Es magnífico, y así debe ser, que la resolución al largo conflicto interno colombiano comience por la verdad. Caiga quien caiga, llámese como se llame. Eso lastimosamente no pasó ni durante la llamada época de la Violencia en los años 50 y 60, donde la impunidad fue absoluta, y ha pasado parcialmente, hay que ver qué tanto, en el proceso de Justicia y Paz con los paramilitares. Con la verdad se empieza.
Y la verdad debe ser eso, verdad, y no un juego de intereses ni de disputas ideológicas. Cuando a todo colombiano le duela lo mismo el crimen cometido por un paramilitar que el cometido por un guerrillero o por un agente del Estado, ese día podremos hablar de verdadera paz.
Lo que hace la JEP es claramente su tarea de investigar. Y debe investigar con rigor y sin agenda oculta. Y para decir que hay verdad debe haber nombres completos y ubicación concreta de las víctimas, no un simple número entero. Y debe haber responsables concretos, identificados, individualizados; eso de decir “es que fue un crimen de Estado, es que lo mató la Brigada o el batallón tal”, no es serio ni ayuda a la verdad. El Estado, las brigadas y los batallones no matan a nadie; seres humanos matan a seres humanos. Aquí, el dato completo de la víctima; acá, el del victimario, en este lado las circunstancias de tiempo, modo y lugar, confrontadas, indagadas, verificadas. La verdad judicial e histórica no es un titular de noticia ni una cifra, es algo mucho más complejo y sometido a los rigores del debido proceso y la presunción de inocencia.
No se debe perder de vista que esto ocurre, este informe de la JEP, porque este sistema es premial, da beneficios, ofrece amplias gabelas a quienes se sometan y hablen. Mucho más que el sistema penal acusatorio ordinario, donde también hay premios y gabelas, pero las condiciones son estrictas y con muchas limitantes.
Se dirá que la JEP está haciendo mucho más que el de Justicia y Paz; sí, pero sin olvidar que los procesos contra paramilitares sí tuvieron y tienen cárcel y muchos fueron extraditados y permanecen allá, en las duras prisiones de Estados Unidos. Y que decenas de sus aliados parapolíticos también cayeron, fueron condenados y pagan cárcel. Y que Justicia y Paz no permitía libertad para los grandes jefes y que estos no están hoy en el Congreso de la República, como sí lo están los de las Farc no solo impunes sino también legislando y ganando enormes salarios.
El sistema de esta JEP, concebido así desde La Habana al gusto de las Farc, ofrece plena libertad y posibilidad de no solo penas muy bajas, sino que jamás habrá cárcel para los responsables que se sometan y declaren esa verdad. Y la reparación, como se ha visto, pues tampoco la veremos.
Al final de todo esto, quedarán amplias verdades, medias verdades y mentiras, muchas mentiras. Traer la paz implica saber que los protagonistas de la guerra no solo mataban, también mentían y seguirán mintiendo.