Algo similar está pasando con Laura, quien le contó a Vibra que mientras estudiaba estas carreras en la universidad tenía la oportunidad de contrastar las extensas lecturas que se deben estudiar en este tipo de pregrados con las letras que nos dictan todos los días las experiencias de amor personales o, en este caso, de sus amigas.
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Tanto así que Laura nos lleva a una reflexión maravillosa, “Amores prestados”, porque la vida también está hecha de esos amores y esas relaciones de nuestros amigos. A la final siempre terminamos metidos en ellos de alguna u otra manera, e incluso cuando tomamos parte también los adoptamos como nuestros.
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Estuve escuchando a Laura Maré cantar en vivo; tuve la oportunidad de descubrirla como artista, escuchando el timbre de su voz, su manera de interpretar, su habilidad para componer y para enfrentarse al público. Me convertí en otro de esos profesores “jartos” que de seguro Laura tuvo mientras estudiaba en la universidad, pero ahora creyéndome con la infame capacidad de evaluar sus conocimientos en las ciencias políticas de la música y el amor.
La verdad es que no entiendo cómo a sus 25 años Laura hace todo lo anterior de manera increíble. La comparo conmigo y digo “a esa edad yo no era tan hábil”. Laura domina el escenario con una capacidad de improvisación increíble, nos hizo reír, nos contó y nos cantó canciones que tocaron alguna parte nuestros corazones, porque como ella me lo hizo saber, así es la vida, llena de historias reales, esas que nos ocurren a todos.
“Mas allá de dedicarme a cantar quiero que ser cantautora sea mi proyecto de vida. Lo decidí así después de estudiar ciencias políticas; es mi manera de hacer algo por mi entorno, porque desde que recuerdo fui educada para hacer algo bueno por todo lo que nos rodea, más en un país como el nuestro.” Dice Laura.
Fue así como se dio el génesis de su carrera como artista y el título de su EP, Amores Prestados, en el que de manera muy creativa expone la vulnerabilidad que se da en historias de amor ajenas, pero con nombre propio. Beatriz y Antonia son las primeras poesías de su trabajo musical. Musicalmente tienen un nuevo sonido del pop, como mezcladito con algo de flamenco o bolero, pero en el alma saben como a ilusión y a desprendimiento al mismo tiempo, como en el caso de Beatriz, que dibuja de manera muy creativa esos “casi algo que tenemos en la vida”, en los que quisiéramos que algo pase, pero no pasa.
“Estudiando ciencias políticas, en la mitad de tantas letras que no tenían nada que ver con los sonidos, aprendí la importancia de los mensajes concretos, por eso quiero visualizar historias de mujeres reales en mis canciones, sin ser excluyente.” Afirma Laura.
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El sabor de Antonia es un poco más fuerte, es más un sinsabor, porque con esa voz dulce de Laura, con la empatía de su alma, desnuda un tema que apenas estamos empezando a comprender cuando idealizamos al otro para luego sufrir por nuestro propio coctel de emociones, desatadas bajo una serie de utopías que no ocurren más que en nuestra cabeza.
“Mi gran maestro ha sido la vida misma y la soledad que trae. Porque en los momentos en los que he estado conmigo misma he aprendiendo a escuchar, a crear y a sentir las canciones. Más allá de los formalismos y las técnicas, la música es un lenguaje en sí mismo, y por eso empecé a tener la inquietud de descubrir por sí sola todo lo que la rodea. Desde los 10 años aprendí a tocar guitarra sola, luego empecé a ir a conciertos sola, y a escucharme cantar.”