La semana pasada conocimos los resultados de la encuesta polimétrica de Cifras & Conceptos acerca de la percepción de los colombianos sobre diversos asuntos políticos del país. El maltrato animal apareció entre las cuestiones que más les indignan. De la invisibilidad, pasó a ocupar el noveno lugar, con el 10 por ciento, por encima de servicios públicos y movilidad. Es decir que el trato cruel y negligente a los animales hoy hace parte del conjunto de temas que irritan a la gente, así como la corrupción y la salud.
Este indicador es positivo. No supone que el maltrato animal se haya incrementado (quizás también), sino que ha entrado en el radar crítico de los colombianos y que la desatención a las necesidades de los animales y la violencia gratuita en su contra son percibidos como reprochables, al punto de causar indignación.
Además, significa que el trato que les damos ha dejado de ser visto como un asunto privado para constituirse como uno de dominio público, al igual que la violencia contra mujeres y niños en el hogar. En otras palabras, los colombianos hemos empezado a construir una visión ética de los animales que concierne a la moral pública y, en consecuencia, a la política.
La indignación que produce este asunto se debe, asimismo, a un factor determinante a todos los temas que puntuaron en la encuesta: la inercia e inoperancia de las instituciones. Si hay un elemento común a los asuntos calificados como ‘indignantes’, es la impunidad. Una cosa es el daño sancionado; otra, muy distinta, el daño impune que asciende en espiral y se difunde como mancha de aceite, carcomiéndose nuestras expectactivas de justicia.
No por nada surge, crece y se consolida este clamor en las redes sociales cada vez que se difunde un nuevo hecho de violencia contra un animal. Dos delitos notables ocurridos la semana pasada -una perra violada en Bogotá y otra pitbull ahogada en Copacabana, Antioquia, posiblemente como reacción a la criminizalización de estas razas en el código de policía- quedarán impunes, así como los delitos contra tantos animales asesinados en hechos conocidos el año pasado, pese a la ley que castiga con multas y prisión conductas que ‘menoscaben gravemente’ su integridad. En efecto, de la indignidad (de funcionarios e instituciones) también nace la indignación.
Sin embargo, esperanza que los colombianos empecemos a valorar asuntos que reflejan una nueva conciencia pública.
La protección animal y ambiental es uno de los valores que la sociología contemporánea, en cabeza de Ronald Inglehart, califica de postmaterialistas. Es decir, preferencias colectivas que no se centran en la satisfacción de necesidades individuales y materiales, como el bienestar económico y la seguridad ciudadana, sino de necesidades colectivas y de realización, como el cuidado a la naturaleza y la libertad de expresión.
Que el maltrato a los animales aparezca junto a la injusticia y la desigualdad, entre los temas visibles que más nos indignan, según la encuesta, hace pensar que los colombianos hemos empezado a percibir el valor y la importancia de algo más que nosotros mismos. Protección animal, justicia e igualdad son valores, entre otros, sobre los cuales podríamos cimentar la sociedad que queremos.
Por: Andrea Padilla Villarraga // @andreanimalidad
Candidata PhD Derecho Universidad de los Andes. Vocera en Colombia AnimaNaturalis Internacional @andreanimalidad