Hablar de mujeres putamente libres es cuestionar la libertad que nos ha sido dada (¿o negada?). Cuando me apropié de la expresión “putamente libres” para mi vida, y desde ahí para la vida de todas las mujeres, en especial las colombianas, la hice una letanía, un hechizo contra el patriarcado. Fue una experiencia espiritual no solo intelectual, o una simple reacción más.
¿Por qué putamente libres y no simplemente libres? Porque el sistema nos hace crecer pensando que somos mujeres libres. Desde pequeñas nos dicen que somos preciosas, inteligentes y capaces (obvio, no a todas ni siempre, y obvio, sólo si encajamos en su modelito impuesto de mujer). Y como podemos ir al colegio, a la universidad y ejercer profesiones, y Como vemos a decenas de mujeres privilegiadas que son exitosas gracias a que lo han tenido todo desde siempre o poco les ha faltado, creemos que la libertad es para todas. Creemos que nacimos libres como el pájaro que nace en jaula y se cree libre.
Ignoramos que crecemos con una libertad condicional, que si decidimos o hacemos algo diferente al orden estipulado para el comportamiento correcto de las mujeres, sin importar que seamos millonarias o vivamos con el diario y muchas veces sin el diario, tendremos consecuencias; pagaremos un precio social y político.
Ignoramos que esas “niñas ricas” que “crecieron con todo” enfrentaron mayores dificultades sociales que esos “niños ricos”. Ignoramos que aunque la plata sí marca una diferencia absoluta en la realidad que tenemos que enfrentar, con plata o sin ella ser mujer nos pasa factura. Asimismo, como el hecho de que ser una mujer sola, pobre y sin educación es muy diferente a ser un hombre solo, pobre y sin educación.
Cuando fui consiente que ricas y pobres teníamos que enfrentar el machismo por igual, quise unir a todas la formas de ser mujer: TODAS, en todos los contextos, incluyendo si eran útero vaginales o no. Unir la realidad de las mujeres en un solo concepto, más allá de la raza, la clase, la salud, el nivel educativo y todo lo demás, lo cierto es que todas habitábamos diversas prisiones dentro del patriarcado.
Y desde el conjuro diario pronunciado frente a mi espejo, diciendo como una oración estas dos palabras: «putamente libre», se hacían parte esencial de mi vida. Y a partir de ahí empecé a crear puentes entre “putas y santas”, “ricas y pobres”, y toda la diversidad femenina para juntas deshacernos de los grilletes.
Y después de ya casi siete años el concepto de putamente libres ha sido madurado, y como el mejor de los vinos ha sido fermentado. Hoy puedo decir que una mujer putamente libre tiene una mente promiscua, es decir folla con el conocimiento, se enamora de la sabiduría, es seducida por la investigación, no se cansa de explorar métodos, se deja retar intelectualmente: Puta – mente –libre. Ella sabe que ser libre pensadora es mucho más intenso y apasionado que todos los placeres humanos.
Las mujeres putamente libres no olvidamos de dónde hemos venido ni nos avergüenza nuestra historia. NOSOTRAS somos PODER desde todas la debilidades que hemos tenido y desde todos los errores que hemos cometido.
Una mujer putamente libre no retrocede ante el miedo. Las putamente libres, como todas, cuidamos de nuestros seres amados de chismes; no obstante, si toca asumir, asumimos. Como a toda persona, a las mujeres putamente libres nos afecta e hiere la difamación, el chisme y similares; sin embargo, NUNCA nos arrodillamos ante eso. A una mujer putamente libre el chantaje le es una de esas cosas insoportables e imperdonables y que sabe enfrentar en derecho y con gallardía.
Las mujeres putamente libres somos responsables de lo que hacemos y más de lo que dejamos de hacer. No obstante, sabemos perfectamente que nunca es tarde para reivindicar la vida, nuestra vida; no vamos de víctimas “por el mundo” repartiendo culpas que son solo nuestras. Asumimos y reivindicamos. El plan de «pobrecitas» no va con nosotras.
Las mujeres putamente libres lloramos lo que hay que llorar, nos secamos lágrimas y resolvemos. Las mujeres putamente libres, olemos a calle, a sudor, a lágrimas. Olemos a infierno y estamos perfumadas con la fuerza de la compasión. Nosotras, las mujeres putamente libres, sabemos disentir, confrontamos y discutimos sin olvidar que nuestras diferencias de pensamiento -incluso de acción- no pueden ser nunca un motivo para dejar de ser justas entre nosotras.
Las mujeres putamente libres no queremos gestionar el infierno que nos fue entregado en el planeta, asumimos el reto desarmarlo y construir algo distinto; hacemos un planeta con las mujeres, sabemos que existen hombres antipatriarcales y trabajamos con ellos. A los machos les explicamos; si se niegan a comprender, les combatimos.
Las mujeres putamente libres sabemos que no gozaremos plenamente nuestra libertad hasta que todas las mujeres seamos libres sin importar que sus grilletes sean diferentes a los nuestros.
Por: Mar Candela – Ideóloga Feminismo Artesanal / @femi_artesanal