“Un payaso en el maizal” nos ubica en Kettle Springs, ciudad pequeña, territorio de una disputa atemporal: modernidad versus tradición. Los chicos y los adultos no se entienden y sienten una mutua desconfianza que va más allá de la simple animadversión.
En medio de este escenario, Quinn y su padre llegan con el ánimo de reconstruir una dinámica familiar venida a menos; hasta que una noche, su objetivo cambia a simplemente sobrevivir en un lugar en el que todos parecen ser enemigos y en el que no puedes confiar en nadie, mucho menos en la mascota del pueblo.
El terror es polifacético, no tengo dudas al respecto. Aun así, brinda libertad en el uso de esos clichés que llegan al corazón de sus fanáticos. De entre los muchos que podría mencionar, uno de los favoritos es ver a un grupo de adolescentes siendo exterminados por el simple hecho de ser adolescentes; sin embargo, no contento con lo anterior, Adam Cesare incluye en su libro otro quizá más terrorífico: un payaso. La combinación de estos dos elementos no puede salir mal, al menos no para los lectores, ahora que para los habitantes de Kettle Springs…
Este libro es el primero que leo enmarcado en el slasher. Sus personajes son los clásicos arquetipos requeridos para este tipo de historias: chicos que viven con las hormonas a flor de piel en un mundo en el cual ser trend es lo primordial, mientras crecen bajo la mirada atenta y juzgadora de adultos que no han podido dejar su propio pasado atrás. Como no podía ser de otro modo, todo esto desencadenará muertes de lado y lado.
Debo aceptar que la mayor parte de mi experiencia con asesinos y sus elementos filosos me la ha brindado el cine, con clásicos que se han popularizado gracias a visionarios como John Carpenter y Wes Craven. Así que, con la autoridad que me brinda el llevar una vida disfrutando las películas de terror, puedo afirmar que “Un payaso en el maizal” me recordó a cintas emblemáticas como “Scream”, “Sé lo que hicieron el verano pasado”, “La casa del terror”, “Prom night”, etc.
Ahora, si bien los slasher no me asustan, es innegable admitir que ofrecen mucho a quienes nos sumergimos en estas historias, ya que en su enfoque prima el suspenso y el misterio (bueno, unos cuantos litros de sangre y mucho dolor tampoco sobran), pero allí no solo nos sorprendemos con la creatividad que tiene el asesino de turno para vengarse de sus víctimas, sino que también se expone al detective que llevamos dentro mientras intentamos descubrir al culpable y apostar por los sobrevivientes.
En la edición que tengo, la sinopsis del libro culmina con una opinión del emblemático Clive Barker afirmando que Adam Cesare es un autor que sabe hacer sentir miedo. No sé ustedes, pero teniendo en cuenta la trayectoria de Barker me parece más que halagador que un maestro del terror afirme que alguien logró asustarlo.
No en vano, este libro ya tiene su adaptación al cine pronta a estrenarse en Estados Unidos; sin embargo, y a pesar de lo tentadoras que resulten las crispetas y una historia de terror, les extiendo la invitación para que se sumerjan en las páginas del libro y recreen ustedes mismos los alcances maniáticos de Frendo.
¿Que si es un libro juvenil? Sí. ¿Que si igual alguien en sus veintes, treintas o cuarentas puede leerlo e identificarlo como un buen representante de este subgénero del terror? Sin duda alguna.
Lo único que me resta por decir es: bien merecido se lo tienen por tener de mascota a un ser horripilante de nariz roja y sonrisa siniestra.