Es difícil pensar que el teléfono celular que llevamos con nosotros en realidad tiene de uno a tres ojos que nos observan permanentemente; que el micrófono que nos ofrece también permite que nos escuchen; y que sus tres sistemas de geoposicionamiento comparten constantemente nuestra ubicación. Además, los celulares cuentan con dos matrículas que nos identifican de manera única en el mundo y entre 14 y 16 sensores para saber de qué manera lo utilizamos. Marta Peirano es una escritora y periodista española, autora del libro El Enemigo Conoce el Sistema y una de las mujeres más comprometidas por investigar la privacidad y seguridad en internet. Su libro, lejos de ser una obra de ficción o la base para el guion de algún capítulo de Black Mirror, nos permite entender los riesgos de usar las aplicaciones que se nos ofrecen como gratuitas en nuestros celulares, tanto por lo expuestos que dejamos nuestros datos, como por las adicciones que generamos.
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Peirano insiste en la importancia de incentivar iniciativas de comunicación locales y comunitarias, muchas de las cuales han surgido de la resistencia que se está generando en lugares como Chile, Cataluña o Hong Kong y que han servido para hacer frente a la manera como algunos gobiernos y algunas empresas privadas utilizan la información que han acumulado de nosotros. Sumado a ello, en vez de estar en un momento en el que internet se conciba como una red global, dice que se está empezando a notar una fragmentación de esa idea y que eso se puede notar con la intranet con la que cuenta Corea del Norte o con la que está probando Irán; con que Rusia tenga su propio sistema de gestión y China le esté siguiendo los pasos; además, con los sistemas alternos que están surgiendo en diferentes comunidades. “Ese sueño de la red global se rompe y al mismo tiempo muchas redes locales, comunitarias y abiertas están empezando a florecer. A mí eso me parece un punto de esperanza”, asegura.
A propósito de su último libro, ¿el enemigo conoce o controla el sistema?
La cuestión no es solo que el enemigo controle el sistema y por lo tanto lo ha diseñado para su beneficio y en contra de nuestros intereses, sino que a nuestro desconocimiento total de ese sistema, de cómo funcionan las tecnologías y las telecomunicaciones, se contrapone un conocimiento especial que tienen otros agentes que no son necesariamente el sistema pero que lo conocen muy bien. Yo hablo mucho de la desinformación. Entonces, es nuestra incapacidad de entender cómo funciona Facebook o cómo funciona Twitter, porque pensamos que son plataformas que hacen unas cosas pero en realidad son negocios con naturalezas distintas. Además, tenemos la agencia de desinformación que trabaja con el Kremlin en San Petersburgo, el Internet Research Agency, ellos conocen muy bien el sistema, lo conocen tan bien que lo hackean sin ser ellos mismos el sistema. Lo que quiero plantear un poco es que hay una serie de agentes, de instituciones y de compañías que conocen muy bien el sistema y nosotros no, y esto nos está perjudicando en miles de maneras distintas: en nuestra salud, en nuestra salud mental, en nuestras democracias, en nuestra manera de entender el mundo, en nuestros medios, en el periodismo, está teniendo unas consecuencias sistémicas.
Usted habla de la responsabilidad de los gobiernos para que haya una regulación mucho mejor que evite que los datos de los usuarios estén tan expuestos. En ese sentido, ¿cuál sería el escenario ideal?
Tengo una respuesta optimista, que es por ejemplo que en Europa tenemos desde hace casi dos años una regulación de protección de datos que es pionera en el mundo y que está siendo imitada en lugares como California. El problema es que tú puedes tener la mejor legislación del mundo, pero si tu acceso a los sistemas que quieres legislar no existe, entonces no hay legislación. Es decir, tú puedes poner leyes en la calle, pero si no tienes policía y no tienes jueces y no puedes entrar en la calle para ver lo que pasa allí, tu legislación no vale para nada. Y en este sentido, si la GDPR (General Data Protection Regulation) estuviera siendo efectiva y estuviera funcionando en plenas capacidades, las grandes plataformas digitales estarían pagando unas multas astronómicas y esto no está ocurriendo porque la GDPR no tiene acceso a las plataformas. Lo que sí hay son asociaciones de derechos civiles, universidades y otras instituciones no gubernamentales que están invirtiendo su propia energía, tiempo, recursos en hacer un trabajo de ingeniería inversa para demostrar que las empresas que sabemos que se dedican a la extracción de datos, se dedican efectivamente a la extracción de datos.
