Este domingo 7 de agosto de 2022 se posesionará como presidente de Colombia Gustavo Petro. Para recordar los discursos del pasado recopilamos los discursos de la posesión presidencial de Iván Duque en 2018 y Juan Manuel Santos en 2014. Lea y compare sus palabras, horas antes del discurso del nuevo presidente de izquierda que comienza su periodo de gobierno con la imposición de la banda presidencial.
Agosto 7 de 2018
Colombianos:
Hoy desde esta majestuosa plaza que lleva el nombre de nuestro Libertador Simón Bolívar, quiero agradecerles a Dios y al pueblo colombiano por brindarme el honor de conducir los destinos de la Patria.
Hoy llega a la Presidencia de Colombia una nueva generación, motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder, comprometida con el futuro y sin anclas y prejuicios en el pasado, inspirada en la justicia social y en la seguridad como el cimiento de nuestras libertades, y dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en equipo y la construcción de consensos. Es una generación llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades y con el mandato de millones de compatriotas de hacer de nuestro país una tierra grande donde los símbolos de nuestro tricolor retomen su significado.
En alguna ocasión el célebre Darío Echandía se preguntó: ¿El poder para qué? Su humildad elocuente era una invitación para reflexionar y no olvidar que gobernar es un camino que solo deja legados cuando se cimienta en los principios. La diplomacia sin principios es hipocresía, la democracia sin principios conduce a la anarquía, la política sin principios se transforma en corrupción y el poder sin principios se transforma rápidamente en autoritarismo. Por eso quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y derecha, superando con el diálogo popular los sentimientos hirsutos que invitan a la fractura social. Quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir y nunca destruir.
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EL BICENTENARIO
Este compromiso que asumo hoy está basado en nuestra historia. El próximo año estaremos celebrando el Bicentenario de la Independencia de Colombia y el nacimiento pleno de nuestra identidad republicana como Nación. Este será el gobierno del Bicentenario y todos construiremos la Colombia del Bicentenario, para lo cual, más allá de las celebraciones tradicionales, debemos hacer reflexiones profundas sobre nuestro pasado y nuestro futuro.
El Bicentenario nos debe llevar a recordar cómo nuestros Padres de la Patria fueron capaces de dejar sus egos para forjar un propósito común. La impronta imborrable de Bolívar, Santander, Sucre, Córdoba, Urdaneta, al igual que los valientes lanceros que se crecieron en la Batalla de Boyacá para entregarnos la libertad, nos debe reafirmar lo grande que somos y podemos ser cuando trabajamos con objetivos compartidos. Cuando nos unimos como pueblo nada nos detiene. Cuando nos sumamos, cuando somos capaces de aportar y de hacer realidad todo lo que nos proponemos unidos, somos capaces de lograr proezas que ni siquiera el realismo mágico es capaz de imaginar.
El pasado también nos enseña que los dogmatismos pueden llevarnos a fracasos. El amanecer independentista fue opacado por la Patria Boba, y durante varias décadas de la República las guerras entre hermanos que dejaron dolor y muerte, y las rencillas de la pequeña política, trajeron consigo inestabilidad institucional y retrasos en el proceso de desarrollo.
La historia de Colombia nos deja en evidencia que somos una nación laboriosa, valiente, que no se amaina al primer ruido. Y por grandes que sean las adversidades, es más grande nuestro deseo de progresar y de triunfar. Yo no me canso de decir que Colombia es resiliencia. Hemos sido capaces de construir un vigoroso aparato productivo en medio de tres cordilleras y difíciles laderas, hasta convertirnos en una economía pujante que el mundo reconoce y que se ha ganado el respeto de la comunidad inversionista. Hemos sido capaces de lograr que la pobreza se reduzca, que se expanda la clase media y que tengamos una cobertura de salud y educación que nos permite soñar con mejores progresos.
Y también sea esta la ocasión para destacar la valentía y el fervor de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, que han enfrentado la crueldad de los criminales, la anarquía del terrorismo y la codicia del narcotráfico, saliendo siempre victoriosas y demostrándoles a los violentos que nunca van a ganar espacio en esta democracia.
Pero, colombianos, analizar el pasado también tiene que ser la oportunidad para reconocer que existen problemas que se crecieron, problemas que envejecieron mal y que en repetidas ocasiones se han transformado en terribles amenazas.
Así ocurrió con el abandono de muchas regiones, con el narcotráfico, con la corrupción, con el clientelismo, con la falta de acceso a oportunidades de muchas comunidades.
Ser una nación resiliente que sabe transformar las adversidades en oportunidades es la razón por la cual debemos aprovechar el Bicentenario para corregir el pasado y construir el futuro que reclama Colombia. No puede haber egoísmos en esta tarea. Gobernar a Colombia requiere grandeza para mantener lo que funcione, corregir lo que sea necesario y construir nuevas iniciativas, instituciones y programas que aseguren nuestro país en un entorno genuino y poderoso de justicia social.
RETOS DE HOY
Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mirar a nuestra Nación con optimismo y sin dejar de enfrentar la realidad y llamar las cosas por su nombre.
Hoy Colombia enfrenta enormes retos. Recibimos un país donde más de 300 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años. Los cultivos ilícitos se han expandido y lo han hecho exponencialmente. Bandas criminales aumentan su capacidad de daño en varias regiones del país. Y se han hecho promesas y compromisos con organizaciones sociales sin asegurar su financiamiento.
Hoy los invito a que tengamos el valor de recuperar la palabra del Estado. La creación desordenada de agencias y programas está acrecentando la desconfianza ciudadana y la frustración de beneficiarios de estas iniciativas, incluidas las víctimas y las regiones golpeadas por la violencia.
En materia económica está claro que se han cometido errores que nunca más se deben volver a repetir. Una política tributaria basada en la expansión del gasto ha llevado a que los impuestos se conviertan en asfixia para muchos empresarios y que se afecten el ahorro, la inversión, la formalización y la productividad. La equivocación de haber ampliado el presupuesto nacional, basada en la ilusión de una bonanza petrolera transitoria, ha traído consigo la incapacidad de fijar nuevos ingresos, pero lo que es aún más grave, llevó al Estado a cometer el grave error de pretender cambiar petróleo por impuestos.
Eso, eso que fue un error imperdonable, ha golpeado el bolsillo de consumidores y de los hogares.
La cantidad de trámites engorrosos, la proliferación de ventanillas, sumado a la inestabilidad jurídica por cambios regulatorios abruptos, ha traído consigo también el deterioro del clima de negocios en sectores que son necesarios para el presente y el futuro del país.
Nos duelen, nos duelen mucho, los constantes escándalos de corrupción que se ven en la alimentación escolar, en el sistema de salud, en proyectos de infraestructura, en los abusos de la contratación directa o en los peligrosos carteles de únicos proponentes, que están deslegitimando al Estado, que han llevado al malgasto de recursos y que han privado a miles de ciudadanos de servicios esenciales, y por eso tenemos que actuar con visión de inmediatez.
CONSTRUIR EL FUTURO
Saber valorar lo que somos, lo que somos y hemos sido como país, es la base para poder construir el futuro. Ser honestos y llamar las cosas por su nombre y abordar los retos con optimismo y compromiso es lo que tenemos que hacer. Y esta debe ser la tarea nuestra para los próximos años. Los invito a todos a que construyamos un gran pacto por Colombia, a que construyamos país, a que construyamos futuro y a que por encima de las diferencias estén las cosas que nos unen.
No se trata de pensar igual, no se trata de unanimismos, no se trata de eludir las sanas discrepancias que son propias de la democracia. Se trata de ser capaces de darles vida a los consensos. De que además seamos una nación grande, una nación sólida y una nación segura. Siempre he dicho y lo seguiré diciendo, que aquí lo que esperan los colombianos son soluciones y no agresiones. Quiero ser el Presidente que forje y logre esos acuerdos pensando en lo que necesita Colombia, sin caer en la tentación del aplauso transitorio.
