Iván Duque asumió el 7 de agosto de 2018, en una tarde borrascosa en Bogotá, preludio de lo que sería su mandato de cuatro años en el que no tuvo ni luna de miel con el poder ni tregua por parte de la oposición, producto de la polarización electoral en torno al acuerdo de paz firmado con las FARC dos años antes.
PUBLICIDAD
El segundo presidente más joven en la historia del país llegó a la Casa de Nariño como representante de «una nueva generación (…) comprometida con el futuro y sin anclas en prejuicios del pasado”, pero desde el comienzo se encontró con la camisa de fuerza del ala más radical de su partido, el uribista Centro Democrático, y de la falta de mayorías en el Congreso Nacional.
Con ese telón de fondo, el mandatario tuvo que encarar la primera ola de protestas sociales, a finales de 2019, luego la pandemia de Covid-19 y más recientemente las manifestaciones de mayo y junio pasados que dejaron numerosos muertos en la mayor crisis reciente del país.
Para Yann Basset, profesor de Ciencia Política de la Universidad del Rosario, «Duque ha tenido un contexto bastante extraño y adverso con la pandemia y con el estallido social que tuvimos este año» que en cierta forma han marcado su rumbo.
«Hay un primer momento antes de la pandemia en que por inexperiencia y también por su visión de la política y sus limitaciones, Duque no logró hacer gran cosa y no logró posicionar lo que realmente quería hacer en su programa de campaña porque no logró establecer relaciones funcionales con el Congreso», explica el analista.
LAS DUDAS DE LA PAZ
Basset subraya que el mandatario «se quedó pegado en el discurso de su partido sobre los acuerdos de paz», caracterizado por el rechazo a lo pactado por su antecesor, Juan Manuel Santos, y perdió los primeros meses de su Gobierno en una discusión infructuosa por sus objeciones a 6 de los 159 artículos de la Ley Estatutaria de la Justicia Especial para la Paz (JEP), piedra angular del acuerdo.
PUBLICIDAD
El Gobierno asegura que está haciendo lo que corresponde en la implementación de lo pactado pero subraya que la construcción de la paz tardará 15 años y destaca la «acción transformadora» de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).
Ese programa contempla «la más grande inversión pública» en los 170 municipios más golpeados por el conflicto, en donde viven más de 6 millones de colombianos, recordó esta semana el presidente al explicar el carácter prioritario de esa iniciativa porque, dijo, sin desarrollo económico y social es imposible consolidar la paz.
Sin embargo, el asesinato de más de 280 exguerrilleros que dejaron las armas y de centenares de líderes sociales aumenta el descontento con su Gobierno y erosiona su popularidad hasta el punto de que la desaprobación de su gestión llegó al 76% en mayo pasado, según una encuesta de Invamer.
«Duque no ha logrado sacar adelante sus proyectos, no ha logrado imponer su agenda, no ha logrado imponer tampoco un método distinto (de gobernar) que es lo que prometía (en campaña)», agrega Basset.
MANEJO DE LA PANDEMIA
Si el ejercicio del cargo le dio más sinsabores que alegrías en los primeros 18 meses, la llegada de la covid-19 le abrió otro frente de batalla por las restricciones económicas y sociales que tuvo que ordenar para mitigar la pandemia, con la impopularidad que eso supone.
Paradójicamente el manejo de la pandemia le ha servido para mejorar en algo la percepción popular de su Gobierno, aunque Colombia figure entre los países del mundo más golpeados, con 121.899 muertos y 4,8 millones de contagiados.
«El manejo de la pandemia, con todos los cuestionamientos que queramos hacer, ha sido bueno. Básicamente ha habido un ministro de Salud serio, una directora del Instituto Nacional de Salud seria y un sistema que con mil problemas ha funcionado», explica a Efe Andrés Dávila, profesor de Ciencia Política de la Universidad Javeriana.
Un punto a su favor es el Plan Nacional de Vacunación, que comenzó en febrero con muchos tropiezos pero se ha consolidado con 29,4 millones de dosis aplicadas hasta la fecha y 12,8 millones de personas ya con el esquema completo.
RELACIONES IMPRUDENTES
Un punto delicado es el manejo de las relaciones internacionales, calificado por Basset de «poco prudente y bastante ideológico» principalmente por la insistencia de Duque en encabezar la oposición regional al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Las relaciones diplomáticas bilaterales, que no venían bien desde el anterior Gobierno colombiano, fueron rotas por Maduro el 23 de febrero de 2019 tras el fallido intento del líder opositor Juan Guaidó de entrar a su país al frente de una caravana humanitaria que partió de la ciudad colombiana de Cúcuta.
«Hubo ahí una falta de experiencia patente, un manejo muy político del tema de Venezuela con una posición ideológica en contra del régimen de Maduro que salió muy mal finalmente porque Maduro sigue en pie», afirma Basset.
También es cuestionable la pasividad del Gobierno al dejar que el Centro Democrático tomara partido por Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses, lo «que dejó un poco mal parado al país», afirma.
«Si en algo ha sido perrata (poco fino) este Gobierno es en el manejo de las relaciones internacionales porque ha roto con una larga tradición colombiana de casi dos siglos de apostar por la diplomacia», resume por su parte Dávila.