Por estos días, el fallo de un juez sorprendió a los medios de comunicación, en el que solicitaban a la revista Semana retirar sus contenidos respecto a la familia de uno de los testigos claves en el proceso contra el expresidiario y expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Noticia de la cual la revista señaló que acataba el fallo, pero que rechazaba la decisión y por tal razón designó a Jaime Arrubla como abogado para impugnar el fallo, ya que estaría violando la libertad de prensa de los medios de comunicación y en especial el de Semana. Cosa que muchos periodistas acompañaron y aplaudieron, y otros rechazaron.
En este mismo medio, donde usted me lee, se estrenó como columnista Natalia Martínez, con una columna dedicada a Vicky Dávila y el fallo. El texto, titulado “Vicky Dávila nos perjudica a todos”, debo señalar que hizo un análisis muy riguroso sobre la situación y cómo a partir de este fallo el gremio del periodismo se podría ver perjudicado a la hora de revelar información o hacer investigaciones.
En esta columna, Martínez trajo a colación otro de los casos donde Dávila es protagonista y de nuevo donde la vida intima de una persona o una familia se ve involucrada: el caso del exsenador Carlos Ferro y su conversación con Ányelo Palacios, donde trataban temas muy íntimos sobre la orientación sexual del exviceministro.
Pero más allá de todo esto, no es periodismo lo que estamos viendo hoy en día, es una guerra del like, de quién tiene más visualizaciones, más reproducciones, más vistas y, sobre todo, quién sube cada vez más de seguidores, cosa totalmente absurda y que no corresponde con la verdadera labor de periodismo y el compromiso con la sociedad.
El afán de “La Chiva”es un mal que se carcome a muchos periodistas en el país, es un síndrome de Estocolmo, como si no pudiesen vivir sin sacar un dato como primicia primero que el resto de los medios solo por ganar títulos de ser los que tienen la información, pero olvidan la responsabilidad que eso trae consigo.
Recuerdo una frase que me dijo Yolanda Ruiz cuando trabajaba en RCN Radio: “Prefiero estar chiviado que rectificado”, y vuelvo a recordar esas palabras hoy, cuando toda esta turbulencia nos azota, cuando de nuevo estamos hablando de cosas que no debemos hacer y la responsabilidad con la que se debe ejercer esta profesión.
Nuevamente traigo el libro de Yolanda “En el filo de la navaja”, un decálogo que debería serlo para todos los periodistas en el país. Allí señala ella que “los periodistas miramos la historia desde una tribuna privilegiada porque podemos llegar adonde otros no llegan, escuchar y ver detrás de las cortinas del poder y asomarnos a los lugares donde se toman las decisiones grandes o pequeñas”, y añade que “Ser periodista es como caminar en el filo de una navaja porque caerse por exceso o por defecto es muy fácil. Mantener el equilibrio es todo un reto, y lo peor es que mientras caminamos tiran piedras desde todos los costados”.
Estas reflexiones debemos hacerlas todos los días ya que, al ser imprudentes e irresponsables, cruzamos el límite de informar al del desprestigio, y eso es algo que no se puede permitir, ni en el periodismo, ni en ninguna otra profesión. La dignidad de una persona o una familia (y más donde hay menores de por medio) debe ser respetada y respetar no es sinónimo de censura.
El problema de todo esto es que, cuando la comunicación se volvió un negocio, el informar y la labor real del periodista pasó a un segundo plano, casi al punto de desaparecer y allí radica el problema de los medios de comunicación en el país.
Aquí es donde debemos hacer un alto en el camino y analizar si estamos haciendo las cosas bien y en qué debemos mejorar en caso de que estemos fallando. Tenemos que reenseñar a los ciudadanos lo que es en verdad el periodismo y lo que no es periodismo sino activismo, porque hay muchísima confusión.
La calidad de la información y del periodismo es una muestra de la calidad de democracia y, a decir verdad, la democracia en general en este país corre peligro.
@AndresCamiloHR.