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Me pido ser católica

“Eso le pasa por no creer en Dios”, dijo el católico inmortal lleno de odio infundado. Luego dio media vuelta y no se dirigió al cajón de las vitaminas, porque su cuerpo celestial no necesita vitaminas, ni ningún tipo de remedio (ni cirugías, ni tratamientos, ni cura alguna). Se dirigió hacia la pared donde cuelga las fotos de su familia inmortal (desde Adán y Eva) y se dedicó a observar las imágenes de sus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tataratatarabuelos, tataratataratatarabuelos, y así. Todos vivos, porque cuando se cree en Dios uno no se enferma de nada, y por ende jamás se muere.

El católico luego decidió sentarse cómodamente a pensar en todo el tiempo libre con el que cuenta (porque quienes creen en Dios no tienen que trabajar, ni madrugar, ni esforzarse), en su magnífica riqueza, en su colección de automóviles (entre ellos coches antiguos), en su clóset lleno de zapatos, cinturones y prendas diseñadas por famosísimos y ultra-carísimos diseñadores, en sus vacaciones en todos los rincones más alucinantes del planeta (ya no le queda lugar por visitar, todo lo conoce), en su colección de mancornas incrustadas con piedras preciosas (qué hacemos, si el católico no tiene buen gusto), en los cuerpos perfectos de su mujer, sus hijas, sus nietas, bisnietas, tataranietas, tataratataranietas y tataratataratataranietas (cuerpos que no necesitaron hacer gimnasia para estar como unas diosas, porque los católicos tampoco tienen que hacer ejercicio, o dieta, o dormir, o comer, o echarse pedos, o cagar), en sus descrestantes propiedades en varias capitales y playas del mundo (donde no paga impuestos porque los católicos tampoco pagan impuestos, ni pagan arriendo, ni cuotas de préstamos para comprar vivienda), y en la piscina olímpica de agua caliente que construyó en el jardín de su casa donde no se ahogará ningún nieto (ni bisnieto, ni tataranieto, ni tataratataranieto, ni tataratataratataranieto) porque los católicos (cuerpos benditos) respiran debajo del agua.

¡Ahhh…! Quién tuviera la dicha del católico inmortal. Qué dicha nunca estar desempleado, no enterrar seres queridos, no deberle nada a nadie, no enfermarse, no padecer accidentes, no tener enemigos, ni odios, ni dolores, que nunca les pica nada, que nunca tienen que rascarse, que nadie nunca les sea infiel o los lastime, que siempre están acompañados, que siempre hay quién los ame y les haga rico en el allí (cabe recordar que todos los católicos se casan vírgenes, aunque tengan poderes especiales), que nunca sienten ni frío ni calor (tibios), que nunca sudan ni les huelen a mico las axilas después de hacer ejercicio (qué digo, no les hace falta cuidarse, no tienen que hacer ejercicio), que siempre tienen plata en la billetera o en el banco, que nunca deben hacer fila, que se emborrachan y no les da guayabo, que comen hasta reventar y nunca les duele el estómago, se vomitan o les da diarrea, que nunca llegan tarde a ninguna parte, y que jamás dicen mentiras ni exageran.

Qué maravilla ser católico y no decir groserías, no desearle el mal a nadie, no sentir envidia o vergüenza… Qué divinidad ser católico y ser siempre tan generoso, ayudando a todos los que te rodean solo porque puedes hacerlo. Vivir siempre en función del prójimo y ser una fuente inagotable e infinita de amor. Aceptar y abrazar a todos sin importar que sean diferentes (incluye homosexuales, transexuales, negros, indios y el actual presidente de Estados Unidos). Creer en el amor como la solución para cualquier inconveniente (momento, ¿inconveniente? Pero si los católicos no tienen inconvenientes porque son católicos… ¿de qué hablo?).

Bruto el que no sea católico. Me pido ser católica cuando sea grande para que nunca me dé cáncer como al Ministro ateo. Amén y amén.

Por: Virginia Mayer / @Virginia_Mayer

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