Transilvania, El Antifaz, Kalimán, Bol & Bar, TVG, Barbarie... Los nombres pasan por las páginas y empieza a bailar la memoria como bailaban los jóvenes de los 90 y comienzos de este siglo en esos sitios de rumba un poco underground, un poco rockera, y muy alternativa para la época, haciendo que el relato de Manuel Carreño en “Por culpa de Los Ramones (o de cómo la música no cura nada pero sí salva vidas)”, pase de la confesión íntima de un bogotano que fue adolescente y joven en esos años, a memoria compartida entre sus lectores que, invitablemente, se van a sentir identificados.
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“Cualquier persona que haya crecido en los noventa les dirá que fue una década poco uniforme. Los sonidos y el espíritu de la década cambiaron radicalmente entre 1995 y 1996. Y claro, fue un tema generacional. Las personas un par de años menores tuvieron gustos y consumos muy distintos de quienes estábamos más grandes. Una noche me dormí y al otro día los sonidos rockanrolleros de principios de los noventa, que me habían enamorado, cambiaron. Aquello que comenzaba a sonar en los bares era otra cosa. Si tuviera que escoger un antes y un después para dividir la década, sin duda sería la película Trainspotting, de Danny Boyle, y su banda sonora. No me malentiendan, a mí me gustó mucho Trainspotting cuando me la vi en cine, pero sentí que no me pertenecía. Y en particular, una canción: “Born Sleepy”, de Underworld”.”, escribe Carreño, periodista musical conocido por programas como “La silla eléctrica”, en la frecuencia joven 99.1, y “La clase”, en Radiónica, profesor de una célebre cátedra sobre “Rock y política” y músico aficionado con su banda Los Pussylánimes, quien en cada página d esta obra reconstruye una memoria afectiva que no se entendería sin la presencia inequívoca de Miguel Mateos, el punk de The Clash, los tránsitos de Bowie, las canciones rápidas de Ramones y la salvación de la tristeza gracias a Pulp.
“Por culpa de Los Ramones (o de cómo la música no cura nada pero sí salva vidas)” más que un corazón al desnudo es una playlist abierta para que todos nos reencontramos con las canciones que nos definieron, como el propio Carreño lo escribe: “La música, como cualquier arte, necesita del tiempo para que comprendamos qué hizo en nosotros o en la humanidad. Yo, de apenas diez años, aún no entendía que la música iba a ser mi compañera a lo largo de todos los días de mi vida”.
En su recorrido desde los años ochenta hasta la segunda década del siglo XXI, cuando una pandemia nos cambió para siempre, este libro nos demuestra que las canciones no curan pero sí nos permiten vivir y ensanchar el horizonte y las posibilidades psíquicas; que el rock es uno de los fenómenos culturales más importantes de los últimos setenta años; que varias generaciones tienen escritas en la piel las canciones de The Beatles, los Rolling Stones, Soda Stereo, Caifanes, Pearl Jam, Nirvana, Pixies, The Jesus and Mary Chain, Aterciopelados, 2 Minutos, I.R.A., Interpol o Idles; y que cada vez que oímos una canción o una melodía que nos gusta podemos volver a ese bar de los quince años en donde una banda de muchachos soñaba con ser como Red Hot Chili Peppers.
Lo más brutal, es que el libro ofrece diferentes playlist de todas las canciones de las que va hablando su autor, que pueden ser consultadas a través de un código qr: