Bordando telas, con siluetas forenses pintadas en las calles o tumbados en el piso, como yacieron sus hijos inocentes, las madres y familiares de las decenas de miles de personas desaparecidas en Colombia buscan cada día nuevas maneras para pedir justicia y conocer el paradero de los que aún faltan.
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Se esperaba que fueran 6.402 estudiantes los que se congregaran este lunes en la céntrica Plaza de Bolívar de Bogotá -uno por cada «falso positivo» del que se tiene constancia en el país- para realizar un acto reivindicativo en el Día Internacional de las Personas Desaparecidas, pero al final fueron apenas medio centenar de madres y algunos universitarios que se solidarizaron con su causa.
Es la metáfora de la lucha incansable de estas madres que cada mes realizan alguna protesta -pequeña, pacífica y persistente- para pedir justicia por sus hijos, víctimas de ejecuciones extrajudiciales del Ejército.
LAS MADRES DE LA INJUSTICA
En un recuadro hecho con las botas pantaneras que el Ejército les ponía a los cuerpos de jóvenes inocentes para incriminarlos y presentarlos como bajas en combate, unas 35 personas han representado con sus cuerpos frente al Congreso el número 6.402, la cifra de víctimas que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) considera que hay de «falsos positivos» en el país.
Uno de estos jóvenes asesinados fue Weimar Armando Castro, el hijo de Beatriz Méndez, quien salió junto a su primo el 20 de junio de 2004 -su madre lo recuerda bien porque fue un Día del Padre- y nunca regresó a casa. Apareció en el sur de Bogotá, después de que las noticias anunciaran que el Ejército había matado a 12 guerrilleros.
Su cuerpo fue encontrado -al contrario del de miles que aún siguen en fosas- con signos de tortura y 59 disparos. Ahora su madre, que lleva 17 años pidiendo justicia -4 de ellos desplazada por las amenazas-, lleva el rostro de su hijo tatuado en el brazo izquierdo porque de ahí «nadie se lo va a arrancar».
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«Al verlas a ellas que están buscando, resistiendo, denunciando para que no se olvide a sus seres queridos, lo que siento es que es necesario que en Colombia se rechace de manera inequívoca la desaparición de personas», asegura a Efe la directora de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), Luz Marina Monzón.
LUCES EN LA BÚSQUEDA
«El que haya una institución por primera vez en Colombia dedicada exclusivamente a la búsqueda de los desaparecidos es una herramienta y un valor muy grande para quienes han estado solos durante tanto tiempo haciendo esa búsqueda», alega Monzón.
De muchos de estos casos han pasado más de una o dos décadas; desde entonces, y sobre todo en los últimos años, se han ido creando certezas de cuántos fueron o de dónde están los más de 80.000 desaparecidos que hay en el país, que copa los récords de este terrible fenómeno en el continente.
La JEP, creada tras el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC en 2016, además de dar cifras más claras de «falsos positivos» también ha comenzado este año a emitir las primeras decisiones judiciales contra más de dos decenas de altos cargos militares.
Ahora, varios sectores de la sociedad piden también a la Jurisdicción que abra un macrocaso solo de desaparición forzada porque las «120.000 víctimas todavía no han sensibilizado a la JEP», alega a Efe hoy, entre una protesta con batucada, Janet Bautista, quien perdió a su hermana y un compañero en 1987.
UN FENÓMENO PERSISTENTE
Sin embargo, la búsqueda de estas decenas de miles de personas que aún siguen desaparecidas en Colombia se ha visto afectada por «la persistencia del conflicto armado», según la directora de la UBPD, que hacen que se siga sin poder mirar la desaparición como un problema del pasado.
«En Colombia la desaparición no es un problema del pasado. En este fenómeno siguen participando todos los actores armados y, sin importar cuándo hayan ocurrido, la mayoría de las desapariciones siguen sin ser esclarecidas», subrayó en un comunicado el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), uno de los organismos que más ha trabajado por ubicar a los desaparecidos en el país.
Las protestas de los últimos meses volvieron a traer fantasmas, con cifras alarmantes de desaparecidos en las protestas y jóvenes a los que sus madres perdían la pista durante días -incluso semanas- para encontrarlos muertos sin ninguna explicación.
«Hoy a las personas las siguen desapareciendo y eso es inaceptable en una sociedad cualquier, pero sobre todo en una sociedad que quiere caminar hacia la construcción de condiciones de vida dignas», lamenta Monzón.