Al menos para visibilizar lo que está ocurriendo…
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Sí, y ese trabajo no lo está haciendo el gobierno, no lo está haciendo la policía, lo están haciendo unas instituciones que luego ponen las denuncias correspondientes y entonces eso se transforma en ciertas multas, pero es como intentar detener las cataratas del Niágara con las manos.
Las aplicaciones móviles, internet y las redes sociales han generado adicciones relacionadas con su uso, ¿estamos llegando a un punto de no retorno en este sentido?
Espero que no. Lo que sí que pienso es que uno de los problemas que le veo al tema de las adicciones es que son un poco de maltrato emocional, en el que tu maltratador te culpa a ti, culpabiliza a la víctima de su propio maltrato. Estamos hablando de una industria que te extrae datos para poder manipularte pero hace que la responsabilidad recaiga sobre ti. Por ejemplo, Mark Zuckerberg, el CEO y fundador de Facebook, diciendo en el congreso y en el parlamento europeo que la gente elige qué nivel de exposición tiene. Esto no es verdad, esto es mentira, esto es falso. Y, sin embargo, la gente dice, bueno es verdad, a lo mejor no he aprendido muy bien, no me he leído los términos de usuario o no he aprendido a decir quién me puede y quién no me puede seguir. Entonces se culpan a sí mismos y dicen, esto es porque yo hago las cosas sin pensar, no tengo suficiente fuerza de voluntad para utilizar esto de manera razonable para no pasar demasiadas horas. Esto también es falso, estas aplicaciones están diseñadas por genios para producir una dependencia. Entonces es una batalla completamente desigual en el sentido que genios han producido un objeto que está diseñado para ser la máquina tragaperras más adictiva del mundo y tú la tienes en el bolsillo y te está llamando todo el rato como una sirena. Además, se ha convertido en el único objeto imprescindible de tu vida social y laboral. Están diseñadas para crear adicción, y están diseñadas por las personas más inteligentes, mejor financiadas, mejor equipadas y más motivadas del mundo.
La mayoría de personas no somos conscientes de lo que estamos entregando cuando usamos estas herramientas, en su caso, ¿qué precauciones y qué comportamientos toma frente a los servicios de estas aplicaciones?
Yo como periodista no puedo renunciar a llevar un móvil y como persona tampoco renuncio a estar conectado con sistemas de mensajería porque ahora hemos delegado nuestra actividad sobre esos sistemas. Hemos dejado de tener citas y hemos empezado a tener una actividad continua en la que estamos diciéndonos constantemente unos a otros dónde estamos, qué estamos haciendo. Entonces realmente no te puedes quedar fuera de eso, pero la trampa está en que esas aplicaciones no necesitan espiarte. Nos estamos convenciendo de que para que no nos espíen tenemos que renunciar a esas herramientas, pero es que esas herramientas no necesitan espiarnos para funcionar. El espionaje, el control y la manipulación no son condiciones técnicas para que tú puedas tener un correo, un sistema de mensajería, ese es el verdadero negocio de las plataformas que nos ofrecen esos servicios. En ese sentido, una vez se toma consciencia de ese problema, que es algo que solo está empezando a pasar ahora, empezamos a eliminar ese tipo de herramientas de nuestra vida o empezamos a utilizar otro tipo de herramientas. En ese sentido, yo no hablo tanto de la acción individual, sino de la acción colectiva como que una comunidad de vecinos deje de usar estas herramientas y usen otras.
