La nominación a los premios Óscar de El abrazo de la serpiente es un golazo que acaba de meter la estructura cinematográfica del país a quienes piden resultados. No hay que aguar la fiesta, aunque no haya sido la mejor película colombiana de 2015 (La tierra y la sombra de lejos lo fue) ninguna otra cinta habría reunido las condiciones necesarias para llegar al máximo podio mediático del cine.
Las claves de este éxito están a la vista de todos; en primer lugar, el reconocimiento y recorrido de Ciro Guerra a nivel global gracias a sus anteriores producciones: La sombra del caminante en 2004 y la posuda Los viajes del viento en 2009. Por otra parte, es innegable el cuidadoso e ingenioso marketing que ha logrado la película desde su estreno, soportado tanto en el apoyo de Caracol Televisión, como en el de la venia de todos los círculos “cultos” del país, condiciones que permitieron su reestreno en salas de cine y hasta su entronización previa en cuanta premiación aparecía, sin competidores en los galardones de la Academia colombiana y hasta con aclamación en Bogoshorts.
La noticia surge como un boom mediático que le cae como anillo al dedo a Juan Manuel Santos para que cobre protagonismo en la momentánea emoción nacionalista, que comenzó con el tuit en el que aseguró: “Maravillosa noticia para el cine colombiano”, y al que debió agregar: perfecta para que los colombianos olvidemos que ayer se vendió Isagén. En fin, no es el espacio para criticar el oportunismo político, sino más bien para celebrar el momento dorado que vive el cine nacional, el cual es resultado de las políticas culturales que van siendo cada vez más solidas y muestran sus primeros resultados.
Ahora bien, los premios son apenas el reconocimiento externo al trabajo que se hace con disciplina y esfuerzo desde adentro, con lo que no se puede negar que este apoyo público, al que acabo de referirme, de un tiempo para acá viene siendo cada vez más significativo, lo que ha permitido que surjan directores jóvenes que no solo se quedan con una película, sino que pueden hacer, dos, tres o más y así construir un estilo que cosecha triunfos, como es el caso de Guerra.
Este es solo un comienzo en el que no se debe descuidar la idea de que invertir en cultura es una de las tantas formas de construir paz. Gracias a eso y con orgullo, los colombianos hoy pueden homenajear el cine nacional comprando la boleta para El abrazo de la serpiente, la pomposa nominada a los premios Óscar, para así aceptar que la ‘bala’ y lo ‘narco’, que tanto se criticó del pasado, hacen parte solo de los prejuicios de los filmes locales, los cuales gozan en el presente de cientos de historias con gran riqueza narrativa y visual a las cuales se les debe apostar.
Pero ojo, aunque la memoria sea corta en este país, este mismo entusiasmo debe repetirse cuando un recién egresado de una escuela de cine lance con las uñas su ópera prima o cuando lleguen las grandes producciones de Hollywood y usted esté decidiendo si ve una historia cercana o una ficción con muchos efectos. Es decir, hay que casarse con el séptimo arte para vivir un matrimonio tanto en las buenas como en las malas. Por ahora, ¡a disfrutar de la luna de miel!