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La otra realidad

Hemos permitido que nuestra cotidianidad sea un ir y venir dejándonos en medio de un caos que se disfraza de normal, nos vemos casi que forzados a tratar de acoplarnos a un mundo que no necesariamente entendemos del todo bien, permitiendo que eso que nos rodea (situaciones, actitudes, ideas o personas) defina lo que somos y lo que queremos llegar a ser.

Aún hoy se escucha a muchos jóvenes decir que estudiarán X carrera porque es lo que da plata, o a algunos padres tratando de forzarlos a que piensen de qué van a vivir en unos años, induciendo la respuesta hacia algún tipo de profesión u oficio que les parezca seguro, rentable y, claro, conocido.

Pero esto no es un tema solo de padres e hijos, en todo lugar vemos personas que no se arriesgan a trabajar por cumplir sus sueños, porque les asusta verlos hechos realidad; que antes soñaban con viajar y conquistar el mundo, tener su negocio, vivir de su talento, pero les da miedo moverse de lo que conocen y sienten seguro. Son personas que, sin saberlo, le temen a su propio éxito y a su felicidad, por lo cual deciden sabotearla de una manera discreta, cautelosa y a la vez muy efectiva, por medio del miedo.

Esto sucede principalmente por dos razones: la primera tiene que ver con la falta de fe que una persona tenga para consigo misma. Y no hablo de religión, sino de entender, convencerse y actuar en consecuencia con el hecho de creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades, nuestras virtudes y fortalezas para poder alcanzar lo que soñamos y aún mucho más. Esto no quiere decir que nuestro ego se infla y nos sentimos superiores a todos los demás, sino que reconocemos que somos personas valiosas y así como reconocemos que tenemos cosas por mejorar (y seguro que aún la persona más orgullosa lo hace dado que no hay juez más severo que nosotros mismos), también tenemos muchas cosas positivas por explotar con las cuales podemos crecer y compartir.

La segunda razón tiene que ver con la pasividad que muchas veces tenemos para con la vida, permitiendo que cualquier cosa que suceda en nuestro entorno llegue a influenciarnos: el sensacionalismo, la indignación de turno, las tendencias de consumo, etcétera… Y por ende, muchas personas definen su éxito y felicidad basadas en lo que ven en otros, no en lo que son, por consiguiente sus expectativas difícilmente serán colmadas o resultarán satisfactorias, ¿o acaso qué tipo de satisfacción real puedo tener logrando lo que otro deseaba?

Hay otra realidad, una que está más allá de todo lo que nos rodea, de todo lo que nos influencia y bombardea, y es la realidad que podemos definir para nosotros mismos, aquella que podemos crear desde lo que somos encadenado lo que pensamos con lo que sentimos y decimos, es decir, siendo consecuentes.

Y no importa si por crear nuestra propia realidad algunos nos tildan de locos, insensatos, idealistas o incluso pendejos, ya que no es la felicidad, el éxito y satisfacción de ellos por la que estamos trabajando, sino por la nuestra propia, una que compartiremos con todos, pero que no dependerá de nadie diferente a nosotros mismos. Y cuando logramos enfocarnos precisamente en esa autonomía y actuar en consecuencia para nuestras vidas, seremos algo más que librepensadores y podremos vivir en esa otra realidad.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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