Desconectarse hoy de las redes sociales parece una trivialidad. Es incómodo pensar que subir una foto, tener un nuevo seguidor, dar un like o ver la historia de alguno de mis contactos puede ser tan dañino como ser un adicto a algún tipo de droga. Asumimos con ingenuidad que la creciente polarización política a nivel global es una lucha de buenos y malos; que nada tiene que ver con las horas que desperdiciamos viendo videos en TikTok o compartiendo publicaciones en Facebook. Estamos cada vez más divididos y las redes sociales replican y multiplican miedos y odios que se condensan en indignación e ira colectiva, ingredientes perfectos para que en cualquier momento estallen guerras civiles en las bombas de tiempo en que se han convertido algunas realidades sociales. Lo grave es que no logramos aceptar el problema. Lo ignoramos y por ende resulta clave que se discuta el rol de las redes sociales. Hacer pública esta discusión es la apuesta en The Social Dilemma.
Estoy lejos de pensar que la tecnología o las redes sociales en sí son dañinas. Sin embargo, la ausencia de regulación por parte de los gobiernos frente al manejo de los datos y a la protección de la privacidad de los usuarios sí nos está ubicando en un punto de no retorno. Al igual que con el cambio climático, la sociedad empezará a reaccionar solo cuando la salud, la vida y el bienestar se pongan en riesgo de forma masiva. Pero me sumo a quienes creen que no es necesaria la tragedia para iniciar un cambio. Es tiempo de escuchar en altavoz las advertencias de aquellos que estudian las problemáticas actuales.
Hay que dejar a un lado la idea de que los problemas no están conectados. El egoísmo de la acumulación, la satisfacción de deseos y la intolerancia hacia el pensamiento ajeno. Seguir en este mundo como individuos aislados es una locura. Se debe comprender que las redes sociales tienen un defecto estructural, que requiere la discusión abierta y transparente de todos los sectores. La defensa del crecimiento económico a toda costa es una visión cortoplacista que condenará a nuestra especie si no reaccionamos. El dilema de las redes sociales es el dilema de los medios de comunicación y el dilema del cambio climático. Tiene que ver con la resistencia de las estructuras económicas y de cambiar el chip a pensar como colectivo y no bajo intereses individuales.
Las redes sociales también tienen que ver con manipulación y mentiras. Venimos de una era en la que deseamos una «verdad» absoluta que sea la luz en tiempos de oscuridad. Ahora que pasamos por una crisis global, creemos en la necesidad de ponernos de acuerdo en una «verdad». Pero una discusión abierta no puede ser sectaria, mucho menos al tratar el tema de las redes. Y es que hablar de una «verdad» única me recuerda las falencias más profundas que tenemos como sociedad. Por eso disiento es unificar una «verdad» como salida a la problemática, como se plantea en The Social Dilemma. La duda y el discernimiento son las bases del conocimiento y de nuestra evolución como especie. De lo contrario, caeríamos en fanatismos.
No existe “verdad” de nada, más bien interpretaciones acerca de la realidad que tienen que ir cambiando con la experiencia. Las ideas rígidas solo han traído sufrimiento a la humanidad y no son las llamadas a salvarnos de las redes sociales. Deben ser reemplazadas por debates abiertos y esquemas organizacionales que se adapten a los desafíos coyunturales. Por eso, no se trata de ponernos de acuerdo en una “verdad”, pero sí en ponernos de acuerdo en la regulación frente a todo aquello que nos ponga en riesgo.
Consejos
Este año ya eliminé dos veces las aplicaciones de redes sociales de mi teléfono (Instagram, TikTok). La primera vez fue tras entrevistar a Marta Peirano, autora del libro El enemigo conoce el sistema. Sé que no es fácil y sé que se requiere un cambio colectivo. Aun así, también sé que mis decisiones como individuo tienen que aportar en el camino correcto. Finalmente, algunos consejos del documental de Netflix:
- Desactivar las notificaciones de las apps
- Dejar todos los dispositivos fuera del cuarto
- Usar Qwant en vez de Google.
- Y uno propio adicional, hacer pruebas de desconexión total a las redes sociales y al celular que sean de horas, días y luego semanas. La mente lo agradecerá.