Recientemente la discusión en torno al Feminismo y su papel en la sociedad ha vuelto a ser el foco central de un debate acalorado y mediático, el cual me ha dejado varias dudas sobre cómo algunas personas feministas utilizan este movimiento que busca reivindicar los derechos de las mujeres.
Luego de esa polémica en las redes sociales, me tomé la tarea de poder entender más a fondo el feminismo, empecé a investigar, a leer, a escuchar, entrevistar mujeres que han defendido la lucha feminista como es el caso de 8M en España o la lucha que dieron muchas mujeres en Argentina sobre el aborto. Fueron horas largas de lecturas, horas de entrevistas, de explicaciones para poder realizar esta columna de opinión, que hoy ustedes podrán juzgar.
Dice Simone De Beauvoir (a quien me recomendaron leerla para poder conocer mejor el feminismo) que mientras “el hombre percibe su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo, la mujer tiene ovarios”, y lo que refiere a la palabra “patriarcado” no implica nada más (y nada menos) que el reconocimiento de que, por debajo de la pluralidad de sus vidas, de la diversidad y creatividad de cada mujer, hay una unidad que puede ser identificada y narrada de forma clara, una línea de experiencias compartidas subyacente a cada vida particular que hace de la mujer un poco más desiguales frente a los hombres.
Esa forma tan sencilla de definir el patriarcado supuso, de hecho, un gran paso histórico hacia adelante: huir de los esencialismos al describir a las mujeres, pero también de ese nominalismo estéril que niega toda diferencia. Por eso señalaba Simone de Beauvoir que decir que “todos somos seres humanos” es algo tan hueco que carece de relevancia como punto de partida para explicar nada.
Dice además la española Inés Arrimadas, en una entrevista en la radio española, que el feminismo debe ser incluyente y liberal y que ese feminismo debe ser para cambiar políticas y no solo para cambiar palabras… No todas las personas que se dicen llamar feministas o que son feministas, deben pensar igual, se pueden tener diferentes maneras de entender el feminismo.
La igualdad en la sociedad colombiana no existe, y hablar de igualdad de derechos es utópico -más allá de decir que no hemos alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres-, es desconocer una realidad: unas cifras de feminicidio que son vergonzosas. Este movimiento debería ser transversal y en este momento se está utilizando el feminismo como arma electoral y eso hace perder todo rumbo de la causa primordial que es la figura de la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres.
Hoy en día el movimiento es tan fuerte, que una marcha atrás sería un fracaso, pero es clara la violencia de género que se viene presentando y son gravísimas las cifras de feminicidio, y lo peor de todo, es la poca acción del Estado para frenar este horror.
El feminismo es política pura y dura porque exige la transformación de la sociedad. Pretender despolitizar el feminismo es querer arrinconarlo a un pasatiempo social. ¿Merece el feminismo salir a la calle sin que se comparta del todo un manifiesto? Yo creo que sí y que además va a ser así porque hay causas que lo desbordan todo.
Que el Feminismo significa: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre” y no el antónimo de machismo, debería ser hoy cuestión de sentido común. Pero sabemos que el sentido común es el menos común de los sentidos: también hoy hay quien sostiene que la tierra es plana, que las vacunas no salvan millones de vidas, o que el cambio climático es un invento de izquierdistas apocalípticos, por no hablar de viejo cuento de la derecha del castrochavismo.
El fantasma del feminismo como guerra entre hombres y mujeres es una mala pesadilla que sólo predican quienes precisamente nunca se preocuparon por el trasfondo real del debate, ese que ha surgido de la guerra déspota del patriarcado contra las mujeres, que construyó -y aún pretende hacerlo- una relación de suma discriminación para la mitad del género humano sólo por el hecho de haber nacido mujer. Quien divide no es el feminismo, sino los que, de forma más o menos vergonzante, defienden un mundo de privilegios basado en el mero hecho de haber nacido hombres y en el monopolio de poder que hemos construido a partir de esa condición y que tenemos que aprender a desmontar.
Por eso, los hombres tenemos que empezar a ser conscientes frente a la naturaleza y esencia de nuestros privilegios cotidianos: por ejemplo, acciones tan sencillas como caminar solos en la noche sin miedo a ser atacados sexualmente, utilizar medios de trasporte público sin tener que atemorizarse por la idea de ser violentados dentro de ellos, las palabras de acoso en espacios públicos y la violencia en cualquiera de sus formas y manifestaciones proveniente de cualquier hombre. Claro, sin dejar de lado u olvidarnos de esas titánicas luchas frente a las desigualdades que han ido evolucionando dentro de los Estados modernos, refiriéndome propiamente a contextos como los salarios y oportunidades laborales, acceso a cargos públicos en cualquiera de sus niveles, independencia económica y soberanía sobre su propio cuerpo.
Pero antes de cerrar esta columna, quisiera también pedir respeto por las personas trans. He oído a algunas feministas que señalan que “los trans no merecen llamarse mujeres”; bueno, si queremos buscar respeto, igualdad en derechos, inclusión y diversidad en una sociedad, debemos aprender a vivir en la diferencia y saber que, si se quiere ser respetada, se debe empezar por marcar la pauta de forma personal y como comunidad, educando, y siendo el ejemplo vivo de un discurso y una lucha que no muere y que nunca lo hará.
@AndresCamiloHR
NOTA. Para esta columna, se uso como insumo, artículos de El País, debate sobre el feminismo en el programa Hora 25 de la Cadena Ser, libros de Simone De Beauvoir y otros libros más.