La actriz y también maestra de meditación y respiración, Katherine Porto ha usado de nuevo sus redes sociales para llegar con un mensaje más que motivador. Se trata del amor propio que reconoce en ella.
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En el clip publicado por la actriz en su red social Instagram se le ve paseando por una pintoresca calle mientras toma un té, pero en el audio del mismo se despliegan las palabras que han hecho reflexionar a más de uno.
En ellas precisa ese mito de crianza que por años y años ha hecho mella en las mujeres y es la promesa de la llegada del hombre perfecto junto a la supuesta felicidad plena que vendrá después de ello. Para la actriz esto dio un revés, porque tiene claro que su felicidad dependerá solo de ella y de nadie más.
“Crecí creyendo que cuando llegara ese príncipe azul yo iba a ser feliz. Me di cuenta en el camino que no existen los principales azules y que el amor de mi vida soy yo”
— Katherine Porto
Luego continúa precisando algo más que fundamental en ese reconocimiento como lo es el amor propio. En saber dejar claro que no se trata de un pensamiento individualista, sino del punto de partida del crecimiento y no estancarse en la necesidad de una compañía para salir adelante. Resalta que está en saber conocerse y aprovechar cada cualidad.
Y es que, si una persona tiende a valorarse de manera negativa o pesimista, se dice que le falta amor propio o que tiene baja autoestima. Y si está sesgada hacia una visión propia demasiado optimista o inflada, se dice que tiene una autoestima demasiado alta, pero la actriz lo deja muy claro.
“No es egoísmo, es amor propio, es disfrutarme, es conocerme, pasar rato a solas conmigo y entender que soy divertida, amorosa y todo lo que quiero recibir en esta vida. El amor de mi vida soy yo y punto. Se siente bien”
— Katherine Porto
En el caso de Katherine Porto la clave está en tener una autoestima equilibrada, ajustada a las capacidades reales de cada uno y a las características morales que las definen de verdad.
A veces no conocerse bien paraliza a la persona, dejándola en un estado de resignación y una cierta pasividad ante sus perspectivas de mejora y a la espera de alguien que llene ese vacío.