Una nación dividida por la paz

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Por: Alejandro Pino Calad, Director Editorial de Publimetro Colombia

Es muy difícil explicarle a alguien que no sea colombiano por qué muchos de los nuestros, quizás millones, van a votar en contra del acuerdo de paz que firmó el lunes pasado el gobierno de Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Ha habido tanta sangre en Colombia, que el dolor no permite a muchos pensar en un perdón y en aceptar la integración de aquellos que la causaron. Sin embargo el movimiento por el ‘No’ al acuerdo de paz con las Farc va más allá de la preocupación por la impunidad, está amparado en una fuerte campaña de desinformación, y no hay nada más peligroso para la democracia que esto.

El histórico respaldo de los gobiernos de Chaves y Maduro a la guerrilla colombiana convirtió en caballito de batalla por el ‘No’ la amenaza de una ‘venezolanización’ en Colombia, algo que por supuesto espanta a cualquiera ante las noticias que llegan desde el país vecino.

La derecha, encabezada por el expresidente Alvaro Uribe y el candidato presidencial Alejandro Ordóñez (irónicamente Procurador General de la Nación hasta hace unos días), comenzó acusando de “castrochavistas” al gobierno de Santos y a los que respaldan el ‘Sí’, y ya sumó los epitetos de “ateos” y “homosexuales”.

Marco Fidel Ramírez, concejal de Bogotá, líder evangélico y de derecha, anunció preocupado que «el acuerdo con las Farc nos lleva de narices a una peligrosa dictadura homosexual», ya que en el texto está la promesa de que el estado colombiano combatirá la discriminación de género, algo que de por sí ya está en la Constitución.

La sobrecarga de información falsa o difamatoria generada por la derecha y los defensores del `No’ ha logrado causar verdadero pánico: desde la mentira de que se iba a establecer un impuesto a los pensionados para financiar a los guerrilleros desmovilizados, hasta utilizar sin autorización la imagen de ídolos nacionales como la medallista olímpica Mariana Pajón para rechazar el acuerdo con las Farc.

La desinformación para promover el ‘No’ parece no tener límites y deja clara la amenaza de las redes sociales para la democracia en un país sin lectores, con un bajo nivel educativo, sin memoria y sin conocimiento de su propia realidad. Es decir, para «regalarle el país a las Farc», como amenazan todo tipo de posts, trinos y comentarios, primero hay que quitárselo a sus verdaderos dueños: los Santo Domingo, los Ardila Lulle, los Sarmiento Angulo… y no va a pasar. Precisamente, si hay personajes interesados en que las Farc entreguen sus armas son los industriales y banqueros pues esto inevitablemente traerá inversión extranjera y hará crecer la economía.

Los verdaderos amenazados son los terratenientes y ahí es en donde nace el epiteto de «castrochavistas» a los defensores del ‘Sí’: del miedo de una élite regional que históricamente ha tenido la tierra y promovido la exclusión a que esos excluidos ahora tengan derechos.

Esa élite ha promovido el odio y ha apelado a dos de las bases fundacionales de la nación, la religión y el machismo, para argumentar sin sentido y potenciar el miedo natural que todos los colombianos tenemos a la impunidad y a perdonar.

Porque no hay nada más difícil que perdonar cuando culturalmente te criaste en el rencor como pasa en Colombia. Por eso afuera no entienden a los del ‘No’, porque no saben lo que es haber crecido en medio del caos, el miedo y el odio que ha sido este país. Por eso, precisamente por eso, es que hay que votar ‘Sí’: porque de alguna forma tenemos que empezar a cicatrizar.

Lo cierto es que este domingo Colombia debe decidir en las urnas si está de acuerdo con un pacto que el gobierno podría aprobar sin necesidad de este plebiscito, o si rechaza la desmovilización de las Farc y su nueva vida como partido político.
Hay algo claro: el acuerdo no garantiza la paz, pero sí es un paso importantísimo que debe dar una nación madura que supere sus odios. Pero la verdadera paz no va a llegar hasta que los otros actores se también desmovilicen, empezando por la propia derecha.

Bien lo dijo Jaime Castro, exalcalde de Bogotá y también defensor del ‘No’: “mientras Álvaro Uribe no esté en la mesa, la paz es muy difícil”. Y Uribe y los suyos, a diferencia de las Farc, no tienen ningún interés en desmovilizarse.

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