En la hacienda San Alberto, metida entre las montañas del departamento del Quindío, la familia Leyva trabaja desde hace casi medio siglo en la producción de café al que, mediante un minucioso proceso llamado de «quíntuple selección», ha posicionado como el más galardonado de Colombia.
La finca cafetera está en el municipio de Buenavista, a 45 minutos de Armenia, la capital del departamento, donde «existen más de 408 marcas de café registradas en la Cámara de Comercio», según dijo a Efe el chef Julián Hoyos, oriundo de la región.
Buenavista es un municipio montañoso y de abundante vegetación, entre la cual se asoman numerosas fincas con la arquitectura típica de las haciendas cafeteras, que se caracterizan por sus fachadas de colores que dan un toque artístico al paisaje.
El Café San Alberto cuenta con doce premios internacionales, entre ellos el reconocimiento de oro por cuatro años seguidos (2014 a 2017) y el Trofeo de Alta Calidad, otorgados ambos por el Monde Selection de Bélgica, y ha ganado en los últimos seis años el Premio al Sabor Superior del Instituto Internacional de la Calidad y el Sabor.
La «quíntuple selección» que garantiza su calidad consiste en cinco filtros por los que debe pasar cada grano antes de ser exportado, el primero de los cuales está en la recolección del fruto madurado, donde sólo se cosechan los mejores.
Luego pasan por una revisión manual y a continuación se meten en tanques de agua donde solo los que se hunden siguen en el proceso y se retiran los que flotan.
La cuarta depuración consiste en pasar el grano por mallas para medir el tamaño, ya que deben ser uniformes, y por último, expertos catadores definen su equilibrio y el perfil de la taza para la cual serán materia prima.
«El tono del café no es directamente proporcional a su concentración, eso es un mito, igual que con los vinos se puede observar la aceitosidad», dijo a Efe Eduar Álvarez, barista de la hacienda.
La historia de esta propiedad comenzó en 1972 cuando Gustavo Leyva Monroy adquirió los terrenos de la hacienda La Alsacia y cambió su nombre a San Alberto, en homenaje a su hijo fallecido en un accidente aéreo, y utilizó en la siembra del café la misma técnica de los viñedos franceses.
La propiedad tiene una extensión de 40 hectáreas y su punto más alto está a 1.800 metros sobre el nivel del mar, con un suelo fértil en el que, además de las 200.000 matas de café sembradas, también hay plátano y yuca.
Pese a que cada cafeto puede durar hasta 100 años, los de San Alberto son renovados y el grano se obtiene de plantas que tienen un máximo de 20 años, lo cual garantiza el sabor y una producción de una libra de café al año por cada mata.
Como complemento a la producción, San Alberto ofrece a los visitantes un recorrido por los cultivos en los que se explican los procesos de producción, desde la recolección de la semilla hasta el grano listo para exportar.
Al finalizar el recorrido por los cafetales, los visitantes pueden asistir a un taller donde se les enseña a catar la bebida y a aguzar los sentidos.
La hacienda San Alberto produce café de las variedades Caturra, Castillo y un poco de Geisha, considerado el grano más fino del mundo.
Además cuenta con un cultivo experimental de granos centroamericanos y africanos para indagar el comportamiento de las plantas con respecto al clima húmedo y a la altura del lugar.
El fundador, Gustavo Leyva Monroy, falleció en 1985 y años después, en 2009, sus herederos hicieron realidad su sueño de tener La Terraza San Alberto, para instruir a los visitantes sobre el cultivo del café al tiempo que se deleitan con el sabor y aroma del grano, teniendo como escenario los cafetales y las verdes montañas que los rodean.