Crear un mundo en donde el terror y el suspenso imperen no es cosa fácil. Tanto en las películas como en los videojuegos, los creativos han tenido que enfrentar la dificultad de hacer que el espectador se sienta inmerso en un ambiente hostil y peligroso, que los latidos de su corazón se aceleren cada que escucha un ruido y que sus manos suden ante la más mínima duda que asalte su pensamiento.
A pesar de este gran reto (y otros más), la nueva entrega de la franquicia de Resident Evil cumple las expectativas necesarias para ser parte de este gran legado.