Quienes hemos vivido en Bogotá durante los primeros años del siglo XXI jamás podremos olvidar el ‘carrusel de la contratación’. Y si bien la Fase III de TransMilenio se llevó a cabo y por ella hoy transitan buses que comunican el aeropuerto con el resto de la ciudad, todavía queda una herida que no termina de cerrarse: el Parque Bicentenario, esa plataforma de concreto que hace algunos años hirió de muerte el Parque de la Independencia y que sepultó en una especie de búnker la entrada norte del Museo de Arte Moderno de Bogotá.
La obra, que generó toda clase de debates y discusiones (incluso se llegó a solicitar su demolición), estuvo paralizada durante varios meses. Meses en los que los grandes perdedores fueron la ciudad y los ciudadanos, que tuvieron que soportar esa horrenda mole de cemento armado desnudo y gris. A mediados del año pasado se reanudaron las obras y en las últimas semanas ya comienzan a verse avances visibles.
Más allá de que haya debido demolerse o no, de que sea una obra maestra o un completo exabrupto, al menos queda el consuelo de que la llaga de cemento comienza por fin a revestirse con el más amable color del ladrillo a la vista y fachadas verdes que ya están plantadas, y la promesa de unas zonas verdes que por ahora solo muestran su base de tierra negra.
El sistema de terrazas parece haberse acoplado al Parque de la Independencia. Aunque unas mallas verdes impiden acercarse a la parte que está en obra y apreciarla en detalle, todo parece indicar que la comunicación entre el viejo parque y la nueva plataforma es bastante amable y fluida.
Cosa muy distinta sucede en el costado sur, donde se presenta un gran desnivel entre el proyecto y los accesos al edificio Parque Independencia y el Museo de Arte Moderno. Aún no está muy claro cómo se verá en definitiva la pendiente que comunica el Parque Bicentenario con el angosto pasadizo que creó la estructura, cómo será esa comunicación.
En el costado occidental una muy ancha escalera lo conectará con el puente de la carrera Séptima, lo cual articulará al Parque Bicentenario con la vía más emblemática de la ciudad. Para mi gusto hizo falta más verde. Falta ver si en las jardineras siembran pasto, plantas rastreras o algunos árboles, que tanta falta le hacen al centro de la ciudad.
Sin importar cómo quede, es un hecho que el Parque Bicentenario agregará varias decenas de metros cuadrados a los habitantes de la ciudad para desplazarse, jugar o descansar.
Como ya se ha dicho algunas veces en este mismo espacio, la memoria arquitectónica de las personas suele ser muy frágil y muy pronto terminan por acostumbrarse a los nuevos edificios, avenidas, plazas y parques. Una vez corten la cinta inaugural, es muy probable que el Parque Bicentenario se convierta en uno de los principales hitos del centro de Bogotá.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.