Este joven de mirada expresiva y sonrisa deslumbrante vivió el momento más oscuro de su vida hace algunos años debido a malas decisiones tomadas, que tuvieron como motor la pobreza y la discriminación, que lo llevaron a tomar “los caminos del mal”, como el mismo lo indica.
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“Estuve cuatro años y nueve días en la cárcel, también por algo injusto, no fue mi decisión delinquir sino algo indebido que surgió en medio de una situación en la que me vi inmerso y a mi inexperiencia”, cuenta Hernández.
Sin embargo, del algún modo, ha sido la cárcel la que le ha dado un nuevo sentido a su vida. Allí se convirtió en defensor de Derechos Humanos de la comunidad LGBTI, a la que pertenece. Peleó su libertad hasta que salió, y después fue acogido por la Fundación Acción Interna, de Johana Bahamón, lo que le ha permitido tener empleo durante el año y ocho meses que lleva en libertad.
El panorama mejoró aún más para Abay Alejandro en los últimos seis meses gracias a la alianza de Fundación Acción Interna con la multinacional Henkel y la Academia Schwarzkopf, pues gracias a esta pudo tomar un curso completo de colorimetría profesional del que obtuvo su título el pasado 14 de diciembre.
“En la cárcel encontré el gusto por la peluquería. Veía a mis amigas (mujeres trans) arreglándose el pelo, pintándoselo, aunque casi no tenían recursos. Eso era algo que le daba vida a los barrotes y la cárcel gris y oscura. El maquillaje le daba algo de luz a ese hueco tan feo. Los hombres también se peluqueaban para recibir a sus mamás o a sus mujeres. Entonces me imaginaba el momento de salir y ser grande incluso arreglar a modelos de pasarela, entonces ahora estoy logrando los objetivos que tenía”, cuenta este joven soñador.
La Academia Schwarzkopf cuenta con uno de los planes de formación más completos de la industria, que cubre las necesidades técnicas, empresariales y de desarrollo personal para los diferentes actores de la belleza profesional del país.
Los cursos a los cuales tienen acceso los beneficiarios de esta Fundación, se desarrollan de manera presencial en Bogotá con una duración de 6 meses, su pensum es una compilación de temas que abarcan conceptos básicos de colorimetría, aplicación de tinturas, corte, estilo y especialistas en cuidado del cabello. Al final del curso, los estudiantes reciben un certificado.
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“Me gusta darle color al cabello y el estilismo, graduarme significa decirle a todos los jóvenes que sí se dan las segundas oportunidades y que se esfuercen, que podemos equivocarnos, pero también tenemos derecho a resarcir el daño que hayamos cometido y tener una vida distinta basada en el perdón y en el cambio. Las puertas se abren si uno pide que las abran”, dice Hernández.
Hoy Abay Alejandro trabaja, estudia y se dedica a hacer activismo por la defensa de los Derechos Humanos de la población LGBTI, las personas privadas de la libertad y los pospenados.
“En mi diario vivir voy a las cárceles de Bogotá como El Buen Pastor, La Modelo y La Picota. Allí trabajo de la mano de la fundación Red Comunitaria Trans con el programa ‘Cuerpos en Prisión, mentes en Acción’ y apoyamos a los chicos gay y las chicas trans. Les llevamos útiles de aseo, maquillaje, ayuda psicológica y jurídica. Lo hago por todo lo que yo sufrí por ser de un grupo vulnerable y marginal”, cuenta Hernández.
Abay también hace trabajo comunitario en el barrio Santa Fé, en el centro de Bogotá, apoyando a las trabajadoras sexuales, gay y transexuales. Incluso ha adelantado procesos con niños venezolanos.
“Ha sido bonito este proceso de salir de la cárcel y ayudar a tanta gente, más que ayudarme a mí mismo. Es la deuda que tengo de resocializarme. Siento que es lo que le debo al Estado y a la Nación para demostrarles que puedo ser mejor persona y ayudarles. Estoy comprometido no solo por el error que cometí sino por la desigualdad que viví. Me veo forzado a ayudar porque cuando estuve en la cárcel no tuve mucha ayuda, mis papás no me visitaban, no tenía quien me enviara útiles de aseo, fui víctima de abuso sexual por los demás presos, fui víctima de violencia por la guardia. Entonces quiero que otras personas no vivan eso que yo viví”, dice Abay Alejandro.
Cabe resaltar que este joven viene del municipio de Purificación, en Tolima, del que decidió migrar a los 16 años por su condición sexual. “Quería iniciar mi tránsito y en esos pueblos no está bien vista la homosexualidad. No había oportunidades para estudiar o trabajar, por eso me vine para Bogotá. Y aquí sigo, abriéndome puertas para mí y para las demás personas”, cuenta el joven.
El mensaje de Abay es claro: “Muchas personas vuelven a delinquir porque no tienen acceso a la educación ni al trabajo, porque no tienen las oportunidades que en este momento estoy teniendo yo, y en ese sentido me siento privilegiado. Quiero ayudar a muchas personas para que no reincidan en el delito”.
El paso a seguir para este joven es continuar estudiando, y por qué no, hasta salir del país para hacer una especialización o una maestría, así como seguir ayudando a las personas que lo necesiten, estén en la cárcel o fuera de ella.
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