Medellin

Treinta años en el Metro de Medellín: Un legado de transformación urbana y social

Tomás Elejalde cumplió 30 años de servicio en el Metro de Medellín, aquí su historia y legado.

El 30 de noviembre de 1995, el Metro de Medellín dio su primer paso como motor de conexión y esperanza para la ciudad. Ese día, al frente del centro de control, estaba Tomás Elejalde, quien hoy, como gerente de la compañía, celebra 30 años de trayectoria. En una conversación con PUBLIMETRO, compartió su experiencia, sus recuerdos más valiosos y los sueños que lo inspiran a seguir construyendo el futuro de este símbolo tan querido por los medellinenses.

¿Cómo recuerda su primer día en el Metro de Medellín hace 30 años, cuando inició la operación comercial?

Como un día muy, muy especial en la carrera profesional de todos nosotros, los que estábamos al frente de la puesta en marcha del Metro. Éramos, en ese entonces, alrededor de 250 personas. Teníamos equipos desplegados en todas las estaciones, en los talleres. Era un instante muy preparado, es decir, lo primero que recuerdo es que era muy esperado. Todos llevábamos más de seis meses haciendo cursos específicos, simulacros y todo lo necesario para que ese día, y a partir de ese momento, la operación no parara. Ese día era muy especial porque era el primero, pero desde entonces la operación del Metro nunca ha parado. Lo que más recuerdo es que ese era el momento en el que poníamos a prueba todo lo que habíamos aprendido y ensayado, y salió todo tal cual lo habíamos preparado. Ese día no hubo ninguna novedad. Sin embargo, la novedad más grande consistía en las caras de alegría de las personas que llegaban, pagaban por primera vez su ingreso al Metro, lo utilizaban y se quedaban paseando, lo que llamábamos en ese momento un carrusel. Es decir, ir y venir durante toda una tarde, durante varias horas, no para transportarse, sino como medio de diversión. Eso sí era una novedad. Era una situación que nos exigía estrategias particulares desde la operación. Las personas debían bajar en las estaciones terminales y, si querían volver a dar la vuelta, tenían que hacer un recorrido poco habitual, porque uno en un metro generalmente llega a la estación y sale. Pero no era común que las personas se quedaran adentro dando vueltas de reconocimiento. Esa situación nos exigió cierta reacción.

¿En ese momento qué cargo tenía usted?

Yo era el jefe del centro de control. Un sistema de estos tiene una estructura jerárquica en la operación, con una cadena de mando, digámoslo así, similar a lo que ocurre con el tráfico aéreo o marítimo. Las operaciones en las que hay pasajeros involucrados siempre requieren este tipo de jerarquías. Existen centros de control y mandos dentro de estos centros, y yo era el jefe del centro de control. Desde allí se coordinaba toda la operación, se daban las instrucciones en situaciones de rutina, y también se habrían dado en caso de presentarse alguna contingencia.

¿Y cómo se preparó para asumir ese rol?

Fueron seis meses de preparación o más. En realidad, fue un año completo: seis meses de preparación general y seis meses de preparación específica, combinando esta formación con trabajos administrativos. Esto obedeció a una estrategia establecida en el contrato, que incluía cláusulas y obligaciones específicas para el contratista relacionadas con la transferencia de conocimiento.

Es algo muy importante y significativo que logramos hace ya 30 años. Aplicamos esas cláusulas del contrato, y los contratistas aceptaron llevarlas a cabo. La transferencia de conocimiento implicó establecer una pequeña escuela técnica, casi como una pequeña universidad en algunos casos, porque el nivel de formación fue bastante alto. Más de 250 personas fueron capacitadas en diferentes roles relacionados con la operación, el mantenimiento, la circulación de los trenes y la conducción.

Toda esta formación fue impartida por parte del contratista que construyó el sistema directamente aquí en la ciudad, cumpliendo con lo exigido en el contrato. Se basaron en información detallada, planos, instructivos y manuales, los cuales fueron entregados a la empresa. Esto fue, y sigue siendo, fundamental para conservar y mejorar el conocimiento sobre cómo operar un sistema Metro.

¿Cómo fue esa experiencia con los alemanes del Consorcio Hispano Alemán Metromed, considerando que usted dominaba el idioma en esa época?

