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La mujer que soy: Britney, la última sobreviviente de un sistema cruel con los cuerpos de las mujeres

Un sistema que ha cambiado de rostros, pero no de opresiones: en su libro, Britney Spears cuenta como aún 100 años después fue tan abusada.

Cuando se habla de historias de terror en Hollywood y el sistema de entretenimiento que ha reinado desde que Estados Unidos ha sido un imperio cultural, se pensaría en la crueldad del sistema de estudios de la ‘Edad Dorada’: Una niña Judy Garland siendo Dorothy en ‘El mago de Oz’, maltratada por su aspecto, siendo drogada para adelgazar y trabajar hasta la extenuación, al punto de provocarle una vida de adicciones que terminó en un baño de hotel en Londres. O una Rita Hayworth siendo el símbolo sexual de mitad del siglo XX, usada por los hombres, luego ahogada en el alcohol y la demencia. O Bette Davis y Joan Crawford, dos monstruos de la actuación que, como se vio en la serie ‘Feud’ de Ryan Murphy, terminan siendo ninguneadas por su edad, enfrentadas en un circo por publicidad, explotadas en sus inseguridades. Historias que como bien lo refleja otra gran estrella de más de 50 años después, Britney Spears, se repiten indefinidamente, aunque en su caso, con una justicia que le costó todo.

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En ‘La mujer que soy’ hay un testimonio social y político de cómo las mujeres de la industria del entretenimiento siguen siendo desgarradas como un pedazo de carne que sirve a diversos intereses en el capitalismo. Los familiares, que en el caso de Britney llevaron a sus padres a internarla contra su voluntad y a negarle hasta un pedazo de comida. Los de una industria que la sexualizó cuanto pudo, negándole su propia narrativa, oscilando entre el relato de virgen y prostituta, porque sus parejas sentimentales la tacharon de ambas como quisieron solo para aprovecharse de su éxito. Y por supuesto, de unos medios voraces que no tenian una victima tan grande en sus manos desde la princesa Diana con cada foto, cada titular revictimizante y deshumanizante. Su sexualidad, su bienestar, su derecho a ser, quedaron completamente vulnerados en un testimonio descorazonador en el que el lector tiene la sensación de que no puede haber perdón ni olvido.

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Un rosario de violencias en medio del estrellato

Este libro da una vista más completa del inmenso mapa que es Britney Spears. Seguramente algunas anécdotas ya son conocidas por algunos de sus seguidores y público en general, pero sin duda es una oportunidad para que su voz de los hechos sea escuchada después de que los medios y su propia familia lo negaran.

¿En qué momento Britney se “enloqueció”? ¿Cómo pasó de ser una super estrella a ser irreconocible? Estas serían las preguntas que muchos se podrían haber planteado. Porque abordar ‘La mujer que soy’, es leer la realidad contada más allá de los medios que durante años la quisieron destruir, tildándola de villana y loca, como ha sucedido con miles de mujeres, por siglos, que han sido incómodas ante un sistema opresivo e injusto.

Lo cierto es que a través de esta autobiografía la ‘princesita’ (un apelativo que en este momento suena más a una etiqueta que refleja su infantilización absoluta) del pop, no solo responde a esas preguntas indirectamente, sino que muestra una Britney sin prejuicios, sin malicia, solo una mujer, artista, hija, madre, hermana que solo busca una cosa: ser feliz a través de la música.

Pero más allá de lo nostálgico que puede llegar a ser, es un reflejo de lo sucia, retorcida y enferma de ambición que puede llegar a ser la supuesta red de apoyo de una estrella, y sobre todo, de una persona con la fama y el reconocimiento que llegó a tener Britney, haciendo que este primer círculo fuese su peor enemigo. Spears tuvo la mala fortuna de estar rodeada de las personas menos indicadas que obstaculizaron lo que pudo llegar a ser: una persona sana y cuerda en medio de una industria rapaz. Nunca se dio gracias al hambre voraz de fama y reconocimiento de terceros.

De todos modos, esto no interfiere en lo que llegó a conseguir y más con un fandom luchador y persistente que terminó supliendo la familia y la red que siempre debió tener. Porque finalmente, la sensación de que este libro salga a la luz, es que Britney tuvo la manera más heróica de recuperar su dignidad, renombre y virtud para que pueda seguir reafirmando el título de la Princesa del pop.

Britney es un ejemplo de cómo una mujer en la industria del entretenimiento, para sobrevivir, tiene que forjarse en fuego, y que cada vez más se cuestionan todas esas violencias milenarias que en sus cuerpos se ven magnificadas. Ser dueña de su voz y su narrativa es un gran paso que jamás pudieron vivir muchas de sus antecesoras.

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