Quién le iba a decir a Roman Abramovich, que en febrero conquistaba el único título que faltaba en sus vitrinas, el Mundial de clubes, que dos meses después su equipo iba a ser uno de los más inestables del planeta. Que el campeón de Europa y del mundo iba a vivir en una tensión constante, sin casi ingresar dinero, pendiente de las concesiones del Gobierno y con los jugadores arrimando el hombro para evitar una ruina aún mayor.
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Fue Kai Havertz el que advirtió antes de jugar contra el Lille que si tenía que pagar para que el equipo pudiera viajar, lo haría. Thomas Tuchel se ofreció a conducir el autobús. “No hay problema”, dijo el alemán. Sonaba a broma, a surrealismo, pero un mes después, César Azpilicueta, el capitán, paga parte de la gasolina para los desplazamientos.
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¿Qué pasa con el Chelsea?
El club inglés, que se enfrenta este miércoles al Real Madrid en la ida de cuartos de final de la Liga de Campeones, tiene congelados sus activos. Solo ingresa dinero por derechos televisivos y este va a un fondo destinado a pagar los sueldos. Una nómina que, entre jugadores y trabajadores supera los 30 millones de euros mensuales. Por eso, a cada día que pasa con el club sin venderse, aumentan las preocupaciones.
El Gobierno les ha dado un poco más de aire. Les ha permitido gastar hasta 900.000 libras en los partidos de Stamford Bridge y les abre la puerta a vender entradas para los encuentros de fuera de casa, y los de casa de Champions, FA Cup y femeninos. No así a los de Premier, una decisión incoherente para los aficionados. Sin embargo, no recaudarán nada por esas entradas. El dinero irá a la Premier, la FA o la UEFA y se quedará ahí hasta que se resuelva la situación institucional.
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Esperando la venta
Aún no hay fecha definitiva para la venta, aunque se espera que entre el 11 de abril y el 18 quede un candidato definido y favorito y la operación se cierre para finales de abril. Un sucesor de Abramovich saldrá de la lista de cuatro que existe ahora mismo. Está el dueño de los Boston Celtics, Stephen Pagliuca, el consorcio liderado por Todd Boehly, codueño de Los Angeles Dodgers, Martin Broughton, expresidente de British Airways y del Liverpool, y la familia Ricketts, dueños de los Chicago Cubs, y los más controvertidos de todos.
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Tanto es así que aún se puede armar un lío mayor si son ellos los elegidos. La situación escaló porque se descubrieron unos correos electrónicos en los que Joe Ricketts, patriarca de la familia, insultaba a los musulmanes y los tachaba de “el enemigo”. Esto no gustó a parte de la afición, incluyendo al grupo oficial de fans del Chelsea, y las críticas han llegado hasta el punto de producirse una manifestación en los aledaños de Stamford Bridge el pasado sábado, antes del encuentro ante el Brentford.
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Hubo cánticos a favor de Abramovich y carteles contra los Ricketts, pero no hubo gran afluencia de gente. Menos de un centenar de personas se congregó en el templo ‘Blue’. Quizás no suficiente para frenar la candidatura de los Ricketts, que apunta a ser la opción preferida del grupo Raine, los escogidos por Abramovich para decidir la venta del Chelsea.
Hasta el encuentro contra el Brentford, la inestabilidad solo residía en los despachos, donde la capacidad de acción es limitada y no se puede ni renovar a los jugadores. Ni siquiera Azpilicueta las tiene todas consigo de si está renovado o no. Pero es que la goleada del Brentford, que les hizo cuatro tantos en una parte, ha abierto también la herida en el césped. Ahora le toca al Real Madrid ahondar en ella o ver cómo el Chelsea vuelve a sacar fuerzas de flaqueza y a ser el equipo que les pasó por encima en las semifinales del año pasado.
EFE