Dos horas desde la Ciudad de Panamá, para ver las complejidades y contrastes históricos de un país joven, donde confluyen el Caribe, la migración y la cultura americana. Todo, al lado del Océano Pacífico, que es lo primero que se ve, confundido en el azul, desde la suite con balcón de uno de los hoteles más exclusivos y lujosos de Marriott en el país y que está dentro de una ciudadela donde las élites tienen sus propias mansiones en un paraíso natural.
Uno que cuenta con una de las mejores canchas de golf del país (diseñada por Jack Nicklaus), una caballeriza, un zoológico, un puerto para yates, un centro deportivo (donde puede practicar desde paddle hasta natación) y un espacio natural protegido donde puede observar las especies migratorias, endémicas, a cocodrilos y tortugas, entre otros ejemplares de la zona.
Pero todo comienza desde esa exquisita habitación (entre las 114 que hay, más 4 villas) donde puede elegir entre las que dan a un caudal con peces donde puede meter los pies o ver todo el complejo del hotel, que se mezcla con las elegantes viviendas de los residentes de la comunidad.
Por supuesto, como todos los Marriott, las paredes, los techos y las artesanías cuentan historias. La comunidad Buenaventura- cuya propietaria es la importante familia Vallarino, Diego Vallarino es su CEO- tiene unicidad en un estilo contemporáneo y colonial, refrescante y minimalista, pero siempre con los mismos lineamientos para toda la zona: colores claros. Techos clásicos. Artesanía chic en su máximo esplendor.
Muebles minimalistas pero clásicos, tanto en exteriores sofisticados donde se puede leer mientras se espera la acomodación o el auto para una actividad, como en las habitaciones, que tienen una tina con sales de baño y un cómodo diván para trabajar, más un escritorio, o un sofá para leer.
Ahora bien, ya en la primera parte del hotel puede desayunar en restaurantes como Criollo, que recrea esa aura del Caribe centroamericano y antillano de manera contemporánea. También puede irse al bar Palapa, a tomar uno de los deliciosos cócteles de autor o aprender creaciones originales como un gin de licor de lychee y frutos rojos, entre otros.
Asimismo, al frente del hotel hay una iglesia, una tienda de comestibles (donde sí, puede encontrar snacks que jamás llegarán a Colombia y por supuesto, el infaltable tesoro de Panamá, el Ron Abuelo), el spa Corotú (que se llama así por el centenario e icónico árbol al lado de la entrada del hotel) y el restaurante Tai Kai, especializado en sushi, nigiri y delicias de la comida asiática.
Allí, puede pedir su variedad de sushis con un sake con especias tradicional del restaurante. También, sus variantes del Teppanyaki, en su cocina especializada o incluso la especialidad de la casa, de Mongolia: una carne con una combinación de sabores inigualables, vegetales y arroz. Todo, para terminar con un creme bruleé preparado frente al comensal, de mandarina, entre otras amenidades.
Claramente, puede pasar a las piscinas, que son un sueño para grandes y chicos. Pero si lo que quiere es mar, cambia el plan en el Club El Faro.
El sueño real de todos los que aman el agua y… excelentes cortes de carne
Todas las actividades (incluso puede crear tablas de chocolate o hacer catas) las puede dirigir con Josselyn Orozco, su gerente de entretenimiento, que ofrece la más cálida, empatica y personalizada atención a los huéspedes. Y ,por supuesto, esta atención también se ve en cada detalle del hotel si lo que busca es agua, agua, agua: en la segunda parte del hotel, que es el Club el Faro, tiene una piscina- bar (así como en la parte de atrás), jacuzzis, otra piscina larguísima si lo que quiere es nadar - o recostarse en sus elegantes y cómodos divanes o sofás para mirar al mar).
También, hay cuatro piscinas largas por si quiere tomarse con sus amigos un cóctel en un espacio menos compartido, hablar o simplemente relajarse. Y luego… el Génesis. Una playa absolutamente privada donde el silencio dice muchas cosas. Perfecto para yoga y meditación. Para caminar y tener las mejores fotos de atardeceres y amaneceres del mundo. El Pacífico se confunde, grisáceo y calmado, con la infinidad del cielo.
Usted solo comparte ese magnífico silencio espiritual con los animales de la zona (el hotel tiene, como todas las urbanizaciones de la comunidad, una estricta política de sostenibilidad y conservación). Y al estar en un lugar privilegiado usted puede ver al sol salir, y esconderse desde allí e incluso tener panorámicas como la de una luna “rosada” que bordea todo el verde, las urbanizaciones y las luces.
Claramente, allí hay uno de los mejores restaurantes de carnes del país. Mientras departe ante la belleza de las piscinas puede disfrutar de una buena entraña, un lomo o un rib eye. Una Provoleta (un queso fundido casi que indestructible). Calamar, ceviche, pizza o hamburguesa. Pero déle una oportunidad a la carne si lo suyo es el asado argentino: se deshace en la boca. Y claramente, los martinis y los gins también son su fuerte.
Ahora, hay actividades para todo tipo de planes: puede contratar una embarcación que lo lleve a conocer puntos importantes cerca del hotel, o simplemente relajarse en medio del mar. También puede montar caballo o ir a jugar golf. Incluso, puede practicar deportes de pelota en el centro deportivo y en las canchas del hotel.
A su vez, el birding es infaltable: de manos de una guía experta y aplicaciones especializadas puede usted saber qué pájaro está viendo. Si una golondrina, si un loro (raro de encontrar) o simplemente una familia de paticos. En cada punto de todo el complejo hay especies que puede admirar, al ser Panamá un país también- como el nuestro- rico en biodiversidad.
Y claro, si lo suyo es el fitness, puede ir al gimnasio, enorme y cómodo del hotel, o disfrutar de las actividades que ofrece este por cuenta propia: hay hasta baile, si lo que extraña es la rumba. Pero si anda en un plan más ‘tranqui’ simplemente puede pedir servicio a la habitación y abrir el balcón mientras oye los pájaros y el mar en perfecta sincronía.
O tomar champaña en la tina, con las sales de baño que ofrece el hotel, mientras escucha a Ella Fitzgerald. Todo es posible, de la manera más sofisticada, en uno de los lugares más deslumbrantes de Centroamérica y que al darle el mote de “paráiso tropical”, se queda corto ante su lujo, su diversidad de espacios, oferta y extensión ( tiene 1423 metros cuadrados entre piscinas, caminos, naturaleza y ojo, también villas de alquiler).
¿Qué más puede pedirle a un lugar que lo tiene todo y del que no se cansaría nunca, sobre todo con un mar que lo acaricia? No irse nunca. O al menos no despertarse de un sueño que es para muchos su rincón acogedor al la vida sonreírles.