PACTO POR LA LEGALIDAD
Esa es la base. Esa es la base de soñar y de soñar además con una Colombia de legalidad. Quiero una Colombia donde todos podamos construir la paz, donde se acaben esas divisiones falaces entre amigos y enemigos de la paz, porque todos la hemos querido y todos queremos construirla. Por el respeto a Colombia y por el mandato ciudadano que hemos recibido, desplegaremos correctivos para asegurar a las víctimas verdad, justicia proporcional, que reciban también la reparación efectiva y que no exista repetición en ningún lugar del territorio.
También corregiremos las fallas estructurales que se han hecho evidentes en las implementaciones. Las víctimas de Colombia deben contar con que habrá verdadera reparación moral, reparación material, reparación económica por parte de sus victimarios y que nunca, ¡nunca!, serán agredidas por la impunidad.
Creo en la desmovilización, en el desarme y en la reinserción de la base guerrillera. Muchos de ellos fueron reclutados forzosamente o separados de su entorno por la intimidación de las armas. Estoy convencido y comprometido con buscar todos los días para la base de esas organizaciones, oportunidades productivas y velar por su protección. Y también nos esforzaremos por la provisión de bienes públicos en todas las regiones del país, empezando por las que han sido golpeadas de manera dolorosa por la violencia.
Colombianos, la paz la tenemos que construir todos y para ello debemos tener claro la importancia de contar con una cultura de legalidad sustentada sobre la premisa esencial de que una sociedad donde la seguridad y la justicia van de la mano, garantiza la aplicación de la ley, no habrá forma para que la violencia amenace las libertades individuales.
Ha llegado el momento de que todos, absolutamente todos, nos unamos para enfrentar la ilegalidad. Que nosotros recorramos el territorio y les digamos a todos los grupos armados que secuestran y trafican, que trafican con drogas y pretenden además ganar beneficios mimetizando sus actividades con perfumes ideológicos, sencillamente que a partir de ahora vamos a declarar ante el Congreso de la República, con una reforma constitucional, que ni el narcotráfico ni el secuestro serán reconocidos como un delito conexo al delito político. Y que además no podrán ser en adelante y en ninguna circunstancia elementos para financiar, promover u ocultar ninguna causa.
Hoy mismo presentaremos ante el Congreso de la República ese acto legislativo.
Construir la paz, colombianos, también significa que derrotemos los carteles de la droga que amenazan distintos lugares del territorio nacional. Vamos a ser efectivos en la erradicación y la sustitución de cultivos ilícitos de la mano con las comunidades, en la puesta en marcha también de proyectos productivos y vamos a romper las cadenas logísticas de abastecimiento de las estructuras del narcotráfico.
No vamos a permitir que los “disidentes”, que los “combos”, que los “clanes” y las mal llamadas “oficinas” sigan haciendo de las suyas en la Costa Pacífica, en nuestras fronteras y en ningún lugar del territorio. Velaremos por la sanción efectiva de quienes pretendan reincidir o burlarse de las víctimas ocultando bienes o recursos necesarios para la reparación.
Pueden tener la certeza de que como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y en colaboración con las autoridades judiciales, vamos a actuar en todo el territorio nacional y vamos a desarticular esas redes de crimen organizado y llevarlas a la justicia, haciendo valer ese principio de “El que la hace, la paga”.
Agradezco de corazón a los países que nos han apoyado y nos han expresado el respaldo a esta agenda. Y valoro muchísimo el apoyo que hemos recibido de los Estados Unidos para ser efectivos en la derrota del crimen transnacional.
Quiero ser claro. Durante los primeros 30 días de nuestro gobierno, vamos a realizar una evaluación juiciosa, prudente, responsable y analítica, en detalle, de lo que han sido los últimos 17 meses de conversaciones que ha adelantado el gobierno saliente con el ELN. Nos vamos a reunir con las Naciones Unidas, con la Iglesia Católica y los países que han venido apoyando dicho proceso, para que en el marco de la independencia institucional nos den su opinión sobre el mismo.
Pero quiero dejar claro, quiero dejar absolutamente claro que un proceso creíble debe cimentarse en el cese total de acciones criminales, con estricta supervisión internacional y tiempos definidos. Queremos avanzar, pero para avanzar hay que dejar la impronta de que el pueblo colombiano no se va a dejar intimidar por la violencia ni presionar por la violencia en ninguna forma.
La legalidad implica que trabajemos por la seguridad ciudadana. Que tengamos mecanismos para georreferenciar el delito, que desarticulemos las estructuras, que persigamos a los jíbaros que inducen a los niños a la tragedia de la droga, que sancionemos con cadena perpetua a los proxenetas, a las “Madames”, a los violadores y asesinos de menores y de mujeres, y que nos concentremos en una agenda de prevención del crimen. Legalidad significa que formemos una sociedad de valores, que desde edad temprana formemos en cívica, urbanidad y respeto. Significa que creemos esa muralla ética que blinda en el corazón de los colombianos cualquier tentación de la criminalidad en estricto apego a los valores de familia.
Quiero invitarlos a que construyamos una cultura de legalidad enfrentando con todas nuestras fuerzas la corrupción. Le prometí a Colombia que como Presidente asumiría esa tarea con entusiasmo, y hoy les anuncio que vamos a empoderar a todo el pueblo colombiano para denunciar a los corruptos y que ellos sepan que todos los estamos mirando, los vamos a señalar y los vamos a perseguir.
Endureceremos las penas a los corruptos y les aplicaremos que no tengan casa por cárcel ni reducción de penas. Vamos a sancionar severamente a las empresas, sus dueños y sus gestores que corrompan funcionarios, prohibiendo además su contratación con el Estado a perpetuidad. Vamos a promover los pliegos tipo –como lo dijimos en campaña– en todos los sectores del Estado y vamos a limitar a no más de tres períodos la presencia en cuerpos colegiados de elección popular. Pero también vamos a hacer imprescriptibles los delitos contra la administración pública y vamos a hacer de la declaración de bienes un deber consignado en la Constitución. Hoy, ante ustedes, con agrado, con amor y complacencia, les anuncio que hoy mismo radicamos este paquete anti-corrupción ante el Congreso de la República, porque la defensa de la ética pública es de todos y juntos la vamos a construir.
El camino de la legalidad demanda que nosotros también trabajemos entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial en una reforma a la justicia que la haga más eficiente, más cercana al ciudadano, más confiable y que nos permita garantizar oportunamente los derechos de todos los colombianos. La reforma a la justicia no da espera, porque la mora judicial, el hacinamiento carcelario, los procesos interminables o la precaria tecnología con la que operan nuestros despachos judiciales, ha hecho que sencillamente los ciudadanos pierdan la esperanza.
Yo quiero que en este propósito de reformar la justicia nos propongamos fortalecer las primeras y las segundas instancias. Que nos propongamos tener el expediente electrónico y, sobre todo, que en todos los lugares del territorio los colombianos sientan que la justicia es su mayor garantía para poder respirar la libertad.
Legalidad también significa mejorar las condiciones de la Fuerza Pública, brindarles acceso de calidad a bienes y servicios. Significa que presentemos rápido la Ley de Veterano. Y que además se traduzca esa ley en un mejor tratamiento por parte de la sociedad a quienes dan su vida por nosotros.
Hoy quiero decirles a los soldados y policías de la Patria que vamos a promover un marco institucional y jurídico serio y riguroso para que puedan cumplir su deber constitucional en estricto apego a los Derechos Humanos, sintiendo de todo corazón el afecto del pueblo colombiano. Como diría nuestro Padre de la Patria Francisco de Paula Santander, “un país que sabe honrar a sus héroes, es un país que sabe forjar su futuro”.
