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Cerros Mavicure, una experiencia natural y ancestral que se debe visitar

Conozca y aclare con nosotros los encantos e historia de los Cerros Mavicure, en Inírida, Guainía. #ElPaísDeLaBelleza

Son las 9 de la mañana, vienes exhausto, casi con el último aliento. El sol intenso, acompañado por la penetrante humedad, propios del clima selvático de Inírida, capital del Guainía, incrustada entre la Amazonia y la Orinoquia colombiana, hacen que el cerca de kilómetro y medio que se acaba de recorrer y los 321 metros de desnivel que se terminan de ascender, por aproximadamente hora y media, sean más que sofocantes.

La subida puede ser agreste, principalmente en su primer tramo, que es el de mayor inclinación, y si de una carrera de ciclismo se tratase, sería el premio de montaña de primera categoría de una etapa de emociones con inclinaciones de notables gradientes que hasta al propio Pogacar maravillaría. Para hacerlo más fácil, sogas y hasta escaleras se han adecuado para que todos completen la travesía.

Antes de comenzar la aventura monte arriba, dos horas de inagotables bellezas, de orilla y orilla, se han navegado en voladora por 80 kilómetros en las aguas del Espejito de Sol, como se le conoce al Inírida, desde la partida en la capital del Guainía, bien llamada Tierra de Muchas Aguas.

Cuando se va llegando se encuentran las nubes cobijando estos tres gigantes que van despertando con las primeras luces del día y sus picos van enseñando a la distancia para la primera fantasía colectiva. El impacto va aumentando a medida que se van desarropando y cuando su reflejo baja a buscar el baño del día en las aguas cristalinas. Son Mavicure, El Mono y Pajarito que están saludando.

Vea también: Inírida, una maravilla incrustada en medio de nuestra Amazonía y Orinoquía

Tan solo al poner el primer pie en este rocoso místico uno se entera de la fortaleza de su ser que es firme como la coraza en que se forjó y si se levanta la mirada, con su erguido pico, colmado de energía, invita para ascender sobre él. A medida que se progresa sobre sus cuidados y detallados senderos van asomando diversas ventanas naturales que regalan fabulosas vistas que son conjugadas a la perfección por las anécdotas que va relatando el guía de la comunidad, en nuestro caso Ferney o Purupupú, como lo conocen en El Venado, su asentamiento. Las risas y hasta las bromas de La Pusana también están a la orden del día.

Sobre el Ecuador de la cuesta, una de sus terrazas deja ver aislado en el medio de la espesa selva al denominado Pico del Diablo que a lo lejos resalta, pero sin la imponencia del trío de enronquecidos. En ese punto y contrastando con el nombre del avistado, los turistas han encontrado la tradición noble de armar torres con pequeñas rocas que una sobre otra van sumando los deseos que sus visitantes han pedido.

Tras ese punto, el camino se vuelve compasivo y cuando el visitante lo nota, las hormigas bala está visitando y unas cuantas escalaras rumbo al cielo va superando y a la meta se va aproximando.

El extenuante calor pone a dudar a muchos de completar el recorrido, pero cuando se dan cuenta, esta inolvidable travesía, rebosada de encantos queda para el olvido porque la cima han coronado.

Pese a que se lee como una osadía, en su cumbre está el final de una leve agonía y comienza el contemplar de toda una maravilla que deja atónito hasta al más recio, tras contemplar esta majestuosidad que derrocha energía.

Se ha culminado el ascenso al Mavicure. Se toma aire, se limpia el sudor, se bebe un sorbo refrescante de agua y sale un inevitable suspiro del alma mientras se camina por la amplia cumbre para divisar el indescriptible panorama. Hay quienes ríen, hay quienes gritan, otros también lloran, algunos acallan y se guardan sus emociones, pero sus rostros los delatan. Lo que sí innegable es que todos se maravillan con semejante postal que regala la Pachamama.

La vista de 360 grados, predominada de selva, es cortada de tajo por las aguas del Inírida, en las que brillan algunos claros que son sus inigualables playas blancas. Al otro lado del río, y ya sin la nubosidad que los acompaña en las primeras horas del día, se encuentran, esta vez de frente, con la autoridad que despiertan Pajarito y El Mono.

La leyenda de los cerros

Cuenta la historia local que ellos simbolizan a tres hermanos, cuyos padres murieron en luchas de un pasado superado de guerras entre comunidades, que quedaron bajo el amparo de su abuela y en los cerros ellos se asentaron.

Los dos mayores de un lado del río se acomodaron y a su refugio con el nombre de su mascota bautizaron. El mayor y más imponente, al que un ave siempre acompañó, como Pajarito se quedó. A su lado, El Mono se nombró porque un miquito siempre lo escoltó.

La mística de Pajarito es aún mayor porque en el amparo de la Princesa Inírida se convirtió y desde allí cuida la región. De sus rocas también descuelgan extensos ramales de Pusana, una planta que, por medio de estrictos rituales, es transformada para convertirse en un elixir de amor que tiene más de un cuento en el sector. En El Mono también hay vestigios de su princesa, porque en su descenso sus perlas como collar le colgó.

Sin embargo, entre hermanos suelen haber discordias y en este caso no fue la excepción, por eso el menor, un guerrero de corazón, del otro lado del agua se estableció. Su espíritu luchador hizo de la cerbatana su mejor arma para la cacería y por eso del Mavi (madera de la que se elabora la flauta de esta) y del curare (veneno en el dardo) germinó para su cerro el nombre del Mavicure (Maicuri).

Aclarando las postales de los cerros Mavicure

Allí, en ese cerro mágico, al que ascienden quienes buscan una experiencia más enriquecedora, y también desde su base, al borde de los raudales, muchos visitantes han compartido en sus postales erróneamente el nombre de los dos cerros majestuosos que se ven frente al río como ‘los Mavecure’, pero ellos dos solos son los de Pajarito y El Mono. En realidad, en el Mavicure es donde están parados y es el único de los tres con la posibilidad de ascender.

Las tres formaciones rocosas, en conjunto, sí han adquirido su plural de los Cerros Mavicure y también hay que aclarar que es con “i”, como se ha conocido desde tiempos ancestrales y no ‘Mavecure’, como algunos tantos los han registrado.

Y este fue el relato de nuestro paso por una de las maravillas de Colombia que desde su base va impresionando a cada paso con tantos encantos que se van descubriendo y si se es de los bien minuciosos más detallitos se van encontrando y hasta a en su pico sigue sorprendiendo. Si Mavicure se animan a visitar, a El Mono y Pajarito desde arriba a observar, de seguro, como Joel y Marge se van a enamorar.

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