Opinión

Póngale fe

Juan Carlos Prieto hace un balance del primer encuentro interreligioso sobre diversidad sexual en el Centro de Memoria Histórico de Bogotá.

Hace algunas semanas en Bogotá se llevó a cabo el primer encuentro interreligioso sobre diversidad sexual en el Centro de Memoria Histórico. Allí confluyeron diferentes actores del activismo LGBTI e iglesias con un propósito: encontrar aquellas similitudes como humanos y dejar atrás esas brechas que la historia y algunos llamados “líderes” han instalado en las mentes de nuestra gente. Y aunque los ánimos, al principio, presagiaban desacuerdos y posturas diametralmente conflictivas, lo cierto es que al final de la jornada: las apuestas sobre un país mejor y una sociedad respetuosa, libre de prejuicios saltaron de las mesas de trabajo como un pacto al mejor estilo de los procesos de paz, ¡digo yo!

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Lo cierto de todo este asunto es que en la historia nos han enseñado que aquel o aquella que piensa diferente en el momento indicado es exterminado como la peor de las plagas. No en vano, muchos judíos, homosexuales, cristianos, afrodescendientes, mujeres y defensores de derechos humanos han escrito nuestro devenir con sangre y mucho dolor. Las posturas radicales han pasado de ser ideas a actos incriminadores, justicieros en nombre de su ley, de la pureza de la raza y de sólo una forma de vivir y actuar desde la sexualidad.

Y aunque el panorama dista mucho de un cambio real y efectivo, lo cierto es que algunas de las ideologías religiosas que creíamos más radicales y contrarias a nuestra manera de construirnos y habitar las ciudades hoy están pensando de una manera más amplia e incluyente la realidad, la verdad quizá más debatida: ¡somos seres diversos desde todas las perspectivas y, vivimos, sentimos, amamos desde nuestras posibilidades y a quien se nos dé la gana: sin importa su forma y que tenga entre las piernas!

Seguramente, aún quedan en el tintero asuntillos tan problemáticos para la iglesia como el matrimonio entre personas del mismo sexo, o la adopción de niños y niñas o quizá el derecho a identificarnos y transitar en los géneros, pero lo que estamos viendo, más allá de los discursos progresistas del papa Francisco, es el resultado de la lucha de muchas personas, movimientos sociales, liderazgos silenciados por un mundo libre de homolesbobitransfobia, que aunque parece complicado de leer y pronunciar, no es otra cosa que la búsqueda de una sociedad mejor para todas las personas.

Siempre que escribo, me sobrepone pensar que el mundo está cambiando y que algo sucede en las mentes de las personas, algunas seguramente con una costra difícil de arrancar y otras que, van transformando su mente con el paso del tiempo, con las muertes, con las pérdidas, con las guerras.

Señor o señora homofóbica piense algo: hace algunos años un obispo católico de la ciudad de Buenos Aires perseguía en sus homilías a los homosexuales, los presentaba como enfermos y culpables de la devastación de la humanidad; hoy convertido en Sumo Pontífice de la iglesia que de lejos, tiene más seguidores en el mundo habla de la riqueza de la diversidad y de lo importante de ella en la humanidad. Si él pudo, usted ¡también!

Póngale fe: mire que todo es posible.

Por: Juan Carlos Prieto García // @jackpriga

 

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