Legalidad significa defender la vida de todos los colombianos y proteger la integridad de los líderes políticos y sociales, y de nuestros periodistas.
Nos duele cada homicidio, nos duele cada ataque, nos duele cada amenaza. Y por eso vamos a trabajar con la Defensoría del Pueblo, con la Procuraduría General de la Nación, con la Fiscalía, para prevenir la violencia contra ellos y sancionar ejemplarmente a quienes han obrado como autores intelectuales y materiales de esos crímenes que enlutan, que duelen, que carcomen el sentimiento de amor patrio.
Esta tarea es de todos. Sí, es de todos, y todos los colombianos debemos rechazar cualquier forma de violencia que pretenda acallar las voces libres de nuestros ciudadanos.
Esa legalidad construida por el matrimonio de seguridad y justicia nos garantizará el balance que se encuentra en el Escudo de Colombia y dice: LIBERTAD Y ORDEN.
PACTO POR EL EMPRENDIMIENTO
Yo creo que esa Colombia de legalidad tiene que ir acompañada también de un Pacto por el Emprendimiento. Así como valoramos la legalidad, ha llegado el momento de hacer del emprendimiento la base de nuestro progreso económico y social.
Colombia debe ser un país de micro, pequeñas, medianas y grandes empresas que progresen de manera sostenible para garantizar calidad de vida.
Por eso vamos a proponer un programa de reactivación económica que nos permita, con responsabilidad fiscal, tener un sistema tributario que ayude al desarrollo productivo, a la inversión, a la formalización, a la productividad, a la competitividad.
Vamos a eliminar los gastos innecesarios en el Estado, vamos a hacer más efectiva la administración pública, vamos a adoptar la facturación electrónica y a mejorar los sistemas de fiscalización, además de hacer más eficiente, progresivo y equitativo el sistema tributario.
Eso nos va a permitir que logremos cumplir la meta que nos trazamos de aumentar el recaudo mientras bajamos impuestos a los que generan empleo y mejoramos los ingresos de los trabajadores.
Esta tarde lluviosa pero al mismo tiempo alegre es la tarde que nos tiene que invitar a que implementemos todas las reformas estructurales necesarias para garantizar la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas.
Vamos a garantizar que nuestro crecimiento económico potencial supere el 4 por ciento del PIB.
Vamos a hacer de nuestra economía una economía libre de trámites innecesarios. Vamos a darles a los sectores productivos como el campo el impulso de poder llevar la inversión y que ésta vaya de la mano con la promoción de la generación de empleo de calidad, llevando bienes públicos y estimulando ese matrimonio necesario entre la agroindustria y el pequeño campesino.
Nos la vamos a jugar por las industrias creativas, por la Economía Naranja. Nos la vamos a jugar para que este país tenga la posibilidad de ver en los emprendedores tecnológicos unos nuevos protagonistas del progreso. Que el internet de las cosas, que la robótica, que la impresión en 3D, empiecen a hacer de Colombia ese centro de innovación que tanto nos merecemos.
Todos los sectores productivos del país pueden estar tranquilos, porque aquí no vamos a tener hostilidad con ninguno. Pueden estar tranquilos, que el Estado va a dejar de ver a los sectores productivos como una vaca lechera que la ordeña para que el Estado gaste más.
En nuestro Gobierno el empresario, el Estado y los trabajadores van a trabajar de la mano, porque el éxito de los trabajadores y el éxito de los empresarios es el éxito que necesita Colombia y el que vamos a construir.
Vamos a diversificar nuestra producción y nuestras exportaciones para que haya mentefacturas, para que dejemos de depender tanto en recursos que tarde que temprano se van a agotar y le agreguemos valor con nuestras marcas, nuestros diseños, nuestra inventiva y nuestra creatividad.
Quiero que los jóvenes de Colombia sientan que aquí van a tener un gobierno donde su creatividad y su impulso empresarial serán los protagonistas de una generación que quiere conquistar al mundo.
Quiero que las palabras y los sueños de los actores, los artistas, los fotógrafos, los directores de cine, los animadores digitales, los científicos, los médicos, los agroindustriales, los que están trabajando en la biotecnología, se conviertan en los términos que acaben para siempre palabras como “cabecillas” o “patrones” o “criminales”.
Esa Colombia es posible y esa es la visión que hoy le estamos trayendo a cada rincón del territorio.
Esa cultura que viene con la legalidad y el emprendimiento tiene que tener como propósito la equidad.
Este tiene que ser el gobierno de la justicia social. Este tiene que ser el gobierno que sepa cerrar las brechas entre ricos y pobres. Este debe ser el gobierno que cierre las brechas entre las regiones que acarician el desarrollo y las que se han sentido olvidadas porque el Estado no ha estado presente.
Yo quiero que esa equidad añorada empiece por la educación. Que nosotros miremos al Pacífico, que miremos a La Guajira, que miremos a la Orinoquía, a la Amazonía, a muchas regiones que no han tenido siempre la protección requerida, para que desde la educación, al igual que en todo el territorio, nos demos ese derecho anhelado de tener la jornada única con doble alimentación, que tengamos la formación integral desde la primera infancia, que tengamos la doble titulación de los bachilleres, que tengamos además el acceso a la gratuidad de la educación universitaria, apelando también a la tecnología.
Quiero que la educación se convierta en la herramienta transformadora que tanto claman los jóvenes de Colombia, para que tengan las oportunidades.
Esa Colombia de equidad también es la Colombia de la reforma a la salud. Se van a acabar los abusos de las EPS. Se van a acabar los abusos de los que han querido esquilmar cada manejo de medicamentos.
Vamos a despolitizar los hospitales públicos, a hacer el saneamiento financiero del sistema de salud y, óiganlo bien, vamos a hacer de la prevención, de la promoción y del paciente, el objetivo de un sistema de salud pensando en la equidad colectiva.
Esa Colombia de equidad es la misma que reclama de nosotros una atención al adulto mayor, que pide una reforma pensional donde los subsidios dejen de estar concentrados únicamente en los que tienen mayor ingreso.
Queremos una reforma pensional para los más pobres. Queremos que el programa Adulto Mayor pueda girar mensualmente los recursos y que progresivamente les aumentemos los recursos a nuestros abuelos, que necesitan una atención de cariño por parte del Estado colombiano.
La equidad también significa que en los programas de vivienda le demos espacio al mejoramiento, les demos espacio a los programas de arriendo con opción de compra, que podamos llevar la vivienda a lugares apartados y que les permitamos a las familias construir ese sueño del ahorro, porque van a tener un sistema financiero con productos diseñados para aliviar sus condiciones y permitirles centrar su vida en el ahorro para sus hijos y en tener un techo propio.
Equidad significa que nosotros proveamos el acueducto y el alcantarillado en las zonas rurales.
Equidad significa que no mueran más niños de hambre por la falta de atención oportuna del Estado.
Equidad significa construir una paz social.
Equidad significa que nosotros no acudamos jamás al populismo que pretende por decreto tratar de reducir la pobreza. La vamos a reducir porque lo haremos desde una economía de mercado pero con sentido social.
Lo haremos porque tenemos la convicción patriótica de que en cada lugar del territorio donde llegue un programa del Estado tiene que estar enfocado en reducir las brechas y en dar oportunidades, y nunca más en llenar los bolsillos de los inescrupulosos.
La equidad significa, colombianos, que apostemos por la cultura y el deporte.
Yo estoy convencido, como lo dijo en alguna ocasión Federico García Lorca cuando fue a inaugurar la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros, en España, que hay que entregar un pan y un libro, porque no hay peor hambre que el hambre de conocimiento, que no se puede saciar.
