Alejandra Marina Oliveras, más conocida como Locomotora, es una boxeadora argentina, ganadora de seis títulos mundiales, en cinco categorías, que está dando de que hablar por su queja de que los hombres tienen miedo de acercarse a ella por sus músculos y el piropo más dulce que le sueltan es que los agarre a trompadas.
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La escena de la deportista de 46 años ha hecho eco en distintas plataformas y despertado todo tipo de comentarios al respecto.
En entrevista concedida a María Laura Santillán en el medio Infobae, salieron varios detalles de la argentina que contó su complicada historia para abrirse paso en el boxeo.
Boxeadora reprocha que los hombres le tienen miedo
Uno de los apartes que más ha se ha compartido es cuando le preguntaron sobre su estado civil, ante lo que confirmó que está sola: “Desde que llegué a Buenos Aires, no sé qué pasa, pero los hombres me tienen miedo. ¿Por qué será? No me dicen ni un piropo. “Caganos a trompadas”. Por ahí escucho un grito, pasan en un auto. Pero eso no es un piropo (…) Está lleno de solteros. Solterones. Pasa que tienen un poco de miedo, se asustan por los músculos, pero no les voy a pegar. Los voy a abrazar, claro que sí”.
Entrenaba para no llorar
“Tuve un golpe muy feo en la vida, mi marido me gorreaba y justo lo encontré. Era tanta la bronca que tenía, la impotencia, el llanto, que yo entrenaba para no llorar. Llegaba a la noche cansada de haber trabajado todo el día, de haber entrenado, de haber dado clase en cinco gimnasios. Cuando estaba conmigo misma y a punto de largarme a llorar, desesperada corría el colchón y me ponía a hacer flexiones de brazos, abdominales, saltaba la soga. Y cuando no daba más y ya no podía ni levantar un brazo, me bañaba y me dormía. Entrenaba para no llorar”.
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Boxeo como única salida
“Lo elegí porque no tenía otra, no tenía ni para comer. No podía estudiar y quería estudiar. Mi sueño era ser abogada, bailarina, cantante, karateca y astronauta, eso decía que iba a ser a los 12 años. Yo quería hacer cinco profesiones y por supuesto no podía, porque la universidad me quedaba a 100 kilómetros. Intenté hacer dedo”.