¿La solución está entonces en pasar de esta comunicación global a rescatar la comunicación comunitaria, local, sin estas herramientas?
Ahora mismo la tendencia que estamos viendo es a que todo se localiza en comunidades. En ese sentido, están los grupos secretos en Facebook, los DM de Instagram, de Twitter, están creando grupos en comunidades no de proximidad, sino comunidad falsas, que están funcionando de manera que ellos sienten protegida, porque están en la intimidad, con un grupo muy pequeño, con gente que saben quiénes son pero que en realidad sigue siendo expuesta a la plataforma. Si tú sales de esas herramientas centralizadas, privativas, que trabajan de manera opaca, que ni siquiera los gobiernos pueden saber cómo operan, te vas a los lugares donde está ocurriendo la revolución. Te vas a Hong Kong, te vas a Chile, incluso a Cataluña, te encuentras con que están utilizando herramientas muy distintas, que son herramientas colectivas, que están conectadas no solamente por un vínculo técnico, tecnológico, sino de confianza.
¿Cómo funcionan estas redes?
Hay un tipo de redes que se llaman, en lugar de peer to peer friend to friend, por ejemplo la que están utilizando en Cataluña un grupo que se llama Tsumami Democràtic, una tecnología que consiste en tener un sistema de mensajería que funciona por nodos de proximidad, en el sentido en que alguien te tiene que invitar, pero tiene que estar físicamente delante de ti, y así va a ser entonces alguien que te conozca. En otros lugares como Hong Kong por ejemplo están utilizando tecnologías basadas un poco en criterios de proximidad, es decir que funciona con Bluetooth o de manera más directa para que los manifestantes se avisaran dónde estaban los camiones y qué era lo que estaba pasando y que funcionan con Open Street Maps. Ese tipo de tecnologías que ya están diseñadas para evitar las antenas de telecomunicaciones que están registrando constantemente quién eres y dónde estás, y que en sitios como China o Hong Kong se comunican directamente con el gobierno que te reprime. Luego en Latinoamérica, como ocurre que la mitad de Latinoamérica no ha tenido acceso a estas estructuras, se están creando maneras locales y comunitarias de construir esas infraestructuras. Yo creo que ahí es donde está el desarrollo interesante porque son comunidades hiperlocales, que están desarrollando infraestructuras para estar conectadas, pero más entre ellos que hacia fuera y que pueden establecer una relación con otras comunidades locales que están también desarrollando sus propias infraestructuras pero que no tiene que ser algo global.
¿De multiplicarse estas iniciativas comunitarias y la división de ese sueño de red global se estaría dando paso a una salida para que dejen de vigilarnos y de robar nuestros datos?
Es el momento de actuar en ese sentido. Es decir, no querer crear la herramienta que van a querer usar 3000 millones de personas porque eso es un monocultivo y los monocultivos son tóxicos, sino crear la herramienta o incluso modificar la herramienta que ya existe y que atiende a las necesidades de tu comunidad. Tu comunidad nunca es la gente que escucha la misma música que tú y que lee los mismos libros que tú y que piensa lo mismo que tú políticamente, tu comunidad es la gente que vive contigo, que cuando se corta la luz se queda sin luz contigo, la gente que si hay una catástrofe sufre la catástrofe contigo, esa es tu comunidad. Son tu familia, son tus vecinos, esa es la comunidad a la que tiene que atender tu solidaridad y como ahora todo está determinado por la crisis climática porque es el problema más existencial y más crucial que no podemos resolver pero sí podemos cuestionar, pienso que estas tecnologías locales van a tener un papel crucial para la gestión de estos recursos que están desapareciendo a gran velocidad y que son recursos comunitarios.
Resulta muy difícil dejar a un lado las herramientas tecnológicas dominantes pese a las iniciativas comunitarias, ¿cómo se puede ir apartando la adicción a estas aplicaciones, al deseo de usarlas, de los likes desde el punto de vista de nuestro rol como individuos?
Lo primero es que tomar consciencia es crucial. Una de las cosas que hago es tapar todas las cámaras que hay. Tú tienes un teléfono que lleva una cámara por delante y otra por detrás lo cual significa que esté como esté siempre te está mirando. Y además, tiene micrófono, tiene tres sistemas distintos de geoposicionamiento, tiene dos matriculas distintas que te identifican de manera única en todo el mundo, tiene entre 14 y 16 sensores que dicen que estamos en el primer piso y no en el bajo y que yo lo estoy sujetando así y no así. Es decir, es un mecanismo que no lo vemos así. El teléfono me mira a mí. Empezar a ver eso, interpretar este ojo que te mira como un ojo que te mira y preocuparte porque las aplicaciones no tengan los accesos que te piden, que son muchos más de los que necesitan siempre. Pensar un poco cuando alguien te ofrece una aplicación gratis, cómo le estás pagando, porque nadie te ofrece nada gratis. Dejar de tener las aplicaciones en el teléfono ayuda, así sea más incómodo y eso es un síntoma de resistencia. Una vez sacas las aplicaciones del móvil te sientes mucho menos predispuesto, puesto que la aplicación es la que está diseñada para ir llamándote, para ir mandándote mensajitos para estar conectada con otras aplicaciones, para estar recordándote constantemente que existe.
¿Estamos entonces frente a un tipo de resistencia individual?
Claro, es una resistencia para tu salud mental. Es una resistencia que no va a cambiar el mundo igual que ser vegetariano, pero sé que no estoy contribuyendo y que es bueno para mi salud. Esto es algo que pienso, porque cada vez que me incomodo, siento que la estoy castigando a la aplicación porque no estoy haciendo lo que quiere. Renuncio a la herramienta. Pero ahí es donde me genera una satisfacción que es casi más grande que la satisfacción que me genera la máquina.
¿Qué tan expuestos estamos hoy?
Ahora la industria lo que hace es vigilarnos, toda esta industria no vive de que nosotros compremos móviles, vive de vigilarnos a través de los móviles. Yo creo que esto es una fase temporal en el sentido de que estas empresas que me ofrecen los cuatro servicios que utilizo, llevan mirándome en todas las condiciones, saben cómo es mi cara durante todos los días de mi vida durante los últimos 15 años, eso significa que no necesitan esto para vigilarme. Hay cientos de miles de satélites mirándote desde lugares no muy lejanos y que están conectados a sistemas de reconocimiento facial que tienen 15 años de tu cara, y que saben cómo te mueves. Ahora somos tan reconocibles que ya no nos hace falta esto (teléfono celular). Nosotros pensamos que esto es para que nosotros nos conectemos a cosas, mentira, esto es la ventana que tiene un grupo de empresas muy concreta a nuestras vidas, a nuestro comportamiento y a nuestros patrones de conducta. Entonces esto en realidad ya casi no les hace falta. Puedes tirar esto y te van a reconocer igual.
Eso es muy complicado de asimilar y de entender
Lo entiendes muy bien cuando ves las manifestaciones en Hong Kong. Esos chicos van con máscaras, han dejado su móvil en casa y están utilizando punteros laser para cegar las cámaras de la policía, que la policía lleva en el pecho. ¿Por qué? Porque no tienen que llevar un móvil encima para que los reconozcan. Y también si tapas tu cara pero llevas el móvil encima, da igual. Esta gente está creando una nueva clase de guerrilla. Y yo no creo que lo que está pasando en Hong Kong y lo que está pasando en Chile sean procesos temporales, yo creo que lo que está pasando se va a convertir en un proceso cotidiano, en lo nuevo normal, que lo nuevo normal sea que los ciudadanos estén en guerra con las instituciones y que esas instituciones estén utilizando las tecnologías que nosotros hemos comprado y hemos utilizado durante años en nuestra contra. Esto es el mundo que veo, por eso las redes comunitarias, las redes locales, las redes que son de la comunidad, que funcionan desde la comunidad y para la comunidad para mí son la clave.