Y quiero que este sea el gobierno que acerque la cultura a los ciudadanos, que acerque la música a los niños, que acerque la literatura, que acerque las artes y que esos sean los instrumentos también donde el talento se convierte en riqueza y oportunidades.
Este será el gobierno donde la equidad también toque el deporte. No solamente vamos a impulsar que el deporte tenga un ministerio con responsabilidad fiscal, sino que nosotros hagamos del deporte un patrimonio donde en todas las regiones de Colombia haya alto rendimiento, haya deporte para la convivencia y el deporte se convierta en un serio disuasor de malos hábitos.
Esa Colombia que los invito a construir, a soñar, a trabajar todos los días y que nos involucra a todos, que tiene consigo legalidad, emprendimiento y equidad, también demanda que la sostenibilidad y la protección del medio ambiente estén afincadas en la mente y en los hogares colombianos.
Debemos proponernos que en estos cuatro años crezcamos como nunca antes, como nunca antes, las energías renovables. Que nosotros enfrentemos la deforestación, que les demos impulso a los vehículos eléctricos, que protejamos nuestras cuencas, nuestros páramos, nuestra riqueza submarina, nuestra riqueza montañosa. Y que tengamos en cada colombiano esa conciencia de reducir la huella individual de carbono y, sobre todo, que no haya un solo sector productivo que no tenga consigo la consigna de producir conservando y conservar produciendo.
Ese respeto por el medio ambiente, ese compromiso que asumimos, también debe ir de la mano con que este país le apueste a la ciencia, a la tecnología y a la innovación.
Vamos a restablecer la Comisión de Sabios. Vamos a trabajar con las universidades, vamos a trabajar fortaleciendo el sistema de regalías para que los recursos no queden atrapados y vayan a la investigación que se requiere.
Y vamos a hacer todo lo posible, todo lo necesario, para que dupliquemos el aporte de la ciencia y la tecnología al Producto Interno Bruto colombiano.
Ese es el Pacto por Colombia. Ese es el pacto que tenemos que empezar a construir todos. Ese es el pacto que empieza por rechazar el odio.
Todos estos propósitos nacionales, todos estos propósitos que queremos labrar, tienen que ir de la mano con un país que también mira ante los ojos del mundo buscando la cooperación con otros países.
Y también reclama de nosotros que en defensa de los valores democráticos, nosotros rechacemos cualquier forma de dictadura en el continente americano, que la denunciemos y que no tengamos miedo a decir las cosas por su nombre. Porque nuestra actitud no es belicista, nuestra actitud es democrática y estaremos en todos los escenarios internacionales defendiendo la Carta Democrática Interamericana.
El GRAN PACTO POR EL FUTURO
Yo, como un colombiano más, he estado recorriendo durante varios años el territorio compartiendo estas ideas.
Todos tenemos que proteger nuestros territorios, proteger nuestras fronteras, proteger nuestra riqueza. Todos tenemos que ponernos esa camiseta que se llama Colombia.
Todos tenemos que apostarle por un gobierno que empiece a hacer cambios estructurales. Y ya empezamos a hacerlo.
A mí me honra iniciar esta tarea al lado de la primera mujer Vicepresidenta en la historia de Colombia, Marta Lucía Ramírez.
A mí me honra que durante la campaña dijimos que tendríamos un gabinete de personas expertas en sus materias, que no respondieran a cálculos políticos sino a su vocación de servicio y a sus resultados. Y le cumplimos al país.
Y también me honra haberles propuesto a los colombianos el primer gabinete paritario entre hombres y mujeres. Y hoy se posesiona en la Casa de Nariño.
Esa es la Colombia del futuro, la que se construye desde el presente. Vamos todos a trabajar por ese Pacto. No dejemos que el odio nos quite la esperanza. No dejemos que las fracturas que algunos promueven nos distraigan de ese gran objetivo.
No más divisiones entre izquierda y derecha. Somos Colombia.
No más divisiones entre socialistas y neoliberales. Somos Colombia.
No más ISMOS. Somos Colombia.
Me honra invitarlos a que emprendamos este camino. Es un honor estar en esta plaza con tanta historia.
Es un honor para mí hablarle a todo este país que quiero con el corazón y para todos los colombianos a los que voy a dedicar este compromiso ineludible de servirlos con afecto.
Nuestro gobierno va a estar permanentemente en el diálogo con las regiones. Vamos a estar realizando cada semana los Talleres Construyendo País, escuchando las necesidades de los ciudadanos. No pretendemos llegar con varitas milagrosas ni con soluciones inminentes o inmediatas. Muchas tomarán tiempo y requerirán el trabajo compartido, pero vamos a empezar a hacerlo.
Yo no reconozco enemigos. Yo no tengo contendores políticos. Mi único deseo es gobernar para todos y con todos los colombianos.
Yo he dicho que no pretendo ser un presidente encumbrado y encerrado en un palacio. Mi palacio es el corazón del pueblo colombiano.
Vamos, vamos todos a trabajar. Vamos a trabajar con el Congreso de la República, vamos a trabajar en armonía, buscando inversiones en las regiones e inversiones estratégicas que repercutan en la calidad de vida de los ciudadanos. Pero sin dádivas, sin prebendas, sin canonjías, sin acuerdos burocráticos, sin “mermelada”. Porque el Congreso y el Ejecutivo trabajan bien cuando hay respeto, cuando hay vocación.
Y con el Congreso vamos a presentar una reforma política para eliminar el voto preferente, para que tengamos la democracia al interior de los partidos, para que tengamos un financiamiento público que garantiza siempre la transparencia.
Para mí es imposible terminar este discurso sin rendirle un homenaje a este Congreso, donde pasé los últimos años de mi vida pública, donde tuve el honor y el privilegio de trabajar al lado de quien me invitó a rendirle ese servicio a la Patria, el expresidente y amigo Álvaro Uribe Vélez. Gracias por su servicio a la Patria.
Este Congreso y el Ejecutivo les van a demostrar a Colombia que somos capaces de gobernar todos pensando en el sano debate de las ideas. Que no le vamos a tener miedo a concertar políticas, a buscar lo que Colombia necesita.
Colombianos: hoy me siento orgulloso de ser su Presidente. Me siento orgulloso de darles mi vida. Me siento orgulloso de entregarme por ustedes.
Hoy les rindo un homenaje a mis ancestros antioqueños y tolimenses.
Hoy recuerdo la memoria de mi padre y sus enseñanzas de hacer la vida pública con las manos limpias y siempre estar dispuesto a mirar con el cuerpo erguido y con la frente en alto.
Hoy me siento orgulloso de compartir todo mi amor con mi madre, Juliana Márquez, a quien le debo su cariño y su valor por el servicio social.
Hoy le agradezco a mi esposa María Juliana, a mis hijos Luciana, Matías y Eloísa, que son mi vida y que me han permitido con su cariño y entendimiento hacer una campaña, hacer un servicio en el Congreso y ahora hacer un servicio a la Patria entregando cada minuto todas mis fuerzas.
¡Vamos, colombianos, a trabajar por el progreso! ¡Vamos a trabajar por ese desarrollo! ¡Vamos con ilusión, vamos con alegría, vamos por la felicidad colectiva!
¡Que Dios bendiga a Colombia!
Muchísimas, muchísimas gracias.
(Fin)
Discurso de posesión de Juan Manuel Santos en 2014
El siguiente es el discurso del presidente Juan Manuel Santos Calderón, al asumir como Jefe del Estado en ceremonia realizada en la Plaza de Bolívar de Bogotá.
“¡Gracias a Dios! ¡Gracias Colombia!
Nuestro país es una maravillosa combinación de culturas, de razas, de talentos, de riquezas naturales, que nos hace únicos en el planeta.
Como un reconocimiento a esta diversidad cultural y étnica, esta mañana acudí, con mi familia, al gran templo ceremonial de Seiyua, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Allí nos reunimos con líderes y representantes de los pueblos Kogi, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo, herederos de la milenaria cultura Tayrona.
Ellos nos antecedieron en la posesión de estas tierras, y aún hoy velan desde sus resguardos por el equilibrio que debe regir nuestra nación y nuestra relación con el universo.
En un acto simbólico, pero con trascendental significado, los “mamas” me entregaron un bastón de mando y un collar con cuatro piedras.
Una representa la tierra que debemos cuidar.
Otra representa el agua que es la fuente de la vida.
Otra representa la naturaleza con la que debemos estar en armonía.
La cuarta representa el gobierno, que debe respetar el orden de la naturaleza y la voluntad del Creador.
Tierra, agua, naturaleza y buen gobierno –esos símbolos preciados – harán parte integral de la administración que hoy comenzamos.
El mensaje de nuestros “hermanos mayores”, porque lo son, de los guardianes del equilibrio universal, hoy lo transmito, emocionado, a los más de 45 millones de compatriotas que venimos de esa herencia indígena, del legado de España, del rico aporte africano, y de tantas otras vertientes que han construido lo que somos.
Es el mensaje de la vida, de la armonía, y de la unidad dentro de la diversidad.
Es el mensaje de la Colombia pacífica y sabia que queremos dejar a nuestros hijos.
Haciendo honor a ese mensaje, hoy reitero solemnemente, en esta histórica Plaza de Bolívar, que presidiré un Gobierno que será de Unidad Nacional y que buscará la prosperidad social para todos los colombianos.
Hace doscientos años, en esta misma plaza, un puñado de neogranadinos dio los primeros pasos en nuestro camino hacia la independencia.
Somos la generación del Bicentenario: una generación con sentido del pasado y con vocación de futuro.
Al asumir el cargo de Presidente de la República de Colombia, el más alto honor pero también la mayor responsabilidad que otorga la Patria, siento que nos miran desde la historia nuestros padres Bolívar, Santander, Nariño y todos los hombres y mujeres que lucharon por darnos la Libertad.
Si ellos regresaran, verían con regocijo y con asombro cuánto hemos crecido en este país; cuánto se ha multiplicado; cuánto se ha transformado.
Pero también sentirían desilusión, porque doscientos años después no hemos alcanzado la justicia social ni consolidado la paz, soportes de la verdadera libertad, esa libertad por la que ellos vivieron y murieron.
Si queremos lograr el pleno desarrollo económico y social, tenemos que construir unidad entre nosotros, los herederos de la gesta libertaria.
En el bicentenario de nuestra Independencia es más oportuno que nunca que los colombianos nos decidamos por la unión y no por la confrontación.
Un gobierno de Unidad Nacional, como el que propongo, lo que plantea no es una repartición burocrática sino una gran alianza para consolidar la Colombia que todos soñamos.
El llamado que he hecho a la unidad nacional supone dejar atrás confrontaciones estériles, pendencias desprovistas de contenido, y superar los odios sin sentido entre ciudadanos de una misma Nación.
Implica convocar las mejores inteligencias y las mejores voluntades para construir entre todos un mejor país.
Significa alcanzar un gran acuerdo sobre lo fundamental, como decía Álvaro Gómez Hurtado, ese gran líder asesinado por las fuerzas oscuras que tanto daño le han hecho a nuestra patria y que nosotros estamos empeñados en acabar.
Un acuerdo en torno a la necesidad de tener una democracia vigorosa; una economía estable y próspera; una patria justa en lo económico y lo social; una Nación segura y en paz.
Lo dije el 20 de junio, y lo repito hoy ante mis compatriotas:
¡Soy y seré el Presidente de la Unidad Nacional!
Pero que quede claro: no quiero un país sin partidos ni sin controversias ideológicas.
Colombia necesita partidos sólidos, serios y de vocación permanente, con posiciones diferentes sobre la sociedad y sobre el Estado.
En su célebre discurso en el Teatro Patria, como Presidente electo de Colombia, Alberto Lleras Camargo –quien fuera el primer Secretario General de la OEA– advirtió que “una sociedad civil sin partidos no existe, ni puede operar una democracia sin ellos”.
Tampoco puede operar una democracia verdadera sin una prensa libre –con la cual he estado comprometido toda mi vida–, sin una oposición seria, o sin el equilibrio de los contrapesos del poder.
¡Esa es la democracia que defendemos!
En nuestro tiempo, el concepto de la Libertad tiene su razón de ser y su plena expresión si está ligado a la dimensión de la justicia y a la magnitud del bienestar social.
Por ello propuse a los colombianos durante mi campaña –y ellos me respondieron con una votación tan abrumadora que me enaltece y me compromete– que Colombia tenía que dar el paso hacia la Prosperidad Democrática.
Llegó la hora de que los bienes naturales que nos fueron otorgados con tanta abundancia y que los colombianos hemos multiplicado con ingenio y sabiduría, no sean el privilegio de unos pocos sino que estén al alcance de muchas manos.
De eso se trata en esencia la Prosperidad Democrática.
De una casa digna, de un empleo estable con salario y prestaciones justas, de acceso a la educación y a la salud.
De un bienestar básico, con tranquilidad económica, en cada familia colombiana.
Sólo así, si ningún colombiano se levanta en la mañana con la incertidumbre de su sustento diario, sólo así será posible la existencia de una sociedad con fuerza colectiva, capaz de soñar un futuro común.
Si superamos el desafío de la pobreza, el potencial intelectual y económico de Colombia despegará como una fuerza incontenible.
Por ello reitero hoy, ante la estatua vigilante del Libertador, que a los pobres no los vamos a defraudar.
¡A los pobres no les fallaremos!
Trabajaremos para disminuir la pobreza con la misma intensidad y con el mismo compromiso con que combatimos –y seguiremos combatiendo– el terrorismo y otros enemigos de Colombia.
Hoy hablo a los más de dos millones y medio de compatriotas que están en situación de desempleo, y a sus familias.
Cuando dije en mi campaña que el mío sería el gobierno del Trabajo, Trabajo y más Trabajo, ¡no eran palabras vanas!
Nuestra meta es bajar el desempleo a un dígito, así como apoyar el emprendimiento para que surjan más empresas rentables, más empresas generadoras de trabajo.
Con la creación del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral; con políticas de choque para la generación inmediata de trabajo; con leyes como la de Primer Empleo –una propuesta del Partido Liberal para dar incentivos a quienes contraten a los jóvenes que ingresan al mercado laboral–, y con el tren de nuestra economía avanzando a toda marcha, cumpliremos nuestra promesa.
Y en esto quiero ser enfático: la prioridad, la obsesión de mi Gobierno, será la generación de prosperidad social a través de la creación de trabajo.
Me comprometo con los que nada tienen y con los que se han cansado de esperar.
Todos nuestros esfuerzos, todos nuestros desvelos, hasta el último minuto de cada día, irán destinados a combatir la pobreza y el desempleo, ¡que no tienen por qué ser condiciones eternas para los colombianos!
Hablo también a los niños y jóvenes de Colombia:
Nuestro empeño será proporcionarles a todos –sin excepción, y desde la primera infancia– una nutrición y una educación de calidad en todas sus etapas, que les permita crecer como seres humanos integrales.
Queremos que cada estudiante tenga acceso a un computador personal y una formación bilingüe.
Pondremos en práctica un amplio programa de becas-crédito para que la falta de recursos deje de ser razón para que los bachilleres no ingresen a la educación técnica o universitaria.
Impulsaremos la integración y la colaboración de las universidades con las empresas para que se imparta una educación pertinente que contribuya al desarrollo y al empleo.
Reformaremos el sistema general de regalías para que –entre otras cosas– el diez por ciento de ellas se destinen en todo el país a la ciencia y la tecnología.
¡Todo con el fin de que ustedes, niños y jóvenes de Colombia, sean protagonistas activos en la sociedad global del siglo XXI!
A nuestros niños les debemos también la obligación de velar, con responsabilidad, por la preservación de nuestro medio ambiente y por el futuro de nuestro planeta.
Somos una de las naciones con mayor diversidad biológica del mundo, y con mayor riqueza hídrica, y estamos llamados a conservarlas para bien nuestro y de la humanidad.
Crearemos el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, y la Agencia Nacional de Aguas, para garantizar una mayor protección del agua y de nuestros recursos naturales.
Como dijo un sabio naturalista, “el mundo no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.
Por eso trabajaremos por el medio ambiente, para pagar esa deuda impostergable a las nuevas generaciones.
A las familias de Colombia; a las que lidian cada día con los problemas de salud, con los pagos de arriendos o hipotecas, con los desafíos de la vida cotidiana, quiero enviarles un mensaje de esperanza:
Trabajaremos para que tengan una salud de calidad, por su derecho a una vivienda digna, para que puedan caminar por sus calles sin temer por su seguridad.
El gobierno del presidente Uribe realizó un gran esfuerzo para aumentar la cobertura de salud, pero aún nos falta mucho por hacer.
Adelantaremos una reforma de fondo que –partiendo de la creación del nuevo Ministerio de Salud– haga énfasis en la prevención, unifique el Plan Obligatorio de Salud para todos los regímenes, y promueva el buen gobierno en el sector.
Otra prioridad de mi gobierno será hacer posible el sueño de cada colombiano de tener una vivienda digna para su familia.
Nos fijamos la meta de duplicar los subsidios y de construir al menos un millón de viviendas nuevas el próximo cuatrienio; viviendas dignas que respeten la condición humana de sus habitantes.
Desde el nuevo Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano articularemos las políticas para que todos los colombianos puedan decir que salen de su trabajo – ¡porque tienen trabajo! – y que van para su casa.
Y que cuando digan “su casa”, ¡es porque es propia!
Vamos a meterle el hombro a nuestras ciudades, para mejorar su seguridad y su movilidad, y para cerrar las brechas sociales y de oportunidades entre sus habitantes.
Pondremos en marcha una estrategia integral de seguridad ciudadana para que los centros urbanos sean espacios sociales, de convivencia, donde los niños, las mujeres, los ancianos, puedan jugar, caminar y vivir tranquilos, ¡sin temor ni zozobra!
Y quiero que me escuchen en los campos –en las montañas, en las llanuras, las selvas, en las costas de nuestra tierra– los campesinos de Colombia.
Vamos a defender al campesino colombiano, vamos a convertirlo en empresario, a apoyarlo con tecnología y créditos, para hacer de cada campesino un próspero Juan Valdez.
Porque ese campesino es la persona capaz de alimentar a Colombia y de ayudar a sustentar a un mundo ávido de alimentos.
Colombia puede ser una despensa productiva para el planeta, y trabajaremos con empeño para que así sea.
También vamos a trabajar para que los campesinos sean dueños de las tierras más productivas de Colombia y para que las exploten.
Los fenómenos del narcotráfico, del terrorismo, de la violencia, que ha sufrido nuestro país, hicieron que buena parte de las mejores tierras terminaran en manos de agentes de la violencia.
¡Eso lo vamos a reversar!
Presentaremos al Congreso un proyecto de Ley de Tierras, y aceleraremos los mecanismos de extinción de dominio, para que las tierras que el Estado les ha incautado a los criminales, y las que les vamos a incautar, regresen a las manos campesinas, a los que de verdad las trabajan con vocación y con sudor.
Con campos más seguros, promoveremos el retorno a sus parcelas –como ya se viene cumpliendo, con acompañamiento integral del Estado– de los desplazados y de las víctimas de la violencia.
Ante todo, los vamos a capacitar y los vamos a apoyar para que recuperen su vida productiva, en sus tierras de origen o donde se encuentren hoy en día.
Por supuesto, para lograr todos estos avances sociales, se requiere de una economía sana y próspera.
La economía de nuestro país tiene que crecer cada vez más, porque las expectativas y necesidades de nuestro pueblo crecen igualmente cada día.
Juntos, gobierno y sector privado, empresarios y trabajadores, vamos a impulsar las cinco locomotoras que harán despegar nuestra economía, con un destino cierto: el de la paz y la prosperidad; el de la paz y la creación de empleo.
Con el campo, la infraestructura, la vivienda, la minería y la innovación pondremos en marcha el tren del progreso y la prosperidad, para que jalone los vagones de la industria, del comercio y los servicios, que son los mayores generadores de empleo.
Para superar un rezago de décadas, seremos contundentes en la planeación y ejecución de las grandes obras de infraestructura que necesita el país, y exigiremos pulcritud y cumplimiento en su contratación y desarrollo.
Manejaremos las finanzas públicas con responsabilidad fiscal y con responsabilidad monetaria, no sólo para el presente, sino pensando en las futuras generaciones.
Siguiendo una adecuada regla fiscal, vamos a ahorrar los recursos de tiempos de bonanza para poder manejar con solvencia los tiempos de crisis.
Y quiero que escuchen los inversionistas de nuestro país y del mundo:
Aquí en Colombia siempre encontrarán confianza y tierra amiga.
Soy un convencido de la necesidad de la inversión para generar desarrollo y empleo, y por eso mi administración –siguiendo los lineamientos de confianza inversionista del gobierno del presidente Uribe– será amigable hacia la inversión, con reglas claras y estables.
Hablo ahora a las regiones y a las minorías de nuestro país.
En nuestro gobierno avanzaremos hacia una descentralización efectiva, que respete la autonomía regional y la diversidad que enriquece nuestra Nación.
Presentaremos al Congreso la reforma al régimen de regalías y crearemos, doctor (Armando) Benedetti (Presidente del Congreso) el Fondo de Compensación Regional para cerrar la brecha de desarrollo entre las regiones de la periferia y el centro del país.
Un gran reto del nuevo Congreso será la aprobación, por fin, de la Ley de Ordenamiento Territorial que impulse la descentralización y desarrolle los derechos de las minorías étnicas consagradas en la Carta del 91.
Las regiones que estableció la Constitución para promover el desarrollo económico y social, van a ser una realidad.
En medio de la voluntad y el tesón de más de 45 millones de buenos colombianos, subsiste, sin embargo, una ínfima minoría que persiste en el terrorismo y el narcotráfico, en obstruir nuestro camino hacia la prosperidad.
A todas las organizaciones legales las defenderemos y a las ilegales las seguiremos combatiendo sin tregua ni cuartel.
No descansaremos hasta que impere plenamente el Estado de derecho en todos y cada uno de los corregimientos de nuestra patria.
Con la consolidación de la seguridad democrática hemos avanzado en esta dirección como nunca antes, pero falta camino por recorrer.
Llegar a este final seguirá siendo prioridad, y desde ya le pido a la nueva cúpula de nuestras Fuerzas Armadas que continúe dando resultados y produciendo avances contundentes.
Al mismo tiempo quiero reiterar lo que he dicho en el pasado: La puerta del diálogo no está cerrada con llave.
Yo aspiro, durante mi gobierno, a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos.
De un desarme real de los espíritus, construido sobre cimientos perdurables que no alimenten falsas esperanzas, que no permitan más engaños y que no conduzcan a nuevas frustraciones en un país que, desde lo más profundo de su alma ensangrentada, lo que más desea es la paz.
Tenemos que asimilar la lección del pasado y aprender de los errores cometidos en esta brega por superar una confrontación que hace demasiado tiempo nos desgarra.
Es cierto que quienes no aprenden de la historia están condenados a repetirla.
Pero el pueblo colombiano ha asimilado muy a fondo la suya.
Y por eso expresa, todos los días y en todas las formas, su rechazo a quienes persisten en una violencia insensata y fratricida.
A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa.
Eso sí –insisto– sobre premisas inalterables: la renuncia a las armas, al secuestro, al narcotráfico, a la extorsión, a la intimidación.
No es la exigencia caprichosa de un gobernante de turno.
¡Es el clamor de una Nación!
Pero mientras no liberen a los secuestrados, mientras sigan cometiendo actos terroristas, mientras no devuelvan a los niños reclutados a la fuerza, mientras sigan minando y contaminando los campos colombianos, seguiremos enfrentando a todos los violentos, sin excepción, con todo lo que esté a nuestro alcance.
¡Y ustedes, los que me escuchan, saben que somos eficaces!
Lo he dicho, y lo repito:
Es posible tener una Colombia en paz, una Colombia sin guerrilla, ¡y lo vamos a demostrar!
Por la razón o por la fuerza.
Sea el momento –en esta plaza que vio nacer nuestra libertad– para hacer un homenaje, el más justo de todos, a nuestras Fuerzas Armadas.
Mi saludo de gratitud a nuestros soldados, infantes de marina y policías que ahora mismo, hoy ¡ahora mismo!, arriesgan sus vidas por proteger las de todos los colombianos, así quienes me antecedieron y sucedieron en el Ministerio de Defensa.
¡Gloria y honor a las Fuerzas Armadas de Colombia!
Como su comandante supremo, trabajaré con las Fuerzas Armadas, y por las Fuerzas Armadas, para acabar de consolidar la seguridad y la tranquilidad en todo el territorio nacional.
Quiero rendir también un tributo especial, un homenaje desde el fondo de mi corazón, a un hombre que brillará en la historia como aquel que devolvió a los colombianos la esperanza en el mañana y la posibilidad de recorrer sin miedo nuestro hermoso país: el presidente Álvaro Uribe Vélez.
Las próximas generaciones de colombianos mirarán hacia atrás y descubrirán, con admiración, que fue el liderazgo del presidente Uribe, un colombiano genial e irrepetible, el que sentó las bases del país próspero y en paz que vivirán.
Recordarán también que a su lado, como soporte de su afecto y de su hogar, estuvo una mujer excepcional, ejemplo de lucidez, de sencillez y calidad humana, que trabajó con dedicación y discreción por las causas más justas: doña Lina Moreno de Uribe.
¡Gracias, gracias, mil veces gracias, presidente Uribe, a usted y su familia, por dejarnos un país donde es posible hablar de progreso, de prosperidad, donde es posible hablar de futuro y es posible hablar de paz!
Hoy recibo ese legado con humildad y respeto, y proclamo que lucharé por consolidar y acrecentar su inmensa obra de gobierno.
No retrocederemos ni un paso en el sendero recorrido y, tal como lo prometí en mi campaña, avanzaremos desde la seguridad democrática hacia la Prosperidad Democrática.
Porque si este país, en estos dos siglos, ha alcanzado tantos logros de desarrollo en medio del asedio de los violentos, ¡ya verá el mundo de lo que somos capaces los colombianos cuando consolidemos la paz!
Como en todas las naciones y sociedades, existe en Colombia otro sector tan ambicioso como despiadado que asecha y ataca desde las sombras.
Se trata del flagelo de la corrupción.
Por eso, así como a los jefes terroristas los convertimos en objetivos de alto valor para localizarlos y neutralizarlos, vamos a perseguir y combatir a los corruptos que se roban los recursos de los colombianos.
Combatiremos con igual decisión la corrupción oficial o la privada, y la relación de vasos comunicantes entre ambas.
Para ser más eficaces en este esfuerzo, presentaremos al Congreso un estatuto integral de lucha contra la corrupción, que consolide, coordine y fortalezca la acción preventiva y punitiva del Estado contra los corruptos.
También nos proponemos adherir a la Convención Anti-Soborno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –una asociación de países comprometidos con la responsabilidad económica y las buenas prácticas, a la que aspiramos ingresar– como un paso trascendental en nuestro compromiso contra la corrupción.
Y que quede muy claro: Si alguien en su interior abriga la oscura intención de lucrarse con los bienes públicos, le advierto desde ahora que no trate de hacer parte del gobierno que hoy comienza.
He dicho que aplicaré en mi administración los postulados del buen gobierno, y así lo haré.
Los principios de eficiencia, eficacia, de transparencia, de rendición de cuentas van a presidir las actuaciones del Gobierno Nacional.
¡Vamos a gobernar en una urna de cristal!
Ser servidor público será sinónimo de compromiso con el bien general, una tarea que convoque a los mejores ciudadanos, y a los más éticos, a trabajar por su país.
Habrá pudor en el manejo de lo público, porque esa es una condición esencial del buen gobierno.
Como demócrata integral, creo y defenderé siempre la independencia de la Justicia en Colombia, condición esencial de la separación de poderes, que es el alma de la democracia moderna.
Por eso hoy reitero mi invitación a las Altas Cortes para que trabajemos en completa armonía, buscando una justicia pronta y eficaz para todos los colombianos, y combatiendo la impunidad, que es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo.
El próximo lunes me reuniré con los magistrados para cimentar esta relación armónica, fundamental para el buen desarrollo del Estado.
Restableceremos el Ministerio de Justicia como un Ministerio de Justicia y de los Derechos que articule una política de Estado para fortalecer la justicia y proteger los derechos fundamentales.
Será un ministerio que no sólo tendrá interlocución con el Poder Judicial sino que liderará la estrategia jurídica del Estado, preservará la coherencia legislativa y velará por la formación de los abogados.
Un ministerio, más que respetuoso, garante de la independencia judicial.
Concertaremos con las Cortes, y luego impulsaremos en el Congreso, una reforma a la Justicia que afirme la fe de los colombianos en su sistema judicial, que nos brinde seguridad jurídica, y que complemente el acento que puso la Carta del 91 en la justicia y los derechos.
Como lo ha dicho quien fuera mi profesor en dos oportunidades, el premio nobel Amartya Sen, una reforma moderna de justicia implica enfrentar desde la política la injusticia diaria de la vida real.
Colombia está llamada a jugar un papel muy relevante en los nuevos espacios globales, y aspiramos asumir –después de 40 años de estar a la defensiva– el liderazgo que nos corresponde en los escenarios internacionales.
Hay que saberse globalizar y no sólo dejarse globalizar.
Para ello pondremos en marcha una política exterior moderna que mire hacia el futuro, con contingentes de diplomáticos que multipliquen la presencia de Colombia en los organismos multilaterales y profundicen las relaciones bilaterales.
El respeto, la cooperación y la diplomacia serán los ejes de nuestras relaciones internacionales.
Queremos vivir en paz con todos nuestros vecinos.
Los respetaremos para que nos respeten.
Entendemos que sobre las diferencias ideológicas se impone el destino compartido de hermanos de historia y de sangre; que nos unen propósitos comunes para trabajar por nuestra gente y por nuestra región.
Y no debería ser necesario decirlo, pero a veces hay que subrayar lo sobreentendido:
Así como no reconozco enemigos en la política nacional, tampoco lo hago en ningún gobierno extranjero.
La palabra guerra no está en mi diccionario cuando pienso en las relaciones de Colombia con sus vecinos o con cualquier nación del planeta.
Quien diga que quiere la guerra se ve que no ha tenido nunca la responsabilidad de enviar soldados a una guerra de verdad.
Yo he tenido esa responsabilidad; yo he enviado a nuestros soldados, infantes de marina y policías a combatir el terrorismo; yo he consolado a sus viudas y a sus huérfanos, y sé lo doloroso que es esto.
Por eso quiero ser muy claro en este punto tan delicado.
Porque, antes que soldado, he sido diplomático.
Me enorgullece haber sido el arquitecto, en la década de los noventa, como Ministro de Comercio Exterior, de la integración con Venezuela, con Ecuador y con muchos otros países del mundo; una integración que generó cientos de miles de empleos que trajeron prosperidad y bienestar a nuestros pueblos
Uno de mis propósitos fundamentales como Presidente será reconstruir las relaciones con Venezuela y Ecuador, restablecer la confianza, y privilegiar la diplomacia y la prudencia.
Les agradezco a tantas personas de buenísima voluntad que se han ofrecido a mediar en la situación con Venezuela, pero debo decir honestamente que, dadas las circunstancias y mi forma de ser, prefiero el diálogo franco y directo.
Y ojalá sea lo más pronto posible.
Eso sí: un diálogo dentro de un marco de respeto mutuo, de cooperación recíproca, de firmeza contra la criminalidad, y de comunicación sincera y abierta.
Las buenas relaciones nos benefician a todos, porque cuando los gobiernos disputan son los pueblos los que sufren.
Cada país de nuestra región tiene grandes fortalezas, pero si trabajamos juntos ¡podemos ser una gran potencia!
Por eso creemos firmemente en la unidad y la confraternidad latinoamericana, que son el legado de nuestros Libertadores y el imperativo de nuestros tiempos.
Bien lo ha dicho el gran escritor mexicano, y mi buen amigo, Carlos Fuentes: “Los Estados democráticos en América Latina están desafiados a hacer algo que hasta ahora sólo se esperaba de las revoluciones: alcanzar el desarrollo económico junto con la democracia y la justicia social”.
Esta unidad latinoamericana también debe expresarse en solidaridad.
La semana pasada, al concluir una gira por doce países de Europa y América, tuve la oportunidad de visitar Haití, y de reunirme con muchos haitianos y con el propio presidente Préval.
Debo decir, con el corazón adolorido, que la angustiosa realidad que constaté supera la imaginación.
Latinoamérica y el mundo tenemos que hacer mucho más.
La gran ayuda anunciada no ha llegado o, por lo menos, no se ve.
No podemos, apreciados colegas, ¡no podemos avanzar tranquilos hacia el futuro dejando atrás la inmensa tragedia del pueblo haitiano!
En este día central de nuestra democracia, quiero hacer, ante el país y el mundo, una expresa declaración de principios.
El respeto a la vida es un mandato sagrado.
El respeto a la libertad e integridad de las personas es una obligación ineludible de todo Estado que se llame democrático.
La defensa de los derechos humanos, ¡óigase bien!, será un compromiso firme e indeclinable de mi gobierno, y así lo reitero hoy ante mis conciudadanos, ante los honorables miembros del Congreso y ante la comunidad internacional.
No lo hacemos por presiones o imposiciones externas. No, lo hacemos porque nos nace de la más profunda convicción democrática, ética y humana.
Colombianos:
Los invito a que compartamos la construcción de un nuevo amanecer.
En este nuevo amanecer tenemos la oportunidad histórica para transformar a Colombia y asumir un positivo protagonismo en el escenario internacional.
En este nuevo amanecer vamos a desarrollar las potencialidades de nuestra gente, de nuestra tierra, de nuestras regiones, para conquistar las oportunidades globales de los próximos 50 años.
En este nuevo amanecer lograremos que Colombia, en menos de una década, sea reconocida internacionalmente por su altísima calidad de capital humano, por su equidad social, una capacidad económica, empresarial y tecnológica de talla mundial.
En este nuevo amanecer empresarios, científicos, estudiantes, artistas, deportistas y ciudadanos del común se convertirán en símbolos de superación, excelencia, profesionalismo e innovación.
En este nuevo amanecer nuestro país se destacará en los temas más importantes para la humanidad, como son el uso sostenible de la biodiversidad, las energías limpias, la seguridad alimentaria, el desarrollo tecnológico y las mismas industrias creativas.
No será fácil, y seamos conscientes, no será fácil, pero podemos lograrlo si trabajamos juntos, alcanzando consensos nacionales y empujando todos en una misma dirección, la dirección de la paz y la prosperidad.
Es hora de exigirnos más como sociedad, de exigirnos más como país.
Tenemos que ir mucho más lejos de lo que hemos llegado; tenemos que pensar en grande; tener metas audaces, con visión, con ambición.
Desde el Gobierno nacional, con el vicepresidente Angelino Garzón –un formidable líder social y defensor de los derechos humanos–; y con un equipo de lujo, capacitado y dispuesto a servirle al país con probidad y profesionalismo, vamos a poner todo de nuestra parte para que ese nuevo amanecer sea una realidad.
Ahora que estamos listos para dar el gran salto a la prosperidad democrática, el nuevo Congreso de la República tiene una responsabilidad histórica con Colombia, y estoy seguro de que no será inferior a las expectativas.
A las fuerzas que han manifestado su adhesión a nuestro gobierno de Unidad Nacional les pido un trabajo serio y consistente.
A quienes quieran asumir la oposición les comunico mi absoluto respeto y todas las garantías, porque su control político y su veeduría son necesarios para el fortalecimiento de nuestra democracia.
Como representantes de los intereses supremos de nuestra nación tenemos que dar ejemplo de trabajo y honradez, ¡un ejemplo de buen gobierno!
La clase política es vista con desconfianza por buena parte de las sociedades de Colombia y del mundo.
Está en nuestras manos demostrar que la realidad es diferente.
Les pido a Dios Todopoderoso, al pueblo colombiano, a la comunidad internacional, que me acompañen y me ayuden para sacar adelante la gran misión y responsabilidad que asumo en este año del bicentenario de nuestra Independencia.
Quiero agradecer desde ahora, en este día inolvidable de nuestras vidas, a mi esposa María Clemencia y a mis hijos Martín, María Antonia y Esteban, porque sé que serán mi fuerza y mi refugio en los días difíciles de gobierno, y sé que entenderán y acompañarán mis desvelos, y el tiempo que destinaremos al servicio de la patria.
El 7 de agosto de 1938 el presidente Eduardo Santos terminó su discurso de posesión con la siguiente declaración:
“Cualquier sacrificio que me espera en la vía que hoy empiezo a recorrer, lo recibiré con alegría, si puedo en cambio llevar a los hogares colombianos un poco más de bienestar, un poco más de justicia y el don divino de la paz”.
Setenta y dos años después, firmo con gusto, con entusiasmo este destino para mí y para mi patria.
Porque pasan los años, pasan los presidentes; tan grande como efímero es el poder, pero Colombia siempre prevalecerá.
Quiero contribuir con trabajo, con amor, con respeto, con pulcritud, con humildad y compasión, para que esta Colombia grande, alegre y valiente pueda llegar a ser algún día una nación que, además de justa, además de próspera, sea completamente feliz.
Muchos países en la historia han superado duras etapas de violencia, de subdesarrollo, de conflicto, y hoy son ejemplo de progreso y justicia social.
Colombianos: ¡ahora es nuestro turno!
Ahora nos toca a nosotros.
El mañana está llamando a la puerta, y entre todos vamos a abrirla para recorrer la senda de la prosperidad.
Porque llegó la hora de la verdad.
Llegó la hora de asumir nuestro destino.
Llegó la hora de enterrar los odios.
Llegó la hora de sembrar concordia.
Llegó la hora de edificar –unidos, como debe ser – un país que nos llene de orgullo, un país digno para nuestros hijos.
Compatriotas:
¡Le llegó la hora a Colombia!