Vivimos un momento histórico sin precedentes. La aceleración del cambio tecnológico ha dejado atrás los modelos de desarrollo predecibles, dando paso a una era en la que la inteligencia artificial, la automatización, la biotecnología y la digitalización están redefiniendo todos los sectores productivos. Esta Quinta Revolución Industrial no solo está transformando la manera en que trabajamos, sino también la forma en que entendemos el conocimiento y la educación. En este contexto, la educación posgradual no puede ser un simple escalón académico más. Debe convertirse en un motor de innovación, un espacio de pensamiento crítico y de producción de soluciones concretas para los grandes desafíos globales y locales.
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La educación aún enfrenta una crisis de pertinencia. Durante décadas, el modelo universitario ha operado bajo el supuesto de que el conocimiento se transmite de manera lineal, de los académicos a los estudiantes, sin un diálogo constante con el mundo exterior. Sin embargo, en un entorno donde la tecnología redefine constantemente el panorama laboral y social, este modelo se vuelve obsoleto. Las universidades ya no pueden limitarse a enseñar lo que ya se sabe; deben generar nuevo conocimiento, desafiar paradigmas y ofrecer respuestas innovadoras a problemas complejos.
Uno de los grandes errores de la educación superior ha sido su desconexión con la realidad. Por mucho tiempo, la investigación académica se ha visto como un ejercicio teórico, con resultados que pocas veces se traducen en mejoras tangibles para la sociedad. Pero esta visión está cambiando. Las tesis de maestría y los proyectos de investigación no son ejercicios aislados, sino espacios donde emergen soluciones concretas a los desafíos del mundo contemporáneo. Como señala Rafael Alberto Méndez Romero, PhD, Decano de la Universidad del Rosario, Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología:
“Las universidades tienen la responsabilidad de convertirse en laboratorios vivos, espacios donde la teoría y la práctica se encuentren, donde los estudiantes sean agentes de cambio y donde la investigación genere impacto tangible.”
El conocimiento generado en la educación posgradual tiene un papel esencial en la solución de problemas complejos. En Colombia y el mundo, la crisis climática, la transformación digital y la necesidad de modelos sostenibles han puesto en evidencia la urgencia de generar conocimiento con impacto. Las universidades que han entendido este reto han comenzado a articular sus programas de maestría con los desafíos globales y locales, integrando investigación aplicada y pensamiento estratégico.
Es en este marco donde la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad del Rosario ha desarrollado programas diseñados para aportar soluciones a estos retos. La Maestría en Energías Renovables responde a la necesidad de una transición energética justa y sostenible. La Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles aborda la urgente planificación de ciudades resilientes. La revolución de la inteligencia artificial y el análisis de datos se enfrenta con la Maestría en Matemáticas Aplicadas y Ciencias de la Computación, mientras que la digitalización de la economía requiere estrategas formados en la Maestría en Business Analytics y la Maestría en Gestión Estratégica de la Información e Innovación Digital. Finalmente, la Maestría en Ingeniería, Ciencia y Tecnología impulsa la investigación avanzada y la generación de conocimiento disruptivo.
Este enfoque de la educación posgradual como un espacio de innovación y solución de problemas concretos permite que el aprendizaje trascienda las aulas y tenga un impacto real en la economía, la sociedad y el medio ambiente.
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Los profesionales que ingresan a una maestría no llegan solo en busca de más conocimientos; traen consigo experiencias, desafíos reales de sus entornos laborales y el deseo de transformar sus industrias. Esta diversidad de perfiles no solo enriquece el aprendizaje, sino que fortalece el impacto de la investigación universitaria. Las mejores soluciones emergen cuando la academia se abre a la realidad del mundo productivo y social.
En países con economías emergentes, esta conexión es aún más crucial. Los estudiantes de posgrado no solo se benefician de los avances tecnológicos globales, sino que también contribuyen con perspectivas locales y aplican sus conocimientos en contextos específicos. Las universidades deben ser espacios donde el conocimiento fluya de manera bidireccional: desde la academia hacia el mundo real y desde la experiencia profesional hacia la academia.
La educación posgradual no puede existir en aislamiento. El modelo de la quíntuple hélice, que integra a la academia, el sector productivo, el gobierno, la sociedad civil y el medio ambiente, es la mejor representación de cómo debe evolucionar la educación en este siglo. Solo mediante la colaboración entre estos actores es posible generar soluciones sostenibles y transformar la realidad de manera efectiva.
Cuando las universidades trabajan de la mano con las empresas, los gobiernos y las comunidades, la educación deja de ser un simple ejercicio académico y se convierte en un catalizador de desarrollo. La formación posgradual debe enfocarse en generar conocimiento útil para resolver problemas globales y, al mismo tiempo, fortalecer la competitividad y sostenibilidad de las regiones y países en los que opera.
El futuro no pertenece a quienes simplemente observan el cambio, sino a quienes lo impulsan. La educación posgradual en ingeniería, ciencia y tecnología no debe ser un privilegio reservado para unos pocos, sino una herramienta de transformación accesible, innovadora y profundamente conectada con la realidad.
“El momento de redefinir la educación es ahora. Y quienes se formen para este nuevo mundo no solo estarán preparados para el futuro: lo estarán construyendo”. Rafael Alberto Mendez Romero, PhD. Decano, Universidad del Rosario, Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología