La fuerte crisis que ha iniciado en el país del caribe con el magnicidio del Presidente Moise, en el que lamentablemente se encuentran objeto de investigación por probable participación en el crimen varios connacionales con capacitación y entrenamiento en combate urbano y rural, deja varios interrogantes y líneas de investigación a saber, pero sin lugar a dudas el sinsabor de tener que asumir una
vez mas que nuestra nacionalidad es objeto de vergüenza por salidas en falso de algunos que posiblemente olvidaron, pese a su formación, qué es hacer patria.
Lejos de señalar, condenar o juzgar a nuestros connacionales a quienes de entrada hay que darles el beneficio de la presunción de inocencia, este un hecho horroroso con varios vectores de violación a los derechos humanos.
Todo lo que rodea al magnicidio no es lo que nos pretenden vender como un completo misterio, pues existen una serie de hechos concomitantes, que dejan varias hipótesis de lo que se gestó para acabar con la vida de Moise, y los reales móviles para terminar con la vida de él y atentar con la de todo su círculo familiar que hoy esta en el exilio; lo que en principio se trató de darle “apariencia a una
operación de la DEA”, en donde al menos una decena de sujetos encapuchados ingresaron a la residencia presidencial con insignias de la agencia antidrogas, y con megáfono en mano indicaban en perfecto ingles: “operación de la DEA”, que terminó en un confuso cruce de disparos donde fue asesinado Moise con signos de tortura y gravemente herida su esposa.
Moise, quien había terminado su mandato desde el pasado mes de febrero, se había quedado en el poder por las vías de hecho y buscaba hacer una modificación de la constitución política con miras en lo que sería una constitución mas incluyente, justa y que llevara desarrollo al país mas pobre de la región, en donde sus ciudadanos
viven con no mas de dos dólares al día. Por cuenta de ese despliegue del presidente Moise, de hecho, se dio inicio a una polarización política, una oposición con un discurso radical y desde luego una gran movilización de ciudadanos en las calles de Puerto Príncipe en donde hubo quema de vehículos, llantas, y caos desproporcionado con su carencia de recursos, por cuenta de ese grave aprovechamiento indebido del poder.
Sin lugar a dudas, nada ni nadie puede o podrá justificar el magnicidio de un gobernante, su tortura y desplazamiento de su familia por cuenta del ejercicio desbordado del poder, pero la grave crisis de estabilidad política de ese país de la isla caribeña es histórica. Hoy ya se encuentra con ordenes de captura el más cercano círculo de seguridad de Moise, agente que extrañamente se movió entre
Ecuador, Colombia y Venezuela, al igual uno de los ex senadores opositores con mayor reconocimiento popular, junto con un médico.
Las tesis, desde el “tiranicidio” hasta la muy probable operación encubierta para capturar al presidente, no se descartan pues hay que recordar que en las rutas del narcotráfico la isla no es ajena a ellas.
El asunto es el entredicho de Colombia como fabrica de “mercenarios”, asunto que debe aclararse, el enfoque por el respeto de los derechos humanos y la carente defensa a los mismos, desde la óptica de lo que le hicieron a Moise, como también el trato cruel del que han sido objeto los principales sospechosos, es decir los exmilitares colombianos, el papel de los gobiernos y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en este asunto llaman mucho la atención, pues nadie ha reclamado un trato digno a los capturados, la posibilidad de tener una defensa técnica, un intérprete imparcial y un juicio justo e imparcial han brillado por su ausencia.
Corolario: No sorprenderá en el futuro la conexión que harán gobiernos de la región del hecho, con supuestos planes y simulacros para el derrocamiento de regímenes antidemocráticos que actualmente sobreviven por la pobreza, que llevan a sus pueblos el discurso populista como bandera de victoria, tampoco las operaciones que en el pasado han dado de baja a capos del narcotráfico protegidos por dichos regímenes.