Soy Ingeniero Mecánico de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Colonia, en Alemania. Estudié mi carrera en esa ciudad y, luego de finalizarla, trabajé durante unos 4 o 5 años en Alemania. Este tiempo me permitió conocer el idioma, la idiosincrasia, la cultura, y el mundo empresarial e industrial alemán, lo cual fue muy útil para relacionarme con las personas que vinieron a realizar la transferencia de conocimiento.

Con algunos de ellos, incluso hoy en día, mantenemos una relación, porque se crean lazos muy importantes, casi permanentes, que perduran a lo largo del tiempo, por no decir que toda la vida. Realmente, lo hicieron muy bien y con mucho gusto. Los alemanes compartieron su conocimiento con la convicción de que hacerlo facilitaba su trabajo y les permitía obtener los resultados deseados: que el Metro funcionara correctamente y cumpliera con el contrato.

¿Qué cree usted que ha sido su principal motivación para permanecer tantos años en esta empresa y cuál cree que ha sido el momento que ha marcado su vida personal y profesional estando en el Metro de Medellín?

La principal motivación ha sido el servicio. Todos en la empresa, me atrevería a decir que sin excepción, estamos convencidos de que el trabajo que realizamos tiene un propósito claro: conectar a las personas, permitirles cumplir con sus compromisos de movilidad y brindarles acceso a oportunidades laborales, educativas, recreativas, y más. Es poder entregar esa oportunidad a la gente, y eso sin duda tiene un componente de vocación.

Muchos de nosotros no hemos sido conscientes de lo rápido que ha pasado el tiempo. Parece que fue ayer cuando se inauguró el servicio comercial el 30 de noviembre de 1995, pero al mismo tiempo, han pasado muchas cosas. Los cambios han sido impresionantes. En esos primeros días, transportábamos tal vez 170,000 personas, y hoy estamos transportando un millón de personas al día, en una red que comenzó con dos líneas y ahora tiene 12, con diferentes tecnologías.

Lo que realmente motiva es ver ese cambio constante, los retos nuevos que enfrentamos cada día. A todos, especialmente a los ingenieros, nos gusta enfrentar lo nuevo, y los resultados del trabajo bien hecho son gratificantes. Estos resultados no solo se ven en términos de mejoras en la infraestructura, sino en la calidad de vida de las personas, que es, al final, lo más importante.

¿Qué le diría al Tomás Elejalde de hace 30 años?

Le diría muchas cosas. Con el tiempo, uno aprende a ser más empático, más paciente, a acercarse más a las personas y a escuchar con más atención para entender sus problemas. No solo a los usuarios, sino también a los compañeros y compañeras de trabajo, y a la familia. Eso es algo que, seguramente, uno va aprendiendo con los años: la empatía, la calma para enfrentar los problemas, y la importancia de estar siempre estudiando y aprendiendo.

También le diría que nunca pierda la curiosidad, porque esa curiosidad es el motor y el mayor motivador para seguir aprendiendo y creciendo, tanto personal como profesionalmente.

¿Qué aspectos considera que han evolucionado durante todos estos años y qué hace característico al Metro de Medellín?

La Cultura Metro ha evolucionado significativamente desde sus inicios. Hace ya 37 años, como una estrategia para recuperar la confianza de los ciudadanos, se inició una campaña público-privada. La Alcaldía de Medellín, la Gobernación de Antioquia, la sociedad civil y el Banco Industrial Colombiano trabajaron juntos para mostrar los beneficios del Metro, especialmente después de que la obra tuviera que detenerse por problemas financieros. El objetivo era evitar que la obra se convirtiera en un “elefante blanco” y dejar una cicatriz en la ciudad. Así comenzó un esfuerzo por acercar a los ciudadanos al Metro, demostrando cómo podía mejorar su calidad de vida.

Con el tiempo, esta estrategia fue evolucionando. Pronto nos dimos cuenta de que podíamos convertir el Metro en un modelo educativo y cultural. Se trataba no solo de acercarse a los viajeros, sino también de educar y formar a la comunidad, utilizando la transformación del territorio, como la creación de plazoletas y estaciones, para impactar la vida de las personas. Esto incluyó la formación de líderes y actividades de fomento a la lectura.

Hace unos 8 años, la Cultura Metro adquirió una base académica y filosófica más robusta. A partir de ahí, consolidamos un modelo de relaciones positivas en tres esferas clave: el relacionamiento positivo consigo mismo, porque estamos convencidos de que nadie puede dar lo que no tiene; el relacionamiento positivo con los demás, ya que, en comunidad, debemos resolver problemas y vivir de manera positiva; y el relacionamiento positivo con el entorno, lo que incluye el respeto y la corresponsabilidad con el medio ambiente. Este modelo nos permite comprender los principios y valores que guían nuestra relación con los diversos grupos de interés: los usuarios, los empleados, los proveedores, la comunidad educativa, el estado, los legisladores, los reguladores, los periodistas y los líderes de opinión. Todos estos grupos merecen un trato respetuoso, basado en los valores de la Cultura Metro: respeto, corresponsabilidad y veracidad.

¿Tiene en la memoria alguna anécdota que refleje el impacto del Metro en la vida de los ciudadanos?

Son muchísimas las historias, pero las más impactantes han sido aquellas en las que los padres de familia cuentan cómo, gracias a que pueden transportarse mucho más rápido hacia su trabajo y de regreso a la casa, finalmente tienen tiempo para dedicar a sus hijos. Pueden disfrutar de dos o tres horas más al día para ayudarles con las tareas, para formarlos o, simplemente, para jugar con ellos. También hay personas que mencionan cómo, debido a la economía del pasaje, pueden mejorar su situación en el mercado, agregar un par de productos más o comprar un litro extra de leche. Son experiencias que desde el primer día se han repetido, y realmente son tan trascendentales que siempre vienen a mi mente cuando pienso en el impacto que ha tenido el Metro en la vida de los ciudadanos.

¿Cuál es ese legado que le gustaría dejar a usted como gerente, con toda la experiencia que ha tenido estos 30 años en el Metro?

Creo que el legado es dejar una empresa sostenible, que perdure, que tenga futuro, que continúe creciendo y que pueda acompañar el desarrollo del área metropolitana del Valle de Aburrá durante muchos años más.

¿Qué sueña para el Metro en los próximos 30 años?

Nosotros tenemos un plan maestro que es la expresión de los sueños colectivos de muchas personas, no solo de nosotros como empleados de la organización, sino que lo hemos construido con la participación de las autoridades, los gremios, los mismos usuarios y la academia, para crear un sueño colectivo de una región más conectada. Nos soñamos con más líneas en una red más interconectada, no necesariamente todo en Metro, sino que acompañemos a cada territorio de nuestra región con la tecnología que mejor se adapte a sus necesidades. Ese es el sueño principal. También soñamos con tener una base amplia de ingresos que no provenga únicamente de la tarifa que el usuario paga, sino de otros negocios, como grandes desarrollos inmobiliarios alrededor de las estaciones, de los cuales la empresa y la ciudad puedan beneficiarse para asegurar la sostenibilidad futura. Queremos que el Metro de Medellín siga siendo consultado, que sigan tocando su puerta para ayudar a desarrollar la movilidad sostenible en otras regiones del país y en otras partes del mundo. Recordemos que el Metro de Medellín ya opera el Metro de la ciudad de Quito en Ecuador, lo cual es importante no solo como negocio, sino también como una muestra de reputación, al mantener la visualización de la empresa como sostenible y capaz de contribuir a un futuro mejor para las ciudades.

¿Qué significa para usted haber sido parte integral de uno de los símbolos más emblemáticos de Medellín como lo es el Metro?

Para mí, es una gran satisfacción haber podido acompañar esa transformación. Ver los cambios es muy satisfactorio, y realmente se siente un gran orgullo de haber estado allí. Mi agradecimiento es enorme por haber podido trabajar con tantas personas en equipo, contribuyendo a la construcción de esas posibilidades y haciendo realidad los sueños. Este agradecimiento es muy grande hacia todo el equipo de trabajo.

Si tuviera que describir el Metro de Medellín en una palabra, ¿cuál sería y por qué?

Tienen que ser tres: Calidad de vida, eso lo dice todo.

¿Qué le gustaría decirle a los que son usuarios del sistema metro?

Me gustaría apelar a la cordura y a la tolerancia. Creo que como sociedad estamos un poco sobresaturados de mucha información y tendemos a creer que tenemos derecho a todo, olvidando los derechos de los demás que nos rodean. Esto ha generado una falta de tolerancia importante, una falta de entendimiento y empatía.

Quisiera volver a tocar la puerta de los corazones y las mentes de las personas, para que hagan una pausa, reflexionen un poco más, y se den cuenta de la importancia de la calma y la empatía. Debemos recordar que, mientras más estamos rodeados de conciudadanos, más importante es el comportamiento en sociedad.

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