La llegada de la pandemia en Colombia provocó efectos que van más allá de la salud y la economía, pues como se veía venir, también generó rezagos en la educación. La salud socioemocional de los estudiantes universitarios se vio evidentemente afectada, pues el confinamiento y la falta de contacto social generó un retroceso en las relaciones y las enfermedades mentales.
Los jóvenes que ingresaron a la universidad durante la pandemia, y que ahora que están en la presencialidad, han puesto en evidencia la importancia de concentrar esfuerzos en la educación de competencias socioemocionales que faciliten la integración, el relacionamiento, la empatía y la autonomía, según expresó en un estudio reciente el Centro Rosarista de Educación Emocional ‘UR Emotion’ de la Universidad del Rosario.
De acuerdo con una encuesta que realizó la institución a estudiantes de pregrado y posgrado, durante la emergencia sanitaria, se pudo conocer que un 16% de quienes respondieron afirmó tener diagnósticos en salud mental que han emergido o se han reactivado en sus síntomas tras la llegada de la pandemia.
“Nuestra medición, encontró adicionalmente que un 37% de los encuestados, presentan sintomatología o dificultades de riesgo en relación con su salud mental”, explicó Ana María Restrepo, decana del Medio Universitario de la Universidad del Rosario.
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Relaciones interpersonales afectadas por el mal manejo de la virtualidad
Al respecto, Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario, dijo que algunos de los factores de riesgo para los jóvenes relacionados con la presencia de dificultades en salud mental, son los problemas que atraviesan cuando tienen pocas prácticas de autocuidado, dificultades para ejercer su autonomía y para desplegar adecuada interacción social.
En muchos casos, esta interacción se ha centrado en obtener placer desde la inmediatez y la “pseudoseguridad que aporta la virtualidad”, aspecto que fue mucho más acentuado a raíz de la pandemia, lo anterior, privando a los estudiantes de la oportunidad de fortalecer sus habilidades socioemocionales.
Esta realidad, seguramente es un reflejo de muchas otras instituciones de educación superior y, en general, de los contextos educativos, lo cual hace más urgente la necesidad de implementar programas de intervención, según argumenta el estudio, que promuevan el desarrollo de habilidades sociales y emocionales para afrontar situaciones desafiantes de la vida.
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¿Qué hacer frente al retroceso?
Esperanza Quiñones, psicóloga de la Decanatura del Medio Universitario de la Universidad del Rosario y quien lideró la medición, explicó a Publimetro Colombia que para contrarrestar los efectos que provocó la pandemia en las y los universitarios, se deben favorecer espacios de escucha y validación “que permitan la expresión, identificación y la comprensión de la emoción y la experiencia. Esas herramientas de educación emocional son claves para aportar autoconocimiento y autocuidado”.
Y ¿qué necesitan hacer quienes se han visto afectados en su salud socioemocional?, Quiñones asegura que es necesario tener “la tranquilidad de aceptar qué necesito aprender y estar dispuesto a recorrer el camino para lograrlo. Aceptar qué puedo avanzar solo y en cuáles circunstancias necesito apoyo”. Así mismo, se debe “trabajar sobre el auto conocimiento, el reconocimiento de las dificultades y síntomas asociados, así como identificar en qué momento se requiere apoyo especializado”.
Pero la función de identificar y atender las deficiencias de salud mental y socioemocional también se ha convertido en parte de la realidad diaria de los profesores y profesoras. Ellos y ellas deben “tener la apertura para escuchar sin juicios, sin estereotipos y sin desvalorizar a quien atraviesa por la dificultad. Reconocer al otro y empoderarlo. Entender que en una dificultad de salud mental necesitamos apoyo y comprensión, pero también que siempre tenemos recursos para manejar y solucionar”, según explica Quiñones.
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Salud mental, un gran vacío que se develó con la pandemia en Colombia
Quiñones es enfática en que la pandemia visibilizó la creciente problemática de la salud mental, pues surgieron síntomas en la mayoría de la población y se acentuaron los existentes. Además, la situación de confinamiento también visibilizó las desigualdades con las que se deben enfrentar este tipo de situaciones.
“Algunas personas tienen más recursos en todo sentido (personales, familiares, sociales, económicos, culturales) para afrontar las situaciones difíciles y la pandemia marcó la pertinencia de actuar con mayor equidad frente a esta diversidad”, agregó la psicóloga. Encima de esto, la pandemia hizo “más notoria la dificultad para acceder a consultas con especialistas en salud mental”
Para subsanar estas falencias se debe implementar en jardines, colegios y universidades la educación emocional “como eje fundamental de la promoción, fortalecimiento, mantenimiento de la salud mental y prevención de la enfermedad”, agregó la experta.
Adicionalmente, en el sistema nacional de salud se debe buscar mejorar el indicador de asignación de citas para psicología y psiquiatría permitiendo un acceso a atención oportuna y de calidad, según argumenta Quiñones. Pero además también se deben construir redes de apoyo familiares y sociales que sean entornos para “identificar signos de alarma, brindar acompañamiento y saber cómo y cuándo pedir apoyo especializado, para ello, es importante trabajar para ser lograr una sociedad no estigmatizadora”, añadió.
Por último, la psicóloga Quiñones destacó que es necesario “educar a la población para lograr una sociedad con mejores recursos a nivel personal y colectivo, que conozca sobre las principales dificultades en salud mental, sus síntomas y signos de alarma que permita solicitar apoyo especializado de manera oportuna, rompiendo los mitos frente a los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos como la terapia”.