Parece que este año va a ser igual al pasado, de supervivencia apenas, de contar los días y los pesos a ver si se llega a fin de mes. Y así hasta diciembre, o hasta que llegue la vacuna, o hasta que ocurra un milagro, que ni idea cuál pueda ser. Y no tiene nada que ver con el covid, la verdad es que la pandemia es una excusa apenas y la vida viene plana desde hace ya un buen tiempo.
Otro año en que las cosas buenas le ocurren a los demás. A cada vez menos personas, todo hay que decirlo, porque es difícil que la fortuna le sonría a muchos dado el encierro, pero sigue pasando. Aunque la suerte le llegué a pocos, ve uno gente que consigue un nuevo trabajo con mejores condiciones y mejor sueldo, que conoce al amor de su vida, que compra apartamento o que se va de viaje así medio mundo esté cerrado. Y aunque las redes despisten y a las personas nos guste alardear de una vida que en realidad no tenemos, es cierto que a todos nos ha golpeado la pandemia, solo que a unos menos que a otros.
No tiene cara, entonces, de estar lleno de milagros y bendiciones este 2021. Podrá darnos sorpresas, eso sí, porque parece que los extraterrestres están cada vez más cerca, según reportan el Pentágono y los cables internacionales. De llegar a concretarse el hecho, la vida como la conocemos cambiará radicalmente y para siempre, vaya uno a saber si para bien o para mal, aún está muy temprano para saberlo. Quizá sea ese el sacudón que necesitamos.
Pero hechos extraordinarios a un lado, la monotonía nos tiene ahogados y no se ve por dónde pueda romperse. Me pasó que este año no hice más que ver series y películas durante las vacaciones, y mientras unos viajaban o se reunían con amigos y familiares pese a la amenaza de contagio, yo espiaba la vida de los otros a través de Netflix y similares. Lo que más me llamó la atención fue algo obvio, pero en lo que nunca había reparado de verdad: las historias que llegan a la pantalla están llenas de hechos extraordinarios que posiblemente, por no decir seguramente, nunca le pasarán a uno. Desde la persona que llega a Nueva York con una mano adelante y la otra atrás y en cuestión de meses cumple sus sueños y triunfa en la Gran Manzana, hasta el civil menos pensado que termina salvando al mundo, pasando por alguien que recibe una herencia monumental porque es el único descendiente conocido de un aristócrata solitario. El otro día estaba viendo ‘Billions’ y a alguien le pasaban un maletín con 250.000 dólares como si fuera un paquete de chicles. Novecientos millones de pesos mal contados, una cifra que le cambiaría la vida a cualquier en este país, y en la serie era una escena más, una transacción de rutina.
Yo no pido tanto, la verdad. Con no seguir viviendo en pijama, trabajando más para sobrevivir que para vivir y poder ver personas en vivo y no por Zoom, me conformo. Ya después veré cómo es eso de volver a montarme en un avión, salir de la ciudad, enamorarme y todo lo demás. Por lo pronto, este año pinta de transición, tedioso a más no poder, otro paréntesis en medio de ese gran paréntesis en el que se ha convertido la vida, un compendio de metas y sueños aplazados.