“Ya no soy feminista radical, ya no estoy ahí”: Margarita Rosa de Francisco y su viaje intelectual

La escritora tiene una agudeza única y talento hasta para las narraciones de horror que explora en su ópera prima, presentada en el marco de la FILBO 2023.

Margarita Rosa de Francisco ha sido sinónimo de autenticidad, de búsqueda intelectual antes de pretensión. De exploración en un camino con infinitos vericuetos como el de la escritura. Y, entre sus reflexiones sobre la existencia, el dolor de ser mujer en cuerpo, en alma, en contradicciones.

Y más allá de la controversia o el manido mote de artista polifacética (chistosamente así lo considera un país que no concibe que una cara en la pantalla chica pueda llegar a tener pensamientos más allá que simples frases de cajón como discurso de vida), la autora devela en su primer libro, ‘Margarita Va Sola’, desde sus inquietudes y críticas hacia su propia figura, tanto corporal como espiritual, hasta sus mecanismos de pensamiento, hasta sus recuerdos de infancia e incluso facetas como las de ser una talentosa escritora de terror.

NUEVA MUJER habló con la autora sobre sus posturas y su andar intelectual para llegar a este libro.

¿Cómo fue tu descubrimiento paulatino de tus inquietudes en la escritura, y qué autores o autoras sientes que han alimentado esa voz?

¡Preguntaza! En mi juventud no fui muy lectora. Empecé a leer con mucha avidez y con mucha hambre, cuando empecé a escribir columnas. Ahí empecé a leer mucho más, a leer literatura y filósofos, pero entonces me fueron interesando más los filósofos.

Nietzsche ha sido uno de los propulsores de mi voz en el sentido de que al sentir su forma de escribir me dieron ganas también de arrojarme a decir cosas que provocaran, cosas que fueran en contra de las estructuras. Entonces, digamos, ese es un escritor que me ha alimentado. Otra es Clarice Lispector, es mi escritora favorita, porque ella hace filosofía sin darse cuenta, a través de su literatura, como que también desbarajusta el mundo que uno tiene, también organizado, categorizado.

Ella con su literatura lo saca uno de ahí y a mí me gustan esos escritores que incomodan al lector. Foucault, Paul Preciado, también me encanta leerlo, Hannah Arendt. Todos los que han alzado la voz fuerte para hacer transformaciones en la mentalidad me conmueven.

Si bien eres crítica con tu propia voz, ¿ cómo evaluarías sus cambios, su trasegar en los últimos años cuando ha impactado a tanta gente?

‘Bueno, yo no tengo la intención de impactar ni de influir. No la tengo conscientemente, pero tengo la intención de expresarme lo más auténticamente posible, aunque no se puede hacer eso del todo. Pero hago ese intento de arrojarme a decir y a reflexionar sobre algo y dejarme ir ahí, ir sola con una idea hasta agotarla. Por ahí hago un ejercicio, por ejemplo, con una palabra que escojo, la palabra creer. Y digo bueno, voy a hacer el ejercicio.

Cuando no sabía a veces qué tema tratar en ‘El Tiempo’, entonces hacía ese ejercicio. Cosas que salieron de ahí me impactan a mí misma. No pensé que mis palabras pudieran llegar a esas reflexiones y así puedan pasar a otras personas.

En un capítulo hablas de la adicción interminable a los likes. Pasaste de Twitter a TikTok. ¿Cómo explicarías tu postura y dinámicas en esta red social y cómo te ha ido?

Twitter se convirtió en una gran experiencia. Lo que pasa es que hay un momento donde ya no se puede reflexionar sobre nada, donde ya no se puede debatir, donde sí, no es posible demorarse en las ideas del otro. Entonces, por eso me salí de ahí.

Pero digamos, que lo que se puede hacer en TikTok es que como no es solamente escrito, sino que utilizas recursos de imagen, entonces el mensaje tiene más elementos. No es solamente la palabra escrita, donde el lector puede tomar eso de cualquier manera y echar su veneno. Además, creo que hay un momento en que se puede ser todavía más creativo y me pareció una buena manera de aproximar a la gente a este libro.

En el pasado has tenido controversias por tus posturas ante la comunidad trans. En el libro eres más abierta ante la idea del género y los imaginarios de lo femenino. Cómo desarrollaste esta idea, ¿o es un punto de partida y no una conclusión?

Este libro se trata de una compilación de textos, algunos ya publicados, otros no. Estos textos inéditos son escritos muy heterogéneos, entre los que se encuentra un diario que es el que articula todos estos textos. Entonces, se convierte casi que como en una sola narración y ahí se combinan diferentes momentos que no son cronológicos necesariamente. Entonces, a veces hay visiones sobre la mujer y sobre los géneros que se diferencian de unos textos a otros, porque mi pensamiento ha cambiado. Yo he estado a veces del lado de las feministas radicales. Hoy en día ya no estoy allí.

Ya veo a la generación que viene, me hago una idea de cómo serán las que llegarán. Están proponiendo otras maneras de ser, entonces digo yo: “¿Para qué ponerse a luchar contra algo que ya está pasando en la sociedad y que ellxs están pidiendo llamarse de cierta manera?” Es la nueva generación la que nos está dictando ese camino. Entonces, ¿por qué quererlos nombrar como a nosotros nos enseñaron y querernos quedar con esos códigos? En ese sentido, creo que he abierto mi mente para cambiar de códigos, incluso para ver a la mujer y para nombrarla. Porque el lector diría: ¿por qué hará esto? Porque lo es. Y a veces está la mujer sin la diéresis y otras veces...

Pero es por eso, es porque la mujer con diéresis es una mujer con unos códigos que pueden ser otros, que pueden ser distintos a los que a mí me enseñaron.

¿Qué te llevó a cambiar ese pensamiento?

Leer. Leer filósofos, a Paul Preciado, que es transgénero. Leer a Judith Butler. Leer pensadores. Oigo también a las radicales, a las españolas, a Amelia Barcharcelle y a su combo. Ellas son peso pesado y están ubicadas completamente en el otro extremo. Pero a mí también me interesa oírlas.

Además se expresan muy bien, son unas expositoras tremendas y me entretengo, pero ya no me alinearía con esas ideas. Creo que me siento más afín a esto nuevo que nos están proponiendo los jóvenes, donde ya no haya que diferenciar mucho qué es mujer, qué es hombre, por lo menos en la performatividad que tienen los géneros.

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