Y entonces a usted le hablan de barrismo y de inmediato frunce el ceño, hace cara de que algo huele mal y de inmediato asume la postura de rechazo. Entendible, y puede que tenga razón. No en vano, las noticias que se desprenden de esa palabra por lo regular conllevan a la violencia dentro y fuera de los estadios y a un discurso de caos, algarabía sin cesar y agresión sin ton ni son por culpa de unos colores que lleva un equipo de fútbol. La fama se ha ganado y nada más difícil que borrar lo malo, lo malo se enquista más en la memoria colectiva. Pero también hay un mea culpa de quienes generamos información. Los que estamos en el teclado, en el micrófono o frente a la cámara tenemos que entender que esa cara también tiene dos lados, que los tiempos cambian, que ese mismo barrismo en muchos casos tiene cosas buenas por mostrar y que la generalización es síntoma de pereza ante la no profundización de una investigación.
Caí en lo mismo. Hace una década satanizaba todo lo que oliera a barrismo como una horda sin control de tipos que brincaban en una tribuna al son de la droga o el alcohol y que no se medían ante nada a la hora de generar caos y violencia. Pero desde la orilla de las barras tampoco se ayudaban, las noticias iban y venía y el lado oscuro le ganaba al lado de halos de luz de actividades que buscaban revertir esa situación.
Creo que es momento de escribir, de contar y de mostrar el otro lado de ese barrismo importado del sur del continente que se mueve bajo las palabras “barra brava”. Creo que es hora de ver también el rostro de otras dos palabras: la de lo popular y la de lo social. Adicionaría incluso la de lo familiar. Porque eso es lo que se vive, por ejemplo, en el caso que más a fondo conozco, el de la barra Los Del Sur en Medellín.
Esta barra popular, nacida en 1997, mira hoy hacia atrás y descubre que no es la misma de hace 22 años. Y dentro de ese proceso ha vivido diferentes etapas. Sus miembros pasaron por una infancia sin asumir un norte que iba más allá de la reunión de un grupo de amigos alrededor de un equipo. Vivieron una adolescencia turbia, violenta, llena de altibajos, buscaban un rumbo a través de poco sentido común, iban de un lado al otro enfrascados en el conflicto y en la misma incomprensión social, era el caso típico de la inmadurez “pubertiana” en manos de una masa que se dejaba llevar por el impulso. Y es así que se miran entre ellos, se dan cuenta cómo esa sociedad les endilgaba todo lo malo que sucedía en ese planeta llamado estadio. Se sentaron, esculcaron en sus formaciones académicas (todos sus líderes son profesionales universitarios), expiaron errores, hicieron mea culpa y asumieron un proyecto como barra ya en el marco de la adultez.
Y esa madurez, basada en las vivencias pasadas, los tiene hoy en otro ámbito como barra social y popular. Popular porque siguen en la tribuna, porque es una masa donde confluyen todos los estratos sociales, donde no hay juzgamiento de ideologías, hay mucha más tolerancia, se ha trabajado por la equidad de género y se mantiene el apoyo total al club como premisa de la barra.
Y ya en lo social, la cosa es clara. Una organización de este tipo, que vive en Medellín, no es ajena en sus venas a los problemas de la ciudad. Pobreza, violencia, falta de oportunidades, son aspectos en los que hoy Los Del Sur apuntan. Y para ello cuentan con el apoyo y la alianza de la institucionalidad. Van trabajando de la mano de la alcaldía, crean y se complementan en proyectos y trabajan en equipo por el bien de su entorno.
Fortalecimiento de liderazgo participativo y comunitario de barristas, concursos literarios como ‘Con la pelota en la cabeza’, museos itinerantes en los diferentes barrios, actividades sociales en varias comunas, promover una Navidad digna para los más necesitados, crear una empresa de servicios logísticos legalmente constituida y que atiende todo tipo de eventos en la ciudad (fueron parte del esquema de la visita del papa Francisco) y una tienda oficial de sus productos, son algunos de los ejemplos que dan cuenta de las cosas buenas que hacen, que generan empleo y que denotan el trabajar en pro de la gente.
Y sé que usted dirá que quiero tapar los errores que aún se cometen. No, lo sé y ellos también, que hay errores, hay mucho por mejorar, todos en la adultez aún cometemos errores y seguimos aprendiendo, pero resaltar que ya la violencia no es el pan de cada día y que en las carreteras, los barrios y/o las calles la actitud es distinta, es algo que hay que decirlo para contrarrestar la satanización.
Los Del Sur impactan a unas 60.000 personas en todo el país, hay filiales desde el Amazonas hasta La Guajira, es algo que contagia con pasión. Hoy su ejemplo social en la ciudad lo siguen otras asociaciones de barras como Pueblo Verdolaga, Ubanal y la Comunidad Verdolaga. Hay trabajo en equipo con el club, con la ley, con la institucionalidad, con el ciudadano y con otras hinchadas.
Hoy hay otro discurso, otra visión, hay madurez; repito, aún hay mucho por mejorar, pero de verdad prefiero la adultez de esta barra a lo que se veía en el pasado y, tristemente, se ve aún en otras barras en el país. Es una evolución, lenta y dura, pero lo están haciendo. Medellín es ejemplo de esta convivencia y trabajo en el fútbol. Aplaudo eso.
Por Andrés ‘Pote’ Ríos / @poterios