A quienes creen que todo pasa por algo, esta historia les va a gustar. Eduardo Rodríguez Berdier era abogado del Ministerio de Industria, en Buenos Aires, y tenía una vida un poco aburrida. Fue Diego, colombiano, y su pareja hace 11 años, quien le recomendó inscribirse en clases de cocina para conectar con un talento que aún no había desarrollado. Así fue como Eduardo se inscribió en clases de Panadería y Pastelería, y todas las tardes, a la salida del trabajo, empezó a amasar.
Después vino la Pandemia y Diego quiso volver a Colombia por una propuesta laboral interesante. Empacaron y Eduardo empezó el proceso de homologar su título para trabajar como abogado en Bogotá, un proceso engorroso que no logró desatorar.
Entonces una amiga le prestó su carro para que conociera Bogotá y de paso tuviera un ingreso. Comenzó a trabajar conduciendo con la plataforma de Uber. “Pero solo entendí para qué había estudiado panadería cuando una señora se subió un día al Uber y me contó que tenía un negocio de cocina argentina y se había quedado sin su proveedor de alfajores. Yo te los hago, le dije, soy panadero y pastelero”, recuerda Eduardo.
Durante un par de años hizo pastelería para otras marcas y restaurantes, “alimentando el ego solo con que la gente probara y dijera ¡Qué rico! Aunque no supiera quién lo había hecho”, dice.
El 19 de agosto de 2023, después de que Diego le dijera que había encontrado el local perfecto para montar su pastelería propia, y él coincidiera, abrió Pampa Pastelería Artesanal, un café argentino en un local pequeño de Chapinero que antes fue la cocina del restaurante Zeiki, que ahora queda al frente.
Pampa es un cafecito lleno de letreros con frases argentinas donde hacen choripanes, empanadas deliciosas, de carne, de humita, de pollo, de jamón, postres argentinísimos como alfajores, pastafrolas de membrillo y batata y Rogelios (que ellos hacen en versión mini, los “Rogelitos”), facturas, media lunas, tortas que marida tanto con mate como con café de Risaralda.
Eduardo dice que lo particular de su propuesta es que es lo más parecido a la panadería argentina que hay en Bogotá, por eso usa la frase “Como allá, acá” y promete recrear los sabores de su tierra con justicia: “Un bocado acá, que te transporta allá”.
Para lograr esto trae, cada vez que viaja a Argentina, maletas cargadas de condimentos y dulces. “Esta vez vengo con cuatro maletas de 23 kilos cargadas de chimichurri, dulce de leche, galletas, chocolates”.
El año pasado fue elegido como el “Mejor Café de Chapinero” por la iniciativa Distrito Chapinero. Y aunque su café es bueno y su pastelería excepcional, Eduardo atribuye el éxito de Pampa a que es, como los cafés de Buenos Aires, un lugar donde la gente va a sentirse escuchada: “Entran y les preguntan ¿Lo de siempre? La gente viene a Pampa a hablar de sus cosas, a hacer amigos”, dice. Por eso está siempre en el café, tiene sillas cómodas, de esas que te abrazan, y una clientela muy fiel.
Su equipo lo conforman Sara, Mateo y Pablo y todos hacen de todo, aunque Sara se ha especializado en la pastelería y Pablo en las facturas.
Recomiendo especialmente las empanadas de humita, que no se consiguen fácilmente en Bogotá, y son crocantes por fuera y tiernas y dulzonas por dentro, con un toque de canela. Eduardo recomienda la chocotorta, su único producto que no le vende a ningún restaurante, y los alfajores de coco, uno de sus “Best Sellers”, una receta propia creada para ofrecer un clásico argentino con un sabor muy popular en Colombia.
Aunque dice que tiene propuestas de potenciales socios para abrir otras sedes de Pampa o comprarle la franquicia, Eduardo dice que no quiere industrializar Pampa, porque perdería el alma de un negocio cuyo éxito es ser artesanal.
Este año planea innovar con clases de tango en la entrada del local.
Cuando Diego le plantea la posibilidad de volver a Argentina, dice que ya no regresa ni loco, tendría que crear allá un lugarcito colombiano que sepa “Acá, como es allá”.
Pampa queda en la carrera 6 #58-43.
Síguelos en IG: @pampa_pasteleria-argentina