Atravesar las carreteras del departamento de Putumayo cuando se recorre desde del municipio de Puerto Asís a Orito, es un constante asombro. La amplitud de los paisajes y las grandes extensiones de tierra, que tienen un color rojizo en esta zona específica, muestran la riqueza medioambiental con la que cuenta el departamento, al punto del municipio conocido popularmente como el ‘Paraíso Amazónico‘. El paisaje se hace mucho más rico cuando en los extensos territorios se pueden ver vacas, caballos, gallinas, perros y aves de todo tipo.
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Cuando se entra por la vía a Orito se puede ver por qué se llama la Capital Petrolera del Putumayo, a lado y lado de la vía cada poco se encuentran instalaciones de lo que parecen ser posos de exploración de este combustible que representa gran parte de la economía colombiana. A 10 minutos del casco urbano del municipio se encuentra la finca Los Chiríparos, una propiedad de Albeiro Ortiz, de 56 años, padre de cuatro hijos junto a su esposa Olga Gómez y como 280.610 personas (según el Registro Único de Víctimas) de Putumayo, es víctima del conflicto armado.
‘Los Chiríparos’ estuvo baldía durante casi más de una década, con el dolor escurriendo desde dentro con lágrimas en los ojos, Albeiro y su familia, tuvieron que abandonarla a causa de la violencia de actores armados en conflicto. “Lo mejor es que no amanezcan ¡Es la orden!”, fueron las palabras que le dijeron personas fuertemente armadas con camuflados tras llevarlo lejos de su esposa la noche del 13 de noviembre de 2007, la misma que tuvieron que salir corriendo con lo que alcanzaron a meter en las bolsas más grandes que encontraron.
La orden de la amenaza que se dirigió a él no está clara, pero Albeiro sospecha que fue por oponerse a paros cocaleros que estaban realizando los cultivadores de esta planta en el departamento o porque su hijo estaba prestando el servicio militar en el Ejército Nacional justo en esa época.
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“Eso es una situación en la que uno no sabe ni qué está pasando, ni por qué está pasando, ni a dónde va. Es tan duro que uno no tiene palabras para explicar lo que es salir de una propiedad donde uno crió los hijos y de un momento para otro tener que abandonarlo y quedar como si se hubiera caído de un avión, sin saber para dónde ir”, dice Albeiro mientras lleva sus manos a su cara tratando de encontrar las palabras para explicar lo que sintió al tener que desplazarse.
Como había sido la orden, no amanecieron allí. Albeiro, doña Olga, su esposa, y la familia, salieron rumbo a Acevedo, municipio en el departamento del Huila, en donde se pusieron a cosechar café en jornadas largas y extenuantes. Allí, para sostener a su familia, incluso llegó a convertirse en conductor de transporte público. Mientras pasaron 11 años, una deuda del banco al parecer estaba provocando que su tierra en Putumayo estuviese a punto de ser rematada.
Con la creación de la Ley de Víctimas, en el año 2012, Albeiro recobró la esperanza de regresar a su finca con su familia e instauró su proceso ante la Unidad de Restitución de Víctimas en el año 2017. Un 23 de noviembre del año 2018, con lágrimas, pero ahora de emoción, pisó nuevamente junto a su familia Los Chiríparos, una extensión de tierra que por los años estaba llena de maleza, descuidada y reflejaba el dolor del abandono forzado de aquel 13 de noviembre de 2007.
El dolor de Albeiro se ha tornado en esperanza desde que el Juzgado Civil del Circuito Especializado de Restitución de Tierras de Mocoa, profirió la sentencia que ordenaba su reparación integral. La deuda que tenía con el banco, que ascendía a 210 millones de pesos a pesar de que era de 30, fue condonada. Con el dinero que asignó la Unidad de Restitución de Tierras pudo comprar los primeros insumos pecuarios, siete vacas, postes para cercar su finca, materiales para la construcción de un corral.
“Estoy muy contento porque hemos podido acumular logros gracias a la ayuda que hemos recibido por parte de la Unidad de Restitución de Tierras”, dice Albeiro entusiasmado refiriéndose a su finca, a pesar de que algunos aspectos de su sentencia todavía faltan por cumplirse. “Es importante que se acabe de cumplir la sentencia mía, aún está pendiente la construcción de la vivienda y la compensación económica de la tierra porque pasó a manos de terceros al momento del desplazamiento”, explica.
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El paraíso que ha construido la familia Ortiz Gómez se ha levantado paso a paso con el esfuerzo y dedicación de sus hijos y su esposa, al punto de que en la actualidad tiene 90 cabezas de ganado de las cuales ordeña leche que se convierte artesanalmente en queso prensado que se comercializa a nivel local. También adquirieron caballos, tienen sembrados de plátano, yuca, un galpón de pollo, una huerta autogestionada y está recuperando sus posos pscícolas para la siembra de alevinos.
“Reconozco que la Unidad de Restitución de Tierras se ha tomado con seriedad y responsabilidad la eficacia que hay que tener con las personas desplazadas del país”, agrega Albeiro, contando, además, a que aspira que su única hija se gradúe de la Universidad San Martín de Pasto, que su finca prospere al punto de convertirse en totalmente autosostenible y descansar de las jornadas diarias en la finca.
Cuando a don Albeiro se le pregunta directamente por su historia, lo que lo hizo abandonar su tierra y cómo regresó, aún lo supera la emoción. La mezcla entre el dolor y el agradecimiento se le filtran entre palabras y su garganta se ve constantemente pasando saliva para no llorar más de lo que lo hace en el momento. La historia de su familia es la de millones en el país, que se ha posicionado como el tercero después de Siria y República del Congo en mayor número de víctimas de desplazamiento interno durante el 2021.
Con su voz contundente y llena de esperanza y sentado en la cama de uno de los cuartos de la casa que con sus propias manos contruyó, Albeiro envía, finalmente, un mensaje de optimismo en medio de un panorama azotador. “Quiero decirle a las personas que han sufrido desplazamiento que sí ha manera de retornar, de superarse. Acérquense a la Unidad de Restitución de Tierras que actúa con seriedad. La restitución de tierras sí es una realidad, es un hecho, no es una fábula, es algo real y que funciona. Para mí ha sido toda una bendición”.