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Se los han dicho cuando eran niños: si se tragan el chicle se les pega en el estómago y se van a enfermar. Porque de todas las cosas asquerosas que se podía hacer con algo así en la infancia (como pegarlo detrás de la oreja, recogerlo del piso y comérselo, ponérselo en la nariz o debajo de su pupitre), nada aterraba más a los padres que esa espantosa advertencia. Pero, ¿cuánta verdad hay en eso? ¿De verdad el chicle se pega al estómago?
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Hay que saber que lo primero que se va del chicle es el sabor y los suavizantes como el aceite vegetal y la glicerina. La base de goma es el programa. Al comienzo se usaba material orgánico (savia del arbol Manilkara Zapota).
Obviamente, la producción colapsó por la demanda y ahora la goma del chicle se hace con polímeros también sintéticos. Cada marca tiene su propia fórmula.
Y no, no se enreda en el corazón ni se descompone en el cuerpo durante siete años. Tarda un poco más en descomponerse. Si se quedara por siete años eso implicaría que ustedes deberían comerse cantidades exageradas de la goma de mascar.
Pero eso incluso se detectaría como constipación. De hecho, esto se ve más comúnmente en niños que ingieren de cinco a siete pedazos de goma de mascar al día.
En este caso las consecuencias pueden ser graves, ya que el bloqueo de los intestinos puede llevar a incluso retirar los chicles con cirugía, en los casos más graves. También otros saborizantes producen diarrea si se consumen desconsoladamente, al estar compuestos de sorbitol. Otros producen irritaciones debido al sabor (ácido o muy picante o amargo, en general).
Ahora bien, si se habla de adultos, la cosa cambia. Comerse un chicle y tragarlo no implica nada más allá de tener una digestión lenta.
El chicle de algún modo encuentra camino por el tracto digestivo. De hecho, queda intacto y se excreta de manera normal, según informa la Clínica Mayo en su página web. Por ahora, solo es recomendable controlar la ingesta de chicles en niños. Debe enseñárseles a comer en cantidades moderadas.