El liderazgo social de Francia Márquez ha sido reconocido en todo el mundo y su tesón, resiliencia y discurso la convirtieron en la revelación electoral de Colombia, razón por la cual este domingo se posesionará como vicepresidenta, la primera mujer negra que llega al segundo cargo en importancia del país.
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Nacida en Suárez, en el Cauca, uno de los departamentos más violentos de Colombia; víctima de la violencia del conflicto armado, y líder por años de luchas medioambientales, Márquez dará el salto al poder bajo la consigna de que por fin se pueda “vivir sabroso” en las regiones alejadas y en representación de “los nadies”, como llama a los excluidos.
Y es que la de Márquez, de 40 años, ha sido una vida de luchas: por estudiar, por sobrevivir en una de las zonas más “calientes”, por sacar adelante a su familia tras ser madre adolescente, por tener que desplazarse forzadamente tras las amenazas recibidas por pelear por sus derechos y los de los suyos, y por defender la tierra en que nació.
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“Hemos avanzado en un paso muy importante; después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de la gente de manos callosas, el gobierno de la gente de a pie, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia”, dijo Márquez en su primer discurso tras el triunfo en las elecciones del pasado 19 de junio, en las que fue compañera de fórmula del presidente electo, Gustavo Petro.
SÍMBOLO DEL CAMBIO
Márquez se ha convertido en un fenómeno político y un símbolo de las comunidades tradicionalmente marginadas en la política y en la sociedad colombiana, abriendo un resquicio a la esperanza de la representatividad y el cambio.
Vestida con trajes coloridos y con facilidad de oratoria, Márquez ha cautivado a parte de la ciudadanía, especialmente a los jóvenes, con su promesa de hacer de Colombia un país para “vivir sabroso”, aunque precisamente este elemento de novedad en el panorama político también le ha valido críticas por su bisoñez política.
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También ha sido víctima del “racismo estructural” que ella quiere acabar como gobernante y que ha sufrido con mayor fuerza desde que consiguió casi 800.000 votos en la consulta interna que escogió a Petro como aspirante presidencial del Pacto Histórico y que derivó en su elección como candidata vicepresidencial.
Sin embargo, su discurso es contundente: “Vamos hermanos y hermanas a reconciliar esta nación; vamos por la paz de manera decidida, sin miedo, con amor y alegría; vamos por la dignidad, por la justicia social; vamos las mujeres a erradicar el patriarcado de nuestro país; vamos por los derechos de la comunidad diversa LGBTIQ+; vamos por los derechos de nuestra madre tierra, de la casa grande, a cuidar nuestra casa grande, a cuidar la biodiversidad, y vamos juntos a erradicar el racismo estructural”.
UNA LUCHA POR LOS SUYOS
Uno de los hitos de su larga lucha social es el Goldman Environmental Prize, considerado el premio Nobel medioambiental, pues Márquez nació en la vereda de Yolombó, perteneciente a Suárez, donde la extracción minera ha hecho de la región una rentable fuente económica.
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Una angustia que comparte con muchos colombianos es que pagan los pecados de una tierra extremadamente biodiversa y rica en recursos a la que llegan las compañías multinacionales a hacer negocio, por lo que la vicepresidenta electa se plantó a los quince años: empezó su activismo para salvar el río Ovejas y oponerse a la minería en su tierra.
Tras una llamada telefónica en 2014 en la que le dijeron que era hora de “ajustar cuentas”, Márquez, madre de dos hijos y abuela a sus 40 años, no miró atrás y dejó su natal Suárez.
“Esa noche salí corriendo de una reunión a buscar a mis hijos, pedimos un taxi, nos recogieron y salimos volados para Cali. En el camino yo sólo pedía que nos hiciéramos invisibles”, relata en sus mítines.
Ella, como muchos líderes sociales que viven en la zozobra del conflicto, ha sufrido los estragos de la violencia y fue víctima de un atentado en 2019 cuando estaba en una reunión de preparación para unos diálogos entre indígenas y el Gobierno y fue atacada con armas y granadas.
Márquez aglutina la lucha social, el feminismo, los pueblos históricamente marginados y los “nadie”, a los que evoca continuamente, así como las olvidadas víctimas del conflicto armado, y se ha convertido en un símbolo del cambio que reclamó Colombia en las calles durante el estallido social de 2021 y luego en las urnas.
Ahora, su gran reto y responsabilidad, será reflejar como vicepresidenta ese cambio, que además podrá ejecutar como ministra de la Igualdad, una cartera cuyo liderazgo asumirá una vez sea creada con la misión de dar más oportunidades a quienes, como ella, han sido históricamente excluidos en Colombia.
“Vamos de la resistencia al poder hasta que la dignidad se haga costumbre”, suele decir Márquez, que está ante el gran reto de su vida y es una de las figuras políticas colombianas con mayor protección de cara al futuro.