El cambio climático es una realidad, que amenaza nuestro futuro como especie. Es resultado de nuestro uso de combustibles fósiles en los últimos siglos.
Quemar carbón, o derivados del petróleo para producir energía, fue algo que impulsó muchos de los cambios que dieron forma a la sociedad en la que vivimos ahora, pero también cambió el clima del planeta.
Esto porque aumentamos la cantidad de ciertos gases que contribuyen a que la atmósfera de la Tierra mantenga el calor. Uno de ellos, el dióxido de carbono se produce al quemar combustibles fósiles.
Aunque algunas de las consecuencias del cambio climático ya son irreversibles, todavía podemos intentar que sus efectos no sean mayores y más devastadores.
Para eso, los gobiernos del mundo deben comprometerse a disminuir las emisiones de dióxido de carbono, para lo que es inevitable que debemos abandonar los combustibles fósiles. Pero como seguiremos necesitando energía, ¿cómo podremos obtenerla?
Hidrógeno
El hidrógeno, a diferencia de gases como el oxígeno o el nitrógeno, es combustible. Es decir que puede incendiarse en presencia de una fuente inicial de calor y entonces producir energía térmica.
Pero se considera que su combustión es más limpia, porque no produce dióxido de carbono, sino vapor de agua.
Eso puede sonar muy bien, pero además de las dificultades técnicas que representa usar un gas explosivo en un motor de un auto, por ejemplo, habría que considerar que el vapor de agua también es un gas que tiene efecto invernadero.
El viento
Las corrientes de aire tienen algo más que la capacidad de mover las hojas de los árboles o despeinarnos: pueden usarse para producir energía eléctrica.
Los molinos de viento contra los que luchaba Don Quijote son los antecesores de las turbinas eólicas, que convierten la energía mecánica que se obtiene del movimiento del viento, en energía eléctrica, y sin producir gases de efecto invernadero.
Las olas
En el movimiento de cualquier cosa existe energía: la que se denomina energía mecánica cinética. Y haciendo los procesos adecuados cualquier tipo de energía se puede transformar en otra.
Las olas y las mareas tienen energía cinética, que en este caso se denomina energía mareomotriz, y que puede usarse para mover turbinas que produzcan energía eléctrica.
El Sol
Más allá del carbón y la gasolina, la energía del Sol es realmente la que mueve a la Tierra. Gracias a la luz solar las plantas pueden hacer la fotosíntesis con la que producen oxígeno y fabrican carbohidratos, que les sirven de fuente de energía química a las plantas y a otros organismos que nos alimentamos de ellas.
Las celdas solares justamente buscan hacer algo similar a lo que hacen las plantas: transformar luz solar en otro tipo de energía, eléctrica, por ejemplo.
El interior de la Tierra
Nuestro propio planeta también es una fuente de energía en sí mismo: dentro de la Tierra hay muchas fuentes que generan calor, a lo que se le llama energía geotérmica.
Basta ver una erupción volcánica, como la que ocurre ahora mismo en La Palma, España, para darnos cuenta de esa realidad. Aunque también podríamos pensar que es muy difícil aprovechar esa energía.
Pero existe algo que se llama yacimientos geotérmicos, que son justamente fuentes de energía calorífica del interior de la Tierra que pueden tener ya sea aguas termales, o vapores calientes.
Dependiendo de su temperatura, ese tipo de yacimientos pueden aprovecharse ya sea para distribuir ese calor en sistemas de calefacción, hasta para mover turbinas que sirvan para generar electricidad.
Así que aquí tenemos 5 alternativas hacia las que el mundo debería empezar a usar más extensivamente, si quiere evitar la catástrofe climática.