Existe la leyenda de que en carnavales la ciudad de Barranquilla se paraliza. Pero no es un mito, es realidad, y más allá de las imágenes de la fiesta y los desfiles que todos hemos visto, pocas son las pruebas tangibles, por eso le tuve que tomar esta foto al letrero que puso un banco el viernes, un día antes de la Batalla de Flores, el evento que abre y quizá el más importante. El mensaje era claro: los tres días que eran hábiles en el resto de Colombia no aplicaban para la capital del Atlántico.
Nunca me mataron los carnavales, lo único que me gustaba de ellos eran las guerras de agua callejeras (hoy prohibidas) y que no tenía que ir al colegio. Porque en Barranquilla empieza esa vaina y se para todo lo demás. Colegios, universidades, comercio, sistema financiero, hasta el sistema de justicia y los hospitales, todo para o anda a media marcha. Y es que poco se necesitan, varias cifras hablan de que durante los cuatro días de carnaval los índices de crimen en la ciudad bajan a sus puntos más bajos del año, así que para qué CAI y urgencias.
Pero el carnaval da para todo. Este año, al alcalde Álex Char lo pillaron hablando borracho en una entrevista y se le fueron encima. Y aunque además de la condena moral podrían sancionarlo legalmente, es entendible. En carnavales es poca la gente que puede contenerse y la fiesta contagia, incluso hasta a los menos devotos. Que se tome sus tragos, por qué no, pero que no dé papaya. También se le fueron encima a Paulina Vega, tan o más famosa que el alcalde, porque se fue al Carnaval de Río de Janeiro. La acusaron de olvidar sus raíces y de tener la fama muy subida. Con razón o no las críticas, carnavales de Barranquilla debe haber vivido decenas, así que una escapada a Brasil no sobraba.
Todo en esa tierra es surreal. En carnavales robaron a la carroza de las Chicas Águila y se llevaron ocho millones de pesos en equipos de sonido, pero también fueron sensación los llamados burro Uber, sistema de tracción animal usado por esos días en los que encontrar taxi, bus o cualquier otro medio de transporte tradicional es imposible. En Barranquilla cosas raras ocurren con carnaval o sin él. La inseguridad crece y se conocen casos de personas que han sido atracadas en la calle dos veces el mismo día. También pasa que los taxis no tienen taxímetro y la tarifa la define el conductor según el marrano (igual que en los burro Uber). Eso, y que los cortes de luz son menú diario, por lo que cada tanto ve uno a la gente echándole la madre a Electricaribe por redes sociales porque lleva doce horas sin luz o porque por tanto corte se le fundió el aire acondicionado.
Pero insisto, pruebas como las de la foto son irrefutables e ilustrativas: en Barranquilla pasan cosas que para el de afuera son difíciles de entender, le resulta más fácil juzgar y decir que los costeños somos flojos y atrasados. Podrán o no tener razón, pero si una de las empresas más serias y eficientes del país tiene que adaptarse a los ritmos del carnaval, ¿qué otra opción le queda al ciudadano de a pie? Ninguna diferente a entregarse.