El mismo vocalista reconoce, ante David Letterman y The Edge, en el documental A Sort of Homecoming, que a veces se le va la mano con el activismo y que han tenido muchas peleas por ese tema.
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Y es aquí cuando sale ese Bono sincero, el que está en esa etapa de la vida en que mira hacia atrás, reconoce sus errores y se enorgullece de sus talentos.
Aquí desde la humildad
Es ese Bono honesto el que se toma las páginas de Surrender (40 canciones, una historia). Desde la primera frase, esa voz que se tiene en la cabeza cuando se lee entiende que puede irse a descansar para que Bono tome el micrófono y cuente su historia.
Es inevitable sentir que el cantante está enfrente, abriendo la puerta de su casa, en el 10 de Cedarwood Road, para que conozcamos a su papá, un tenor que alejó a Bono de su familia, pero con una afición a la ópera que lo acercó a la música.
Esa voz nos cuenta cómo a los 14 años tuvo que enterrar a su abuelo y, días después, a su mamá. Pero también que supo darse cuenta que el universo le mandó a Ali, su esposa, para compensar la pérdida y acompañarlo por el resto de su vida: “Ali se convertiría en la persona que iba a creer en mí ahora que mi madre ya no podía hacerlo”.
Y es el vocalista el que nos dice que pensó en ser periodista para cubrir historias de guerra, pero que sus malas notas lo hicieron desechar la idea.* Gracias Bono por tanta ingenuidad.
La voz de Bono nos lleva al momento en que tuvo que cambiarse de colegio –en realidad una broma pesada y algo escatológica a una profesora lo hizo– y terminar en Mount Temple Comprehensive School, que con ese nombre no le quedaba más remedio que ser un colegio progresista.
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“Es allí (Mount Temple) donde veo a Adam Clayton por primera vez, donde espío por primera vez a Larry Mullen con su preciosa novia, Ann Acheson, donde me encuentro cara a cara por primer vez con David Evans, a quien nadie ha bautizado todavía como The Edge”.
U2: la historia de una amistad
Los griegos decían que todo en el mundo estaba conectado por una fuerza, un alma, incluso por cierta musicalidad que le daba armonía. U2 es el ejemplo perfecto de cómo la música conectó a cuatro personas, quienes, a su vez, conectaron a millones.
Bono nos cuenta que menos mal que aquella broma que le hizo a una profesora lo llevó a Mount Temple, pues, si no, nunca hubiera visto el aviso de Larry Mullen: ‘Batería busca músicos para formar banda’ y U2 no significaría nada más allá del nombre de un avión de espionaje.
En 1976, en la cocina de la casa de Mullen, se encuentran Adam, Larry, The Edge y Bono para no dejarse más, aguantarse, estar en las buenas y en las malas, hasta que la muerte los separe.
Cuando se dieron cuenta, tenían una banda y Bono dice que de pronto se vio ensayando los sábados en ese colegio progresista y componiendo canciones: “No es una exageración decir que en U2 empezamos a escribir nuestras propias canciones porque no sabíamos tocar las de otros”.
Y en las páginas, el vocalista le declara su amor a Adam, Larry y The Edge, y vuelve esa honestidad y generosidad con cada uno. Vuelve a ser sincero y a decir que él no servía para tocar guitarra, pero que gracias a ellos y el punk rock, descubrió que cantar era lo de él: “Pasos infantiles para una banda en pañales. Era casi tan caótico como un parto, pero para mí fue como nacer. El punk rock me dio un cachete en el culo desnudo y empecé a chillar. Casi sin desafinar”.
Y así nació U2, “una letra y un número, perfecto para imprimirlo en grande en un póster o estamparlo en una camiseta”.
La reconquista de Bono
La voz de Bono se apaga después de 40 capítulos, pero ese tono sincero hace que nos reconciliemos con él. Sí, seguirá siendo activista; sí, algunas veces se le volverá a ir la mano, pero después de leer Surrender, se entiende que esa es su idiosincrasia, como dice The Edge.
Sin embargo, no hay nada más cautivador que la honestidad y Bono logra cautivarnos, reconquistarnos y nos hace volver a oír a la banda y rendirnos ante U2.
*Ahí, la voz de Bono abandona la cabeza para ser relevada por la de Jaime Garzón con su frase: “Señor periodista, hágase bachiller”.
“Como vocalista de la banda U2, recibo un buen montón de críticas. Sea justo o injusto, forma parte de la descripción del puesto y a menudo me resulta casi divertido. Ninguna de esas pullas puede compararse con el tipo de reproches que yo mismo me hago, sobre todo encima del escenario, cuando me asaltan infinidad de rollos psicológicos y psicodélicos”