personas. A mí sin duda me ha dado un reconocimiento público.
¿Cómo fueron las amenazas que recibió usted después de esas investigaciones?
En ese tiempo nosotros denunciamos mucho. Primero, nos hacían seguimientos a nuestras rutinas. Había gente tomando fotos.
Por ejemplo, una información nos llegó por el Ministerio del Interior, decía que Kiko Gómez, el exgobernador de La Guajira, ya tenía un grupo en Bogotá buscándonos para matarnos. Que nos iba a matar a Claudia López, Ariel Ávila y a mí. Esa fue la vez que salimos. Ellos hacia Estados Unidos y yo hacia Europa. También nos ayudó mucho que había gente interesada en protegernos. Pero fueron unas presiones muy duras.