Columnas

Lagartería

Lo lagarto viene en nuestro ADN colombiano. Nada que hacer, todos lo tenemos, el lío es que hay unos que se encargan de potenciarlo y desarrollarlo más, al punto de convertirlo en la razón de ser de cada una de sus acciones. Pero en aras de discusión, todos en algún momento de nuestras colombianas vidas hemos tenido instantes de fuertes lagarterías.

Todos en cualquier momento hemos querido colarnos en algún lugar, tomarnos una foto con alguien famoso, llenarlo de elogios, lamberles al jefe y, especialmente, a los políticos, meterse en donde no lo han llamado, pegarse a todo plan o evento y pedir siempre regalo, boletas gratis, doble porción de coctel y de canapés. Es eso y un sinfín más de actitudes que hacen del lagarto ese ser a veces tan detectable como tan poco detectable, que va por ahí en todas las instancias de la vida hasta convertirse en un profesional de escamas gruesas y sangre fría. Un rey lagarto, con el perdón de Jim Morrison.

Fauna social colombiana es un muy buen libro de Antonio Montaña en el que desnuda esos animales metidos en fases humanas dentro de la urdimbre de nuestra Colombia. Es así que están la rata (ladrón), el sapo, el mandril (ostentoso), el burro, el perro, otros más y, obviamente, el lagarto, descrito así en sus letras:

“El lagarto en términos generales no tiene la irisada coloración del animal cuyo nombre ha tomado, sino que más bien es un sujeto gris, aburrido, insistente, que está seguro de ser importante. Y esa es a la vez su desgracia y la desgracia de sus interlocutores, porque es la sensación de su propia importancia y la seguridad en la importancia de la persona a la que acompaña de donde el lagarto toma, como del sol la lagartija, sus posibilidades de sobrevivencia; su energía”.

Mi padre me cuenta que por allá en la década de los ochenta había un tipo al que le decían ‘el Amarillo’, era un periodista de medio pelo, un filipichín que no se perdía un evento. Pero tenía una especialidad: los cocteles de las embajadas. El tipo no fallaba a ninguno. Pues bien, el M-19 se tomó la embajada de República Dominicana en medio de una celebración y ahí quedó atrapado ‘el Amarillo’, del 27 de febrero hasta el 25 de abril de 1980. Tome para que lleve su secuestro, por lagarto.

Ya en estos tiempos digitales y de redes los lagartos han mutado y optimizado sus métodos, pero la esencia en la escama sigue pura. Y uno de ellos es el senador y expresidente del Senado, Ernesto Macías. Todo en él es lo que es un lagarto. El modo, el tono, sus gestos, el accionar total de su humanidad es lagarta. En el reinado de los lagartos, Macías es dios, vademécum, biblia y norte a seguir por el pueblo lagarto. Lagarto de lagartos…

Ahí están, los hay por doquier, los lagartos, al igual que la prostitución, es una labor vieja y eterna. Tómese su tiempo, identifíquelos, mírese usted también a un espejo, todos podemos tener esas escamas…

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