Columnas

La culpa es de RCN y Caracol

Las recientes críticas de Vicky Hernández a la televisión colombiana pasaron por la prensa como la mayoría de noticias similares que generan indignación temporal y son reemplazadas rápidamente por nuevos escándalos. Con tantas chivas sobre corrupción, con encuestas presidenciales para ponerse a llorar y con una capital ardiendo en trancones, temperatura y malas decisiones, poco espacio queda para reflexionar sobre las palabras de la actriz y así la entretención diaria se queda en ver cómo la ficción está más presente en los noticieros que en las telenovelas.

¿A alguien le importa que la ficción nacional mejore en calidad? Si el Paseo 4 arrasó en cine, en consecuencia nada mejor se puede esperar de la televisión cuando lo que se impone es el negocio, el rating y la pauta. A los canales no les importa, ni les seguirá importando pagarles tres pesos a los actores porque con un Estado ausente que no ha promovido sueldos decentes para artistas o periodistas (aprovechando la cuña tras celebrar nuestro día), quienes controlan la información y el entretenimiento seguirán haciendo lo que se les da la gana. Entonces, ¿la culpa sí es de RCN y Caracol?

Las acertadas palabras de Vicky Hernández, que sirven para titulares llamativos y clics de los portales web, desafortunadamente no permiten replantear las lógicas de producción y distribución de la televisión privada porque los dueños de los canales ya se acostumbraron a hacerse los de los oídos sordos. Con tanta indiferencia, preferí entonces soñar un poco desde la academia y les pregunté a mis estudiantes ¿cómo mejorar la calidad de los productos de ficción de la televisión colombiana con una iniciativa que nazca desde el periodismo?

A ellos les dije que la academia no debía cumplir un rol apenas contemplativo y que pese a que resulta complejo luchar contra las dinámicas de poder, se puede empezar con propuestas que nazcan de la cocreación. Fue así como por equipos trabajaron para plantear soluciones al problema con ideas como la creación de una franja de contenido cultural periodístico, una serie con formato acronicado para tratar distintos géneros literarios, una miniserie basada en historias periodísticas relacionadas con el posconflicto o un reality show que forme a guionistas para que creen historias de calidad, basadas en hechos puntuales del acontecer periodístico, que luego se puedan convertir en series o telenovelas.

Pese a ser un corto espacio de trabajo, las propuestas coincidían en la necesidad de trabajar por una mejor televisión, en donde la formación, la educación y el entretenimiento se mezclaran. Sí, se puede sostener el negocio con productos rentables y al tiempo ir transformando los imaginarios sociales con telenovelas que cumplan un propósito dentro de la sociedad que representan, para no solo reflejar al país, sino para hacer parte de su crecimiento y evolución.

El espacio de cocreación con mis estudiantes prendió de nuevo en mí la fe de que es posible proponer alternativas desde el campo en el que nos desempeñemos, ya sea la academia, los medios o el Estado. Así, hoy de nuevo estoy convencido de que para que la calidad de la televisión mejore es necesario unirnos y comprometernos en aportar ideas e ir cambiando, con paciencia, las dinámicas de poder de los dueños de la información y el entretenimiento.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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