Mi abuelo ya me había enseñando lo que hasta hoy entiendo, cuando se fue a vivir solo a la orilla del mar, dejando todo y a todos. Cada conocido, cada integrante de su familia lo enjuició y criticó, incluida yo. Nadie podía comprender y aceptar que cualquier día él decidiera que no era feliz y que quería buscar esa felicidad. Comenzó por perder el miedo y lanzarse al abismo.
El resultado: un hombre que por muchos años se sentó a contemplar atardeceres mientras escribía poemas.
A todos nos han enseñado a estudiar, trabajar y ser responsables, aprendimos a ir a una oficina por lo menos ocho horas diarias y descansar quince días al año. O sea, producir para poder descansar un poco, o mejor, hacer un gran esfuerzo, muchas veces en actividades que no nos llenan del todo, para ahorrar y salir a conocer algún lugar en tiempo récord.
¿Y qué pasa si ya no queremos más eso y qué pasa si no creemos que ese sea el propósito de nuestra vida, o que tenemos la intención de cambiarlo todo sin importar si ya hemos construido algo, o no somos considerados jóvenes?
Por estos días he visto morir a seres maravillosos, he leído frases increíbles
sobre lo corta que es la vida, pero sé que la mayoría se queda ahí haciendo lo mismo, sin cambiar, sin atreverse. Hoy sé que mi abuelo es mi héroe, que quiero ser tan valiente, tan libre y tan sensata como lo ha sido él. Soltar, dejar ir, volver a empezar, buscar dentro de ti…
Vivir, ser felices, a eso vinimos y no podemos dejar pasar la
oportunidad.
¿Eres feliz? ¿Qué haces para que tus sueños se hagan realidad?
¡Feliz